‘Ante todo, no hagas daño’
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TEMAS
Al doctor Ramiro Recio Flores. Hombre íntegro. Médico excepcional.
El afamado y notable neurocirujano británico Henry Thomas Marsh escribió un libro que lleva el mismo título de esta entrega, el cual refiere a una máxima de la medicina atribuida al notable galeno de la antigua Grecia, Hipócrates de Cos (460 a.C-370 a.C.).
Hipócrates, aparte de sus contribuciones a la medicina, es conocido en el ámbito de la ética médica por haber desarrollado el famoso juramento que lleva su nombre, el cual manifiesta el respeto que los médicos le deben a sus pacientes y la promesa de tratarlos con el mejor conocimiento, brindándoles el mejor cuidado.
Este juramento, se orienta a que los médicos “dirijan el régimen de los enfermos en provecho de ellos, absteniéndose de todo mal y de toda injusticia”; además, entre otras responsabilidades, obliga a quien lo pronuncia a “entrar en las casas con el único fin de cuidar y curar a los enfermos”, “evitar toda sospecha de haber abusado de la confianza de los pacientes, en especial de las mujeres” y “mantener el secreto de lo que crea que debe mantenerse reservado”.
En su libro, Marsh invita al lector a conocer la cotidianidad de su especialidad, caracterizada por las intensas emociones, los múltiples riesgos, limitaciones, sorpresas, dudas y conflictos morales a los que, todos los días, se enfrentan los neurocirujanos en la mesa de operaciones.
El libro aproxima al lector a la esencia de una de las espacialidades médicas más retadoras, difíciles y delicadas, ya que toda operación ha de realizarse con máxima concentración y con una micro precisión sorprendente, al tiempo que el cirujano ha de mantenerse sereno, objetivo y con un pulso indiscutiblemente perfecto.
Marsh también aborda la inmensa emoción de felicidad que invade al médico cuando la operación quirúrgica resulta exitosa, tras una “intervención técnicamente brillante y humanamente insuperable”, así como la compasión hacia el enfermo y los lazos emocionales que surgen entre él, sus pacientes y familias.
“Ante todo, no hagas daño” es un libro vibrante, valiente y luminoso, que encierra una indiscutible honestidad profesional. Es una confesión personal de un notable neurocirujano que acrecienta el conocimiento, impacta las emociones y mueve al lector a reflexionar sobre la compasión.
TRASCENDER
Pareciera que en el mundo laboral hay un influjo que incita a la mediocridad, a la búsqueda de beneficios al corto plazo, a no “batallar”, a tomar caminos cortos, a dar por buenos los trabajos mediocres, a violar las “leyes sagradas” del trabajo, a olvidar las palabras mágicas “por favor” y “gracias”; razones por las cuales surge la imperiosa necesidad de hacer nuestras labores sencillamente “como Dios manda”, teniendo la convicción que el trabajo brinda la oportunidad para lograr triunfos interiores y la suprema posibilidad para dejar huella en la vida.
EN TODAS...
Creo que la máxima: “Ante todo, no hagas daño” tiene cabida en todas las profesiones, en todos los oficios y trabajos, al representar un faro orientador que manifiesta el nivel moral o grado de honestidad de las personas.
“No hacer daño” reside en el alma de todo trabajo y vocación que lo inspira, pues ésta representa “el encuentro con la verdad sobre uno mismo. Un encuentro que proporciona una inspiración básica en la vida, de la que nace el compromiso, el cometido principal que cada persona tiene, y que quien es creyente percibe como los planes de Dios para él”.
Si las personas hiciésemos nuestro trabajo, considerando la máxima de Hipócrates, podríamos concentrar el alma y la voluntad en hacer a nivel de excelencia las tareas encomendadas, independientemente de que éstas sean pequeñas o grandes.
Esta posibilidad permitiría construir un mundo distinto: más humano y digno.
Para ello, sería necesario que todo oficiante sepa muy bien la razón y el sentido del trabajo que emprende cotidianamente.
Posiblemente, las personas que no saben el “porqué” de su trabajo viven inmersos en una silenciosa y sutil tragedia: el hastío, la sensación de insignificancia, la ausencia de propósito existencial y los sinsentidos que de todo esto desprenden.
LOS CANTEROS
La razón y el sentido de un oficio o profesión se pueden comprender al reflexionar en la siguiente historia: “Un peregrino durante su caminar se encontró con una mina de cantera donde se encontraban cientos de canteros, entonces se acercó con un pequeño grupo de canteros y preguntó a uno: “¿Qué estás haciendo?”. “Estoy picando piedra, sudando como un idiota y esperando a que lleguen las ocho de la noche para largarme a casa”, respondió. Luego preguntó otro: “¿Qué es lo que haces tú?”. “Yo”, dijo, “estoy ganándome el pan para mi familia”. Por último, preguntó a un tercer cantero: “Y, ¿qué es lo que estás haciendo?”. Sorprendiendo al peregrino, el hombre contestó: “Estoy construyendo una hermosa catedral”.
MORALEJA
Al respecto, Martín Descalzo comenta: “los hombres no hacemos lo que materialmente realizan nuestras manos, sino aquello hacia lo que camina nuestro corazón. Y así es como tres canteros pueden picar las mismas piedras, pero mientras uno las convierte en sudor, otro las vuelve pan y un tercero en eternidad.
Por eso pienso que habría que reivindicar mucho más el sentido de las cosas que las cosas mismas; habría que preguntarse mucho más por la dignidad interior del trabajador que por el mismo valor material del trabajo.
Me temo -continúa el escritor- que esa dignidad de la obra bien hecha, porque es una obra amada, sea algo que se esté muriendo en nuestro tiempo. La vida se nos ha vuelto tan monetarista que al final ya cuenta únicamente su rendimiento y no su perfección y plenitud. ¿Dónde está el amor a la propia obra, el esfuerzo por hacer el oficio bien, aunque luego nadie aprecie su calidad? El demonio de la prisa ha hecho presa en nosotros. La chapuza se ha vuelto el ideal de la obra perfectamente cómoda”.
Es cierto: las personas que comprenden el sentido de su quehacer, saben hacia dónde camina su corazón y descubren que en esa ruta habita una gran verdad: “no hacer daño”, ya que en ese camino siempre florece el amor.
NO DAÑAR
Si los médicos siguieran al pie de la letra el Juramento de Hipócrates, su trabajo sería más respetado, apreciado y admirado, pues al centrarse en el bien de sus pacientes y sus familias, descartarían totalmente la tentación de hacer de la medicina un negocio, de “hacer” dinero sin ética, lucrando con sus pacientes y obviando el sentido de su inconmensurable vocación.
PROFESIONES
Si los profesionistas y “oficiantes”, de cualquier disciplina, tuviésemos muy clara la trascendencia de nuestros oficios, no haríamos daño a persona alguna: seríamos justos con los clientes y empleadores, cautos en las propuestas y proyectos, logrando así la intachable reputación laboral que se construye cotidianamente mediante pequeños actos; si la legalidad y la ética, que reclama cada profesión y trabajo, fuese custodiada y reverenciada, ensancharíamos el alma y seríamos socialmente más responsables.
SONREÍR
Tal como lo expresa Martin Descalzo: “Si el zapatero hiciese bien sus zapatos; si el escritor luchara por expresarse plenamente, despreocupándose del éxito y el aplauso; si la gente amase sin preguntarse si su amor será agradecido, si los hombres ahondasen sus ideas y las defendiesen con respeto; si los políticos hiciesen bien su trabajo sin preocuparse de las próximas elecciones; si los maestros creyeran en el alumno que tienen delante y en lo bonita que es su labor; si los canteros pensasen más en su catedral que en el sudor que les cuesta... si todo eso pasase, ya no tendríamos motivos para quejarnos de lo mal que va el mundo porque muchos millones de hombres orgullosos de lo que hacen, habrían vuelto más habitable la tierra. Y todos serían más felices. Porque creo que no he dicho que el peregrino descubrió que el único cantero que sonreía era el que construía la catedral sin preocuparse del sudor y olvidando el pan”.
Si cada quien hiciésemos propia la máxima de Hipócrates, nos regalaríamos ilimitadas posibilidades para construir catedrales, obteniendo de paso, infinidad de razones para la alegría y el necesario pan de cada día.
Recordar, respetar y actuar acorde al axioma “ante todo no hagas daño” permitiría elevar el espíritu humano hacia alturas totalmente insospechadas y entonces el mundo sería más humano, fraternal y solidario.
cgutierrez@tec.mx
Programa Emprendedor
Tec. De Monterrey
Campus Saltillo