El mandato de no decir lo que duele
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La suavidad, el silencio y la dulzura, algo asociado culturalmente a lo femenino o a la normatividad hegemónica de lo que es una mujer, es una construcción que ahora pesa como un lastre. Se conmemoró de nuevo una fecha en contra de la violencia que se ejerce hacia las mujeres. El escenario se constituye por cifras más altas de violencia y estadísticas que aún y cuando son manipuladas o no, no alcanzan el máximo ante el desistimiento de muchas afectadas a denunciar. Tortuosos y largos caminos refieren las denunciantes, llenos de formatos, formularios y tiempos que buscan la disolución de la queja.
He escuchado que los medios de comunicación solo quieren ver arder al mundo, es decir, que lucran con las violencias que se ejercen contra las mujeres, y aún y cuando en la generalidad estos casos aplican, existe una porción de los medios de comunicación que ha abonado a hacer visible esta violencia protegida a nivel institucional desde diferentes esferas. Si no, ¿cómo se sabría? Se prefiere el ocultamiento.
También se dice que el poder judicial, los abogados y todos los defensores de las mujeres que sufren violencia quieren ver arder el mundo y que, por tanto, esto perjudica el ecosistema social. Y si bien, es cierto que compra la defensa de una agredida, cambiando el curso de los eventos, desde el ámbito del derecho mucho se ha hecho. Si no, ¿cómo se sabría? Se prefiere el ocultamiento.
También se dice que las denuncias en redes sociales no son los foros adecuados, y si bien, es cierto, ya que se cuelan denuncias falsas, en la generalidad priva la factualidad. Es que se recurre a estos escenarios de canibalismo desmedido e irracional, a veces, ante la pasividad de las instituciones que protegen a los agresores precisamente también por salvar la imagen institucional. Así que avanzan por estas vías. Si no, ¿cómo se sabría? Se prefiere el ocultamiento.
Me pregunto qué piensan y desde donde hablan, quienes dirigen los espacios y deciden argumentar que se puede resolver todo puertas adentro, ¿con los perpetradores tomando decisiones y continuando en un círculo de protección y poder? En general he visto que estas posiciones son tomadas por hombres heteronormados que, como muchas mujeres, somos/son producto de un sistema educativo y social que habilita solo para mirar hacia afuera y no a mirar hacia adentro, o bien a mirar hacia adentro desde un sentido de supuesta superioridad moral.
Si la violencia ocurre en el seno familiar, también debe ser secrecía, pues existe el mandato de mantener a una familia nuclear, así, protegida per se, aún y cuando uno de sus miembros o varios, sufran abuso. Y la situación se agrava si quien opina es un religioso que tiene más poder en la familia que la búsqueda de unas relaciones humanas sanas.
Y si son marchas ciudadanas, se opina cómo pudieron haber sido mejor, menos violentas, más organizadas, en fin. Si no se denuncia fuera de este núcleo, ¿cómo se sabría? Se prefiere el ocultamiento.
Además, no existen campañas educativas sistemáticas que aporten conocimientos y procesos sobre el mundo emocional que es el que opera el cien por ciento del tiempo en la vida de una persona.
Es de llamar la atención que los mecanismos informales para denunciar a los agresores, sean llamados tendederos. Así se lleva de lo privado a lo público, la dolorosa frase: “la ropa sucia se lava en casa”. ¿Qué se quiere figurar con esto? En cuestiones donde se atraviesa la seguridad del cuerpo, lo privado es público. A menos que de verdad exista un desprendimiento de la comprensión sistémica en la que operamos los seres humanos.
Es decir, por donde se vea, se obliga a las mujeres al silencio desde los púlpitos religioso, político, académico y social hegemónicos. Como es visto, cualquiera de estas formas de control, basadas en un conocimiento hegemónico, deshabilita y juzga las manifestaciones y las denuncias.
Es por esto, que las formas diversas de expresión, no todas pacíficas, por supuesto, se presentan, y son los síntomas de una sociedad quebrantada que mutila lo femenino en cualquier sexo que se presente. El cuerpo social a revisión. Nos debemos una honda reflexión.