El encanto del poder
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El poder es una plataforma en la que el hombre o la mujer, según sea el caso, lo ejercen en la medida de sus virtudes o de sus limitaciones.
Parecería incorrecto adjetivar a un ente político como limitado o limitada, pero es primordial partir de una realidad que se repite muchas veces en el contexto nacional. La formación humanista en los políticos generalmente es inexistente.
Hay estilos de ejercer el poder. Recuerdo en Nuevo León al personaje que fue don Alfonso Martínez Domínguez, gobernador de 1979 a 1985. Tenía un amplio respaldo de la sociedad y del sector empresarial, iniciando su día a día de trabajo a las siete de la mañana con puntualidad extrema. Logró resignificar el otrora feo centro urbano de la ciudad de Monterrey imponiendo su voluntad política para construir la llamada Macroplaza que ahora requiere un remozamiento urgente.
De 1975 a 1981 gobernó el estado de Coahuila de Zaragoza don Óscar Flores Tapia, quien tenía una gran sensibilidad a través de la poesía y de su interesante narrativa periodística creó en su gestión gubernamental la infraestructura urbana de Saltillo. También, como en el caso de don Alfonso Martínez Domínguez, ejerció su poder e influencia para reconversiones profundas de carácter urbano.
He visto a mujeres como doña Griselda Álvarez en Colima y en Tlaxcala a doña Beatriz Paredes Rangel que han tenido estilos de poder desde la cultura y la sensibilidad. Menos polémicas que los dos personajes que mencioné antes, influyeron notablemente en la resignificación social de sus gobernados.
Dicen que en el servicio público es más complejo trabajar bajo las órdenes de una dama y que las mujeres en el poder son más estrictas y cuidadosas en sus compromisos. En el imaginario colectivo se percibe a la mujer más carente de vicios y menos proclive a la corrupción, aunque también he conocido funcionarias públicas corruptas.
Hay un magnetismo que tienen las personas cuando están ejerciendo el poder que hace que las sigan con mucho interés, pasando a un segundo plano sus dones personales y siendo su posición en la que se centra la atención de los seguidores; quizá para lograr un favor especial, un trabajo o la oportunidad de hacer un negocio.
El poder reviste de un encanto a quienes lo ejercen. Hay otro tipo de poder, como el que brinda el dinero o el conocimiento, y que es más atemporal que el poder político, pero igual quienes lo ejercen tienen seguidores que los persiguen por su condición de privilegio.
Pero el poder político en México debería ser como el que ejerce desde 2005 Angela Merkel en Alemania o el que ejerció José Mujica en Uruguay de 2010 a 2015, personajes que entienden el papel verdadero de los servidores públicos. Ellos no heredarían su cargo a un hermano o a una hermana.
En Nuevo León se vivirán a partir de hoy los tiempos de transición entre un gobierno estatal saliente y uno entrante; unas personas perderán poder político, otras lo asumirán. Ahora los líderes políticos tienen perfiles muy distintos a los que tuvieron don Alfonso Martínez Domínguez o don Óscar Flores Tapia, porque el poder está en función a consensos y a diálogos cibernéticos. El encanto que ofrece el poder ahora es más temporal que nunca, aunque se haya nacido en Tabasco.