A vueltas con las protestas femeninas y la resistencia constitucional
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Cada año, el 8M concentra cada vez más mujeres en México para salir a la calle a denunciar la grave violación a una vida libre de violencia. Es una de las marchas más significativas como movimiento social. Las mujeres salen a protestar. No son indiferentes. Ellas, lamentablemente, son las protagonistas de este cambio estructural que busca prevenir, erradicar y sancionar la violencia de género. Es la demanda social más importante del siglo XXI.
Para muchas, el encuentro en común del 8M radica -principalmente- en la protesta de los feminicidios, las femidesapariciones: las mujeres, por su condición de género, están expuestas, en ciertos contextos de violencia, a riesgos reales e inminentes que afectan su libertad, vida e integridad personal. Es, sin duda, unos de los problemas más graves de seguridad. El 8M, sin embargo, también expresa una denuncia general de las mujeres a la violencia de género.
Una premisa. No es un lugar digno para vivir aquél en donde, en promedio, asesinan a 10 mujeres cada día. Más cuando existe injusticia e impunidad.
La semana pasada, Yolita, mi hija, me explicó cómo una adolescente como ella vive el 8M. Ella es feminista. No es activista. Por ahora. Le interesa comprender, en forma teórica y práctica, la forma en cómo se ha organizado el mundo para, por y en contra de las mujeres. Yolita es muy objetiva y razonable. Tenemos opiniones contrarias. Ella lee demasiada literatura especializada. Cada vez que platica conmigo me sorprende su nivel de conocimiento, no solo de las doctrinas feministas, también de la filosofía en general. Es, además, muy crítica. Pero nunca se enoja conmigo porque pensamos diferente. Escucha mis ideas. Yo las suyas. Ella hace lo que quiere al final. Es muy libre y autónoma.
Por ejemplo. Yolita no me pidió permiso para ir al 8M. No lo necesita. Tiene mi plena confianza. Solo le pide permiso a su madre. Ella sí la controla. Yo no. Yo soy siempre el último recurso: cuando no le dan permiso, recurre a mí para poder ir a donde quiere. Ella piensa que yo no soy una persona autoritaria (una percepción, dice, que es contraria a lo que la mayoría piensa de mí). Solo dice que soy muy categórico: el principio de necesidad, valga la redundancia, es necesario aplicar en la vida, pero con justa proporcionalidad. Cuando doy mi opinión, dice Yolita, hiero a las personas. Ella, como me conoce, sólo se ríe. Discute conmigo. Pero no tiene ninguna referencia autoritaria de mi porque, al margen de mis opiniones, siempre tiene mi confianza de hacer su propia voluntad. No soy entonces, dice Yolita, muy autoritario cuando al final de cuentas la dejo hacer con libertad su vida.
La perspectiva educativa de una mujer adolescente, en estos tiempos de protesta feminista, es complicado. Todo lo que uno puede decirles lo ven como un ataque, una misoginia o una dominación más del estado patriarcal. Ellas, las del cambio social, están tan legítimamente concentradas en eliminar cualquier forma de violencia de género, que hasta lo que ellas mismas ejercen les parecen válidas como legítima defensa. Pueden tener razón. Al final, la lucha exige presión, reclamos y hasta excesos. Pero también, deben ser consientes, que caen en situaciones contradictorias que pueden ser regresivas. Ellas también ejercen violencia en muchas ocasiones. Hacen también lo que reclaman. No se dan cuenta porque hasta lo justifican.
Una realidad. Las mujeres, sin embargo, no están en la misma situación que los hombres, como bien me lo recalca Yolita. Me puso un ejemplo: por más que una mujer blanca, preparada y con recursos propios pueda aprovechar sus oportunidades laborales, los hombres, en esas mismas circunstancias, tendremos siempre mayores ventajas que ellas para alcanzar nuestros objetivos: a las mujeres les costará mucho más. Es cierto. Pero, creo, es parte de su lucha de la libertad e igualdad que también los hombres hemos tenido que enfrentar.
Yo sólo espero que las feministas de hoy -que salen a protestar- nos dejen un mundo libre de violencia, un mundo mejor que el que hemos construido los hombres hasta ahora. Ellas tienen ese derecho. Es su oportunidad. Y confío que van a poder aportar mucho, aunque no todo será como ellas creen a la hora en que se enfrentan, en la realidad, al verdadero ejercicio del poder para transformar las condiciones que aseguren los fines de la sociedad democrática.
¿DERECHO A LA RESISTENCIA CONSTITUCIONAL?
En Coahuila, la Carta de Derechos Civiles reconoce el derecho a resistir a los poderes en situaciones graves de alienación legal, por lo que queda prohibida la criminalización de los actos que constituyan una resistencia constitucional.
Este viernes, en el #TallerAiDH discutiremos si las expresiones feministas de pintar o dañar monumentos históricos están amparadas o no bajo la libertad de reunirse, protestar, expresar ideas o resistir en forma legítima.
En Coahuila, por lo menos, tenemos norma local para argumentar la resistencia constitucional. Una que otra feminista nos dirá a los hombres: ¡Gracias por esos derechos. Estábamos muy preocupadas! A mí lo que me ocupa es que nuestra próxima generación de juristas aprendan las diferentes concepciones de los derechos para luchar por una sociedad justa. Porque parafraseando a Salvador Allende: ser mujer hoy y no ser feminista, es una contradicción hasta biológica. Y contradecirse hoy es estar del lado de la injusta desigualdad que hay que erradicar entre hombres y mujeres, pero sabiendo que en el viaje de la libertad no todo es igual, perfecto y en paz.
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