Acuérdate de Acapulco... la joya del turismo que los gobiernos olvidaron
Acapulco fue la joya del turismo mexicano, la de Frank Sinatra, donde John y Jacqueline Kennedy pasaron su “Luna de Miel”, donde las estrellas de Hollywood construyeron grandes mansiones. El Acapulco que evoca Agustín Lara con María Felix, Rocío Durcal, Juan Gabriel y Luis Miguel. Pero Acapulco es, por encima de todo, el pueblo guerrerense, el lanchero, taxista, cocotero, pescador, el mesero, la recamarera, los niños que piden una moneda en la playa a cambio de una gracia. Sirva este espacio para invitar a la solidaridad.
No es de extrañar que quienes vivimos lejos de aquellas costas, centremos la mirada en el puerto turístico que catapultó a la fama Miguel Alemán Valdés en los años cincuenta del siglo pasado, golpeado por la gentrificación y ahora por Otis; y pasemos por alto a las poblaciones de la Costa Grande, golpeadas por el abandono y ahora por el huracán. Hoy la necesidad es mucha, apoyemos en la medida de nuestras posibilidades.
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En lo personal, Acapulco y su océano Pacífico −nomás de nombre− me ha perdonado la vida en dos ocasiones. Siendo niño primero y después ya universitario. La primera vez me salvó una palmera a la que me aferré, no recuerdo mucho más. La segunda me salvó un lugareño con una tabla. No me di cuenta y de la nada me alejé de la playa. El lugareño, cual ángel de la guarda, desapareció después de rescatarme, no se esperó ni a las gracias, ni a la propina que iba a ofrecerle.
Los destrozos que causan los fenómenos naturales crecen exponencialmente en la misma medida en que los humanos intervenimos en la naturaleza. Una cosa son los embates de un huracán en un manglar o en un cacaotal y otra, muy diferente, en un conjunto de rascacielos de varios pisos de alto frente al mar.
Allá por 1974, los “desarrolladores” de Cancún sepultaron con arena de playa, transportada desde muy lejos, los inmensos arrecifes coralinos de la costa quintanarroense para ofrecer al gran turismo blancas y hermosas playas. El huracán Gilberto, catorce años después, se llevó toda esa arena importada y descubrió todo el horror del arrecife asesinado. ¿Quién es responsable de los daños, la Madre naturaleza o la ambición humana? Así Acapulco hoy.
Nos dice León Krauze en su cuenta de X: “El huracán Katrina (también categoría 5) arrasó Nueva Orleans en 2005. La incapacidad del gobierno de George W. Bush para atender la tragedia marcó el principio del fin de esa presidencia. La reconstrucción costó 200 mil millones de dólares (cuando menos). En el Fonden, nos dicen, hay mil millones de dólares...”.
Otros dicen que costará por lo menos 2 mil 700 millones de dólares. Se compara con los daños causados por el huracán Wilma, que azotó las costas de Quintana Roo en 2005. El más costoso en la historia de México. No obstante, Otis es hoy el huracán más devastador en la historia de México, seguramente también será el más costoso.
De tiempo atrás, Acapulco ya venía desmoronándose. Imperaban el crimen organizado y el desorganizado. Los distintos gobiernos lo dejaron morir, igual los emanados del PRI de Rubén Figueroa padre y más tarde hijo, ejemplos impresentables de la “cultura política” del PRI, pero también los emanados del PRD, solitos o aliados con el PAN, el que surgió de Movimiento Ciudadano, el del PRI en segunda vuelta y ahora el de los morenistas. Todos, por igual, han sido responsables. El huracán Otis sólo vino a darle el tiro de gracia.
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Al momento, la respuesta de los tres niveles de gobierno ha sido entre desastrosa y penosa. La alcaldesa de Acapulco y la gobernadora de Guerrero brillan por su ausencia. El Presidente prefirió ignorar el problema. Cuando ya no pudo más, decidió tomar camino a Acapulco, no pudo pasar por tierra, se quedó atascado, las imágenes ya dieron la vuelta al mundo. Estuvo en el puerto medio día y prefirió regresar a la Ciudad de México. Para el sábado acompañaba a la gobernadora del Estado de México en un mitin, con el pueblo “que tanto lo quiere”. La semana la arrancó en Nuevo León cortando listones. ¿Qué necesidad de estar escuchando reclamos?
El Presidente ha dado muchas muestras de que no tolera que le hagan sombra, ni siquiera los desastres naturales. Se enoja, se siente incómodo, huye, no sabe qué hacer, qué decir o cómo actuar. El Narciso interior sólo sabe estar en donde le aplaudan.
La página Web de la Clinica Mayo dice que el narcisismo es un trastorno de la personalidad. “Tener un aire de superioridad irrazonable y necesitar constantemente la admiración excesiva de los demás. Sentir que merecen tener privilegios y recibir un trato especial. Esperar que se reconozca su superioridad, incluso sin haber logrado nada. Hacer que sus logros y talentos parezcan más importantes de lo que son”.
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