AMLOPO: Lágrimas de pejelagarto
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Después de tres años de antagonizar con quien se le pusiera enfrente, prácticamente desde el día uno de su administración: contra la clase media, contra las feministas, contra los científicos, contra quienes tienen un posgrado o estudian en el extranjero, contra los periodistas, ¡contra Carmen Aristegui! –hágameelchingadofavor.com–, me parece que por fin el Geppetto de Macuspana escuchó al Pepe Grillo de la razón o a alguno de sus asesores, preocupado de que su estrategia beligerante le estaba restando más activos de los que le ganaba y le aconsejó volver a asumir la posición victimizada con la que mejor disimula sus intenciones.
Por un instante el Nerón Tropical volvió a ser el AMLO vulnerable, el que camina lento como perdonando el tiempo, el que persigue a las palomas, el que trae doscientos pesos en la cartera como todo su capital, el que se ganó a pulso el mote del Rayito de Esperanza de la Amorosa República Mexicana.
Y siendo un ser humano sensible y vulnerable, sin pudor y en cadena nacional, dejó escapar el lenguaje mudo de su pena, la callada voz de su tristeza, la expresión mojada de su alma, la visible muestra de que nos ama... ¡Lágrimas! (¡discúlpeme si ya le desperté esa recóndita sed de Bacardí!)
Habrá quienes se la compren a AMLO sin reservas, otros que desde luego imputan una naturaleza sáurica-reptiliana a sus emanaciones lacrimosas. Yo sin embargo no pude dejar de advertir este repentino viraje en la “estrategia de comunicación” presidencial (por llamarle de alguna manera).
Créalo o no, pero obligar al Presidente a reconsiderar una idea, una postura, uno de sus emperramientos, es un logro que merece reconocimiento, aunque no sé a quién debamos colgarle esta medillita.
Pero aunque al señor de las mañaneras le habría gustado seguir condenando y señalando con flamígero dedo a los enemigos de la Transformación (que más que transformación parece una metamorfosis kafkiana), algo o alguien le recordó que se obtiene más con miel que con hiel.
Y en vez del ruco iracundo y vengativo al que nos ha venido acostumbrando, salió ese día a escena el viejito alivianado, sensible y buen rollo que nos vendió a lo largo de dos décadas de campaña.
Le pasó desde luego como a esos actores que se encasillan en papeles villanescos y que vemos luego en otro tipo de roles y de plano no funcionan. Pongo por caso el de F. Murray Abraham, veterano histrión de carácter quien luego de interpretar a un taimado Antonio Salieri, que propició por envidia la prematura muerte de Mozart en la inolvidable “Amadeus” (Milos Forman, 1984), resulta imposible después de eso verlo en pantalla sin querer cobrarle a cachetadas la ruina y el deceso del genio musical.
¿Usted tiene a sus actores-villanos favoritos del celuloide? Compártamelos en los comentarios.
El caso es que AMLO (ahora en su versión AMLOPO) convenció a pocos y a nadie con su interpretación de padre conmovido hasta los tuétanos por el estoicismo de su prole, la cual ha soportado toda clase de embates precisamente por tratarse de los hijos del Redentor de la Patria, del Prócer de la Transformación definitiva de la Nación, del último gran reformador y estadista de México pero, por sobre todo, por ser los querubes del gran enemigo de la corrupción, del capitalismo salvaje, de los intereses conservadores y del neoliberalismo.
—¡¿Todo eso, apá?!
—¡A huevótl, mijo!
Es muy tarde ya para que AMLO se nos intente presentar en una proporción humana, tridimensional, toda vez que ha demostrado ser un autócrata, demasiado visceral para ser un hombre de Estado, demasiado tibio para ser un dictador de cuerpo completo.
No en balde, The Economist (sí, una de esas revistas neoliberales y fifíes a las que no hay que hacerles caso a menos, claro, que llegaran a hablar bien de la 4T) reprobó a México en su actualización del Índice Global de Democracia, el cual sitúa a México en el lugar 86 de un total de 167 países considerados en esta medición.
Con una calificación de 5.5 sobre 10 y de acuerdo con los indicadores contemplados, México pasó de ser una democracia imperfecta a convertirse, durante estos primeros tres años del sexenio de ya saben quién, en un régimen híbrido que oscila entre aquella maltrecha democracia y el autoritarismo más inescrupuloso y para el cual trabaja todo el aparato gubernamental.
AMLO, desde luego, ya desestimó el estudio, a la revista que lo publica, a quien le crea y a todo aquel que haya leído el artículo en cuestión.
Hace unos días se dieron a conocer las nominaciones para los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas (era de lo que yo quería hablar originalmente; comentar las cintas nominadas y otros aspectos interesantes). Pero se nos atravesó el llanto del Peje.
Llega tarde sin embargo su conmovedora interpretación (por demás fuera de lugar, si él mismo aseguró al asumir el cargo que “ya no se pertenece”).
Y no es que fuese a lograr una postulación al Oscar, pues AMLO llorando la fortaleza de sus ‘trivagos’, es igual de convincente que Angélica “La Gaviota” Rivera reivindicando “la casa blanca” como fruto de su trabajo, o como el propio López Portillo cuando aseguró, en su despedida como presidente, que arrastraba una responsabilidad personal para con los desposeídos.
¡No! AMLORENCE Olivier se merece una postulación a ese otro galardón colateral y alternativo al que otorga la Academia: el Razzie o Frambuesas de Oro, que reconoce a las peores producciones y más deplorables interpretaciones (Este año el basquetbolista LeBron James está nominado por su trabajo en “Space Jam 2” interpretando al propio LeBron James. Así está la perra de brava).
Creo que las lágrimas de pejelagarto bien merecían la oportunidad de contender por esta distinción, para orgullo de México y de la 4T. ¡Lástima, será para la próxima! No corre prisa, nos quedan tres añitos y le garantizo que no será esta la última pifia escénica que nos obsequie nuestro melodramático mandatario.