Agenda social (12)

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Pergeño estas líneas el miércoles 27 de octubre. Es mediodía. Ya es totalmente intrascendente la fecha. El mundo, la tierra ha mutado sólo a dos estadios: un perpetuo verano y un tibio y desangelado invierno. Lo que hoy decimos que es invierno. Ha pasado a 32 grados a la sombra el famoso día de San Francisco de Asís y eso que los norteños llamábamos el “cordonazo de San Francisco”. En lenguaje cristiano es lo siguiente: por la mañana de esos días (2, 3 y 4 de octubre) nuestros padres al salir de casa por la mañana y para salir a los deberes del día, trabajar, estudiar, éstos recomendaban y recordaban cargar con un sweater, saco o chamarra ligera al menos. ¿Motivo? Ese día y sin duda, cambiaría el clima notablemente. Se pasaría de un verano seco y caluroso, a un benigno otoño, fresco si no es que de plano, frío.
No más. Ha pasado el “cordonazo” de San Francisco, el santo de Asís, Italia, y nada. Habitamos un verano perpetuo de 32 grados diarios. Y usted lo sabe, este calor del demonio afecta nuestro estado de ánimo, el carácter y al no dar tregua ni reposo por las noches infernales, llega el negro insomnio y sus pensamientos devastadores para los atiriciados de alma y cuerpo.
¿Influye el calor agobiante en la modificación de la psique y la conducta de los humanos? Lea lo siguiente, lo cual se le presenté en texto pretérito: “Los meses con mayor luz y calor tienen mayor tendencia de suicidio que el invierno”, la puntillosa observación es del doctor Enrique Chávez León, ex presidente de la Asociación Psiquiátrica Mexicana. Y lo anterior y no otra cosa se sigue cumpliendo con inusitada frialdad al día de hoy en esta región. Hartos lectores me comentaron de mi sentido de la oportunidad periodística del pasado jueves 28 de octubre cuando en este espacio generoso de VANGUARDIA, abordé de nueva cuenta ese mal emperrado y doloroso que son los suicidios. Y sí, un día antes, un joven de apenas 23 años se había suicidado por no tener vida ni empleo digno.
¿El agobiante y bochornoso calor sigue influyendo en la toma de decisiones de este funesto tipo? Sin duda sí. Claro que es factor. Y si usted le añade el problema de la maldita pandemia, la falta de empleo, el hambre, el vivir precariamente y no tener los mínimos satisfactorios a la mano, el panorama sombrío lo llevará a una terrible decisión: el suicidio. El muchacho que se suicidó de apenas 23 años, Edgar “N”, se colgó con su propio cinturón en una tapia, una barda en la colonia precarista “Federico Berrueto Ramón”. Sí, lugar donde el calor es agobiante, los mosquitos lo infectan todo y las condiciones de vida son más que difíciles.
Es 1925 en Nueva York y es la llamada “época del jazz”. Quien deletreó a la perfección y definió dichos rasgos de época, es Francis S. Fiztgerald. Su obra vertebral, “El gran Gastby”, se desarrolla en tres meses de un verano tórrido en Nueva York. Hay un personaje intangible, etéreo, pero el cual ejerce su poder de seducción a tal grado, que el final de la novela y su dramática historia –bella y dramática historia–, tiene que ver y mucho por la incidencia e influencia de dicho personaje intangible en el desarrollo de la trama: el agobiante calor.
Esquina-bajan
Los personajes de Fitzgerald se derriten literalmente. Leamos someramente un fragmento de la genial novela: “En el vagón de tercera (ya no tenía dinero) hacía mucho calor; salió a la plataforma y se sentó en un taburete plegable... Los raíles iniciaron una curva; se alejaban del sol que, al hundirse a lo lejos, parecía derramarse en bendición sobre la difuminada ciudad donde ella respiraba. Tendió la mano desesperadamente, como para apoderase de un jirón de aire...”.
Punto uno: los suicidios hacen estragos en México, en el mundo y aquí, en el vecindario. Si ya veníamos arrastrando una salud mental muy deteriorada e infectada de desesperanza y tristeza, con la llegada del maldito virus chino, lo anterior se ha convertido en un problema podrido de salud mundial. Todos estamos preocupados por lo que está pasando. Todos... menos el Secretario de la Morgue Estatal, el lagunero Roberto Bernal.
Punto dos: en días pasados “World Vision México” presentó el Informe, “Nuestra Voz en al Pandemia”. Los resultados son alarmantes. Informe y resultados que Andrés Manuel López Obrador no lo ve ni les cree. Él siempre tiene “otros datos”. Resumen del Informe: violencia física y sexual, principal temor de los niños y adolescentes. Y sí hay violencia de este tipo hoy en día, el día de mañana usted ni lo dude, habrá desintegración familiar y claro, una solución: el suicidio.
Punto tres: en dicho Informe participaron 70 mil 562 niñas, niños y adolescentes entre agosto y septiembre. Ellos expresaron su preocupación por la violencia y piden instalar cámaras de vigilancia y que los policías estén mejor capacitados y equipados. Increíble pero es cierto y a mi juicio, preocupante: los niños y adolescentes piden una sociedad autoritaria, policial. Represora y vigilante. No creen en sus padres, sino en la policía. Y los padres dejan la tutela y enseñanza de sus retoños en una sola canasta: deben obedecer órdenes y consejos no de ellos, sino del estado autoritario y punitivo. Puf.
Letras minúsculas
“Lo que hay que hacer es no pensar en el calor –dijo Tom impacientemente– dándole tanta importancia lo empeoráis diez veces...” F.S. FItzgerald. Todo ha empeorado. El infernal calor sigue. Los suicidios también.