El agua de la bendita Laguna: ¿quién cuida nuestros mantos acuíferos?
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¿Quién cuida el agua de nuestros mantos acuíferos en la Comarca Lagunera? ¿Quién preserva nuestra vida a través del agua? ¿Quién nos protege de los intereses económicos y políticos que medran con el vital líquido? ¿Quién asegura nuestro derecho humano al acceso, a la disposición y al saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible? En teoría, ¿quién habría de defendernos de la sobreexplotación y de la pésima administración de nuestros recursos hídricos? Nuestro defensor sería el Gobierno federal a través de Conagua, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la dirección de Cuencas Centrales del Norte. Pero ni maíz, palomas.
Hace dos días, “la Suprema Corte de Justicia de la Nación concedió el amparo y protección de la justicia a las asociaciones ProDeNazas y Desarrollo Cardenista para el Campo Lagunero por considerar que la Conagua, Semarnat y la dirección de Cuencas Centrales del Norte fueron omisas “en acatar diversas de sus obligaciones (de respetar, proteger y cumplir), internacionales y nacionales, en materia del derecho humano al agua, en relación con el diverso derecho a un medio ambiente sano’”. Por unanimidad de votos, este dictamen propuesto por el ministro ponente Juan Luis González Carrancá, fue aprobado.
La sentencia determinó 19 omisiones administrativas de esas autoridades para hacerlas responsables de la sobreexplotación del acuífero de la Comarca Lagunera. Y les conminó también “a subsanar los efectos de dichas omisiones para ‘garantizar la preservación, el suministro y el saneamiento sustentables de los recursos hídricos del acuífero’”. Sin comprometer, enfatizó, “el acceso de la parte quejosa, ni tampoco el de las generaciones futuras que habiten en la Comarca Lagunera”.
Conagua fue omisa en aplicar siete procedimientos administrativos. Menciono tres: no formuló “una política hídrica sobre el acuífero en aras de evitar su sobreexplotación y escasez, así como para alcanzar su sustentabilidad hidrológica, y entonces ponerla a consideración del Poder Ejecutivo federal”. No formuló y aplicó “programas y lineamientos técnicos y administrativos sobre el acuífero para evitar su sobreexplotación y, de esta forma, atender la emergencia relativa a la escasez extrema de sus recursos hídricos”. Y no “tomó las medidas necesarias para garantizar el abastecimiento del uso doméstico y público urbano de agua tomando como base para esa determinación la situación de emergencia y escasez extrema (o disponibilidad nula) en que se encuentra el acuífero”.
Semarnat fue omisa en tres procedimientos: menciono uno. No incluyó “subprogramas en el ‘Programa Nacional Hídrico 2020-2014’ para la implementación de medidas específicas que afronten directamente la problemática de escasez del acuífero, así como para corregir su sobreexplotación”.
Cuencas Centrales del Norte omitió nueve procedimientos administrativos. Presento dos: no “propuso una política hídrica (regional) sobre el acuífero, en congruencia con la política hídrica nacional (también omitida)”. Y no “consultó a la parte quejosa, así como a todos los usuarios y organizaciones de la sociedad civil con interés directo en el acuífero, sobre las medidas pertinentes para enfrentar la situación de escasez extrema y sobreexplotación del acuífero”.
Nada más con esas omisiones; ¿cómo no imaginar que nuestro derecho humano al agua no haya sido violentado, una y otra vez a lo largo de décadas? ¿Cómo no pensar, que en tal desprotección, intereses económicos y políticos hayan medrado a discreción con el agua de todos los laguneros? ¿Qué sucederá con el proyecto Agua Saludable, por estar montado en esas omisiones? ¿Subsanará los efectos de la sentencia para fortalecerlo? ¿O no?
Más allá de ello, sin embargo, la oportunidad para reconstruir y reordenar la relación con nuestra bendita agua está ahí; para marcar un hito en nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos. ¡Ojalá que así sea! Por el bien de todos y de nuestra naturaleza, que desde su abandono hídrico nos abraza sin reproches, desde sus majestuosos amaneceres y atardeceres, cada día.
Nota: el autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
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