Café Montaigne 237
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James Joyce fue el mayor de una camada de diez hijos. Dicen los biógrafos, su padre John Stanislaus, era el irlandés prototípico: bueno para contar historias, bebedor, despreocupado y completamente irresponsable. Parte de este tipo de “atractivos”, digámosle así, pasaron a su hijo mayor, James Joyce el cual fue forjando su propia leyenda en las letras. Tal es su estatura, que no se puede nombrar la moderna literatura si su obra cumbre “Ulises”, un tabique de más de 800 páginas el cual el pasado 16 de junio llegó a su año 100.
100 años de una obra tan difícil, ruda, áspera y fragante, como el primer día de su impresión. Y una obra así de compleja, arrastra consigo todo tipo de anécdotas, historias y situaciones que vienen aparejadas. Una de ellas, se la conté en este mismo espacio hace algunas tertulias pasadas es la siguiente: cuando terminó su gobierno en México y se convirtió en el villano favorito de los mexicanos, Carlos Salinas de Gortari se fue exiliado a Dublín, Irlanda, por un solo motivo: fue a impartir cátedra de literatura, especializado en... ¡James Joyce!
Irlanda celebró por todo lo alto, como debe de ser, el pasado 16 de junio el famoso “Bloomsday”. La celebración inició justo con el año y aunque habrá de continuar con hartas actividades, el culmen fue el famoso día de Leopold Bloom. ¿Lo notó? Irlanda celebra cada año una obra de ficción en una fecha ficticia de un personaje ficticio el cual sólo habita en “Ulises”, obra publicada en 1922. De este tamaño es la influencia y poder de la buena y eterna literatura.
El libro, al día de hoy, es un amasijo de controversias. Se le ama o se le detesta por lo difícil de su lectura. La obra es dura de roer. Es difícil. De hecho, en muchas parcelas de su narrativa, es ilegible. Al menos para mí. Pero, no estoy solo en este tipo de apreciaciones: “Ulises” suscita padecer el odio de leerlo o el entusiasmo al terminarlo.
Varios ejemplos sintomáticos en la historia de este libro. Virginia Wolf dijo de “Ulises”: “(es) una obra fallida... el libro es difuso. Es enmarañado. Es pretencioso. Es de baja ralea, no sólo en el sentido evidente, sino también en la acepción literaria”. Un no menos aguerrido y crítico Aldous Huxley dijo: “uno de los libros más aburridos de la historia universal”. Lo anterior contrasta con lo siguiente: para Ezra Pound, el Premio Nobel de las Letras, el poeta T.S. Eliot y William Butler Yeats, era la obra cumbre de la literatura mundial. Sencillamente, una genialidad.
Jorge Luis Borges, el divino ciego, llegó a espetar: “Hay sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de William Shakespeare”. En sentido contrario, Antonio Machado dijo: “¿Es la obra de un loco? Monólogo frío, sobria y sistemáticamente desracionalizado. Pretende ser el poema del embrollo sensible. Exigir inteligibilidad a esta obra carece de sentido. El lenguaje es un elemento más del caos mental”. Sin palabras.
Esquina-bajan
En inglés, James Joyce utilizó poco más de 265 mil palabras para narrar un día (alrededor de 18-19 horas) en la vida de su protagonista, Leopold Bloom. Un oficinista gris y descastado, el cual nos encarna a todos nosotros en esta era gris, moderna, industrial y despersonalizada la cual nos ha tocado habitar y tal vez, padecer.
Todo mundo, como lo vimos líneas arriba, recalca lo difícil de leer “Ulises”, su fama le viene bien. No se deja deglutir ni catar con facilidad. El libro es complejo, duro de leer y masticar. No pocos lectores lo han intentado en varias ocasiones y terminan por dejarlo. Se lo platiqué la vez anterior, hasta el propio Jorge Luis Borges en su momento lo dejó escrito en “Inquisiciones”: “Confieso no haber desbrozado las setecientas páginas que lo integran, confieso haberlo practicado solamente a retazos y sin embargo sé lo que es...” El sabio George Steiner, quien relativamente murió hace poco tiempo, ha sido tal vez quien mejor lo ha definido: “Ulises de Joyce es el eslabón entre los dos grandes mundo, el clásico y del caos”.
Y sí, esta obra pertenece a esa casta divina de libros los cuales todo mundo cita, pero pocos o nadie los han leído: “Ulises” de Joyce, “Rayuela” de Julio Cortázar, la poesía casi toda de Octavio Paz, “Frankenstein” de Mary B. Selley, “Bajo el volcán” de Malcom Lowry, “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera, “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes, la obra completa de William Shakespeare, “La montaña mágica” de Thomas Mann...
Sí, esos libros clásicos los cuales todo mundo cita... sin haberlos leído. En la pasada celebración mundial del ya famoso “Bloomsday”, una agencia de viajes promocionó el viaje turístico de la siguiente manera para visitar Irlanda: “El festival para disfrutar de James Joyce sin haberlo leído”. Sin duda, esto y no otra cosa es lo de hoy. La primera edición de “Ulises” pesaba kilo y medio y constaba de 732 páginas. Su precio fue menor a 10 dólares.
Letras minúsculas
“Tiempos de peste. Las fosas de fiebre de cal viva para devorarlos... cenizas a las cenizas”. ¿Le suena lo anterior? Es James Joyce hace 100 años. Genial. Absolutamente genial.