Ante la corrupción, qué raros somos los mexicanos
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Muy raros somos los mexicanos. Desde tiempos inmemoriales nuestros gobernantes han aprovechado su posición para cometer los peores ilícitos y, lejos de denunciar su proceder, seguimos dándoles nuestro apoyo y continuamos creyendo en sus promesas como si nada hubiera pasado. La historia de corrupción es larga en el sistema político mexicano, sin embargo, pocas revelaciones habían despertado tanto mi indignación como la Casa Blanca de Peña Nieto y la mansión de Houston en la que vivía el hijo mayor del presidente que prometió limpiar la corrupción.
Dicha mansión y la camioneta Mercedes que suele manejar José Ramón López Beltrán en el vecino país, distan mucho de la vida austera que recomienda el presidente y que, a fuerza de inflaciones récord, nos quiere imponer a todos los mexicanos, exceptuando, claro está, a él mismo que vive en un Palacio, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a la familia de funcionarios tan intachables como Manuel Bartlett.
No es suficiente que periodistas como Carlos Loret de Mola muestren videos de los hermanos del presidente recibiendo sobres con dinero en efectivo; no importa que se muestren las pruebas sobre el propietario de la casa de Houston en donde vivía su primogénito, quien dirige una empresa proveedora de la construcción de Dos Bocas; no basta que se demuestre un trato privilegiado para su prima en la obtención de contratos para Pemex, ni tampoco que se den conocer las cifras millonarias destinadas por el gobierno Federal en la reconstrucción del estadio de beisbol de su hermano Pío; ni mucho menos importa que salgan a la luz los tejes y manejes de Bartlett y su vástago, quien salió corregido y aumentado, para obtener contratos millonarios por servicios o ventas de todo tipo de equipos y, por supuesto, sin licitación. Tampoco importa a nadie el trato privilegiado recibido por José Ramón López al ser contagiado por Covid. Recibió medicinas prohibidas para el resto de los mexicanos, y fueron enfermeras del Ejército hasta Houston para que atendieran a su familia y limpiaran la casa del hijito de López Obrador. La última corruptela de la que nos enteramos fue el desfalco de 15 mil millones de pesos en Segalmex. ¿Cuál fue la reacción del presidente respecto a ese robo aún mayor al de la ‘estafa maestra’ de Rosario Robles? Aquí sus palabras: “Lo de Segalmex me dio tristeza, pues los conservadores siempre han estado en contra de que haya una empresa comercializadora. Fue un grupo que propuso Ignacio Ovalle (extitular de Segalmex), una gente buena desde mi particular punto de vista, pero fue engañado por los que recomendó, que eran puro priista de malas mañas, acostumbrados a robar. Los mete y empiezan a hacer negocios... Yo creo que Ignacio Ovalle se confió”.
Ante tanta corruptela y cientos de millones de pesos tirados a la basura en acarreo de manifestantes y atención a la familia presidencial, ausencia de resultados, crisis económica y destrucción de las instituciones que significaban un contrapeso al poder presidencial, AMLO sigue con su diatriba distractora y dirige toda su rabia adjetival contra reporteros, columnistas, líderes de opinión y medios de comunicación. No es una casualidad que durante este sexenio se haya roto el récord de periodistas asesinados.
¿Cuándo sus hermanos, su hijo, su prima o sus más cercanos colaboradores serán juzgados de la misma forma en que se juzgó a Rosario Robles o a Jesús Murillo Karam?
Winston Churchill en una ocasión dijo: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. Mucha razón tenía el célebre estadista británico, pues en nuestro país la mayoría de los políticos sirven solamente a sus fines particulares. Podrán cambiar los nombres de los gobernantes y los colores de los partidos, pero la política seguirá siendo siempre la misma. Si queremos conocer los peores atributos de un ser humano, basta conocer a un político. En él descubriremos lo que significa la ambición desmedida, la corrupción, el engaño, la hipocresía, la avaricia, la mentira, y el abuso del poder.
Muy raros somos los mexicanos, decía, porque a pesar de todas las tropelías, de los robos más descarados, de negligencias mortales, del aumento de la inseguridad pública, y de no existir ningún logro palpable en esta administración, los índices de popularidad de López Obrador no disminuyen.
AMLO ha repetido hasta el cansancio que “no son iguales”. A mí no me molesta que diga eso, pues es de las pocas verdades que ha pronunciado durante las conferencias mañaneras. Los de la 4T no son iguales, son mucho peores que aquellos que antes detentaban el poder. No se puede negar que en los sexenios anteriores ha reinado la corrupción, pero nunca a los niveles actuales. López Obrador nos ha robado dinero, calidad de vida, instituciones, y la esperanza de un México mejor.
aquientrenosvanguardia@gmail.com
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