Bajo un mismo cielo y al amparo de sus montañas
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Saltillo es una ciudad acogedora. Una ciudad que en sus 445 años de existencia ha sido capaz de recibir a un gran número de personas que decidieron quedarse a vivir aquí. Mucho se ha hablado del carácter cerrado de sus habitantes originarios, de la población nacida en esta capital. Sin embargo, es de llamar la atención que existe un elevado porcentaje viviendo en la población llegada de fuera desde décadas atrás.
La ciudad les abrió sus puertas y entraron a la intimidad de sus espacios públicos, sus plazas, su Alameda, sus iglesias. Saltillenses dieron la bienvenida a un enorme grupo de personas venidas de otros lares, tanto, que ese número de personas decidieron permanecer en ella.
¿Qué ofrece? Indudablemente, el clima fue fundamental, como lo es la belleza de su cielo y la grandiosidad de sus montañas. Pero hay algo en la reserva de los saltillenses que también gustó a quienes visitan la ciudad por primera vez y a quienes, como se comentó antes, decidieron y aún deciden permanecer aquí.
Saltillo es una ciudad en la que la manifestación de las ideas se da de manera libre. Es una sociedad que habita cada día enfrentándose con dignidad y coraje a los problemas y vicisitudes de la vida.
Aquellos primeros habitantes que debieron luchar para que cada pedazo de tierra diera frutos y se enfrentaron a territorios que debían conocer y luego domeñar, son los padres de quienes en esta época siguen luchando por el día a día.
Esa reserva, natural de los montañeses, desde un particular punto de vista, puede ser tomada antes que como un defecto, como una cualidad. Pues la reserva trae consigo otras más características que vienen unidas a la dignidad y a una forma de ser que ofrece más misterios en una personalidad.
Saltillo es sus cielos y sus montañas. Verdaderos lienzos se pintan de toda la paleta de colores en el cielo de esta población en cualquier época del año. En otoño lucen sensacionales sus árboles y en primavera despiertan la estación brillos de esperanza verde esmeralda. Las montañas que nos rodean lucen fabulosas. Es una pena, de una gran tristeza observar, cómo se han mutilado algunas de sus partes, y de ahí la importancia de quienes, organizaciones y ciudadanos, luchan por defenderla, como es el caso de Zapalinamé.
Saltillo es también, ahora, un crecimiento desbordado. La población se extendió por todo el valle de norte a sur y oriente a poniente. Hay sectores sumidos, desgraciadamente, en la pobreza, mientras otros disfrutan de vías, comercios y fraccionamientos de alto desarrollo.
Comparar ambos mundos es enfrentarnos al México como país en el que coexisten dificultades para muchos y avance próspero para algunos. Esto duele, igual que en México, que ocurra en nuestra ciudad.
Cada día sus habitantes le imprimen su perfil. Ya desde el auto, sobre las vías de circulación, como en los paseos en la Alameda o el Bosque Urbano; ya desde el trabajo en oficinas, panaderías, tintorerías, hospitales, empresas, fábricas, estaciones de radio o televisión, periódicos, centros comerciales.
Comprendernos como población puede llevar a un mejor entendimiento como ciudadanos. Procurar conocer su historia e involucrarnos en ella puede facilitar la relación, de mucho mejor manera, de quienes por alguna razón se sienten excluidos y forman grupos aparte.
Una población como Saltillo, que como pocas tiene hasta una Casa del Migrante nacida de la sociedad civil, donde se ve, se piensa por los demás, resulta en este momento el crisol de sentimientos, preocupaciones, intereses de quienes aquí nacieron junto a quienes decidieron permanecer bajo su cielo al amparo de sus montañas.
Encuesta Vanguardia
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