Block de Notas (23): lenguaje en vías de extinción
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Agradezco de corazón, palabra y pensamiento que usted me lea y haga suyas estas letras y reflexiones. Tenemos usted y yo muchas ollas en la lumbre del intelecto. Usted me ha pedido que abone más letras a las dos tertulias que tenemos: “Café Montaigne” y ahora, este “Block de Notas”. Y claro, lo de hablar de Dios, “Hablemos de Dios”, nuestra reflexión semanal ya es una cita y café sabatino obligado.
Usted una y otra vez me ha dicho que la política y tal como se practica en este país, es tan pedestre y primitiva, que ya a pocos o a nadie interesa. Le doy la razón, pero es necesario seguir abordándola porque los gobernantes toman malas decisiones... y nos llevan entre las patas al precipicio de la historia. Y hoy se lo voy a probar de una forma rápida, puntillosa y certera. Siga leyendo por favor.
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En el texto de este lunes pasado, “Café Montaigne 278”, abordé un tema nada baladí y sí tremendo en la actualidad: nuestro idioma, el español, no obstante ser de los más bellos del mundo, lengua que sabe contar y cantar, amén de bailar, se esté perdiendo y olvidando por la ignorancia de los jóvenes al estar atados a su “celular inteligente”, cuando ellos ya están dejando de ser inteligentes.
Dentro de poco tiempo, aprender “español” y leerlo bien y de corridito, será una asignatura en la escuela y las universidades. No tengo duda. Cuando cierta vez en una cafetería, le dije a un camarero que le trajera mitad de taza de café al abogado que más sabe sobre Derecho y Leyes Electorales en Coahuila y el norte de México, Gerardo Blanco Guerra, el camarero estaba sirviendo nada más un poco del líquido aromático de matriz arábiga. Fue Cuando Blanco Guerra le espetó: “Oiga, era un eufemismo del maestro, sirva usted por favor la taza entera...”. Pues sí, el mesero se nos quedó viendo con cara de no entender nada... y se fue.
Y esto de analizar y entender nuestra propia lengua y bien, darse a entender en buen y perfecto español como lo hizo con jiribilla y giro don Gerardo Blanco al puntualizar su café, me ha surgido al leer el libro de Yves Bonnefoy, “La traducción de la poesía”. Una espléndida edición en la milimétrica editorial de clásicos, “Pre-Textos”. Una maravilla, una genialidad la colección. Al leer el libro, encontré un párrafo demoledor el cual me ha pegado harto: “¿Puede uno ver su propia lengua como desde afuera, como si fuese una lengua extranjera?”.
Sí. La pregunta y la observación son bastante puntillosas. ¿Puede uno ver su lengua como si fuese otra? Hoy, justo hoy en que nadamos en la ignorancia debido a las “benditas” redes sociales, como lo espetó en su momento el dictador de Macuspana, López Obrador, justo hoy nuestra lengua, cuando se escribe o se habla... suena a otra. Pocos o nadie ya comprende. Hablar español y dejarse comprender por las hordas de jóvenes amamantados en Internet y TikTok, hoy es tarea titánica. No saben leer, sólo ven “caracteres”; cuando leen, no comprenden.
Nota uno: insisto, cuando alguien lea a ciertos autores en el futuro que es hoy, va a ser como “traducirlos”. La vez anterior le transcribí dos o tres fragmentos de la novela “Chin Chin el teporocho” de Armando Ramírez. Y sí, varios lectores me preguntaron de no saber a qué se refería, va uno: “Al notar la pindonga que me sonrojo, suelta la carcajada, y en actitud provocativa, me dice...”. La “pindonga” es el apodo de una mujer en la novela, la cual aunque tiene esposo, se acuesta con cuanto muchacho joven de la vecindad de Tepito hay a la mano. Pero, también la “pindonga” se utiliza o tiene como acepción de lenguaje, el remitirse al pene masculino: “sácate la pindonga”.
ESQUINA-BAJAN
Nota dos: Bramaban los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo amenazaba al mundo entero; un intelectual, Karl Kraus, espetó en uno de sus escritos: “Es en sus palabras y no en sus actos donde yo he descubierto el espectro de la época”. Kraus escribió un ensayo memorable sobre cómo Adolf Hitler primero se hacía de un lenguaje de poder, lo metía y sembraba como palabras teloneras, para luego desencadenar toda la crueldad de la guerra, ahora sí, legitimada por los discursos.
Nota tres: Por lo anterior, Andrés Manuel López Obrador se dedicó en seis años a “lumpenizar”, trivializar el lenguaje a través de sus “mañaneras”. Ante las miserias intelectuales de López Obrador y su manera de “comunicarse” con sus gobernados, sólo queda precisamente lo contrario: la educación, la formación, la cultura como arma de defensa que debe de ganar. En el 2021, ante el embate de los cárteles del narcotráfico, AMLO recomendó a los ciudadanos alejarse de ellos y decirles: “fuchi, caca...”. Sí, el regreso a la etapa anal de los ciudadanos.
Nota cuatro: Somos lo que hablamos. Dice la Biblia, Lucas específicamente, a la letra: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Dice el sabio español Alex Grijelmo: “Las palabras arraigan en la inteligencia y crecen con ella... viven en los sentimientos, forman parte del alma y duermen en la memoria”.
Las palabras que proferimos diario, son el reflejo de nosotros mismos y son la semilla de lo que hemos vivido.
LETRAS MINÚSCULAS
Sí, los placeres de la lengua. Hoy a punto de desaparecer.
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