- 25 septiembre 2024
Dos hombres, dos tiempos distintos y no obstante...
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Conocí a León Felipe cuando tenía 12 años, no en persona, sino en uno de sus poemas. Me lo presentó mi querido e inolvidable maestro de teatro y dicción, don Daniel Tapia Colman, y nunca lo he olvidado. También a Giuseppe Verdi, él lo trajo para que se quedara para siempre en mi corazón. Lo escuchábamos generalmente al terminar la clase. La favorita era “Va pensiero”, de su ópera Nabucco... Y siempre, siempre, me conmovía hasta las lágrimas, y hasta la fecha.
León Felipe Camino y Galicia de la Rosa, era su nombre completo, lo dejó en León Felipe, los “años azules de su infancia”, así lo dice en su poema Qué lástima, los pasó en Salamanca. Su profesión no tenía nada que ver con las letras, era farmacéutico de carrera, pero nunca fue lo suyo. Viajó por muchas partes, vivió en la Alcarria y en Guinea Española, también en Estados Unidos. En 1922 viajó a México invitado por Alfonso Reyes y conoció el ambiente intelectual de nuestro país, realizó trabajos de bibliotecario en el puerto de Veracruz. Retornó a España cuando empezaba la Guerra Civil y fue militante republicano hasta 1938. Cuando Franco llega al poder en 1949 abandona España para siempre y viene a radicar a México de manera definitiva con su esposa, la maestra Berta Gamboa.
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Dicho esto, paso a su obra, que es extraordinaria, de una fuerza conmovedora, porque León Felipe era un poeta profundo, estremecedor, su hondo sentimiento de justicia se vuelca en su poesía revolucionaria en forma de arengas y proclamas. El amor a su patria brota en cada verso de Qué lástima: “Qué lástima que yo no pueda cantar, con una voz engolada a la gloria de la patria, a la usanza de este tiempo, lo mismo que los poetas que hoy cantan...Qué lástima que yo no tenga una patria...”. Sus versos encierran el drama de su patria, el triunfo de la injusticia, de la ilegalidad, de la opresión, que dañaban hasta lo más hondo el ser de un hombre sensible y bueno como era él. Y tuvo que salir como muchos españoles al exilio. Y León Felipe se convirtió en la voz, en el grito, en el llanto de muchos exiliados que encontraron en nuestro país un refugio al abandonar la tierra en la que nacieron.
Su obra es un canto vehemente a la libertad, su poesía se yergue en clara rebeldía contra el abuso, la insolidaridad y la tiranía, y a la vez como una promesa
de esperanza de que alguna vez llegará la luz. León Felipe, nunca volvió a España, murió en México el 18 de septiembre de 1968. Es tan nuestro como de la península Ibérica. Léalo por favor, conozca el dolor por esa patria perdida: “Español del éxodo de hoy, te salvarás como hombre, pero no como español. No tienes patria ni tribu. Si puedes, hunde tus raíces y tus sueños en la lluvia ecuménica del sol...”. Nunca cejó su lucha por la justicia, el amor, la verdad y el equilibrio.
¿Se imagina, usted que me lee, que tuviéramos que dejar nuestro país porque resultara imposible vivir en él?, ¿abandonar nuestra tierra porque un infeliz empoderado logre dividirnos hasta odiarnos entre hermanos?, ¿y desde el exilio llorar por el regreso? Eso es lo que dice Va pensiero, del Nabucco, la obra que más amo de Giuseppe Verdi: “Ve, pensamiento, con alas doradas; ve, pósate en laderas y colinas, donde huele la suave fragancia, la dulce brisa de la tierra natal! Las orillas del Jordán saludan, de Sion las torres destruidas. ¡Oh, patria mía, tan bella y perdida! ¡Oh, recuerdo tan querido y desdichado!”. Nabucco fue, como lo subrayan sus biógrafos, la tabla de salvación de un Verdi agobiado por el dolor tras la pérdida de sus hijos y su esposa y además la invasión del imperio austriaco a su patria, Italia.
Nabucco, es una historia de redención y un símbolo de identidad. En ella se expresan la opresión y la persecución de los babilonios hacia un pueblo que anhela recuperar su libertad y sus raíces frente al extranjero que lo pisa. El coro de esclavos en el tercer acto de la ópera se eleva como una plegaria de los judíos oprimidos, que claman por su libertad y por el anhelo de volver a la tierra de sus ancestros. Es sin duda, un canto a la esperanza, al que la música de Verdi, vuelve sublime.
Verdi y León Felipe, León Felipe y Verdi, dos talentos excelsos, en dos tiempos distintos, pero tan iguales. Los dos le cantan a la libertad, a la nostalgia de haberla perdido, los dos agobiados por el dolor y no obstante, aferrados a la esperanza de que todo pasará... Me enrabia que hoy día, un tipo que llegó al poder por la vía democrática, se empeñe en dividirnos, y que haya mexicanos que se lo estén permitiendo. Ni se enteran de lo que nos está quitando, porque ni enterados están de qué se trata. Me refiero a los derechos, ¿qué derechos?, ¿cómo se puede pelear por lo que se desconoce? Más nos vale a todos, tomar cartas en el asunto, si nos quedamos como mirones de piedra vamos a llorar, igual que el cobarde de Boabdil, cuando perdió Granada. Y ya para qué. Y no me digan que no les importa, si así es, no somos mexicanos. Y bien merecido lo tendremos, por nuestra orfandad de arrestos y determinación. México está ardiendo, ¿o no?
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