Entre la tradición y la fe, así se vivió la semana Santa en Saltillo
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Es uno de los más pequeños que avanza con la procesión en esta hora de la tarde, las siete. Camina junto a sus padres la noche del Viernes Santo. Juega un poco con su paraguas amarillo, color que destaca en medio de la vestimenta general elegida por la feligresía: la mayoría de los asistentes a la ceremonia han elegido tonos oscuros, uno que otro algún blanco, por allá o por acá.
Así, el amarillo resalta en esta multitud tanto como las botitas color de rosa de otra de las más chiquitas que integran el contingente.
Es la Procesión del Silencio, organizada en la iglesia de San Juan Nepomuceno. El silencio es precisamente lo que más llama la atención del momento. Habrán de recorrer la manzana alrededor de la iglesia los feligreses: al salir de ella, bajarán un poco de Hidalgo; tomarán Escobedo y subirán Allende, hasta topar en la calle de Praxedis de la Peña, alcanzando de nuevo Hidalgo y siguiendo de nuevo al norte, hasta arribar de nuevo a la iglesia.
Todo ello en medio de un profundo silencio, apenas roto por el metálico sonido de un par de matracas que indicará el momento en que se detenga apenas unos instantes la procesión.
Delante de la feligresía, integrada ya por unos 180 fieles, presidiendo la procesión va la figura de Cristo Crucificado, con la que se está familiarizado por formar parte de la misma iglesia; detrás de la imagen, sostenida por hombres de servicio católico, aparece el catafalco en que han colocado a la Virgen María, vestida de duelo y el atemporal rostro cargado de tristeza.
Los niños presentes parecen entender el momento de gravedad de la ceremonia. Así, siendo varios, no hacen juegos o causan gracejadas. Quizá sea este uno de los momentos que recuerden cuando lleguen a adultos y sean ellos los que continúen la tradición que iniciaron con ellos sus padres, los cuales, a su vez, continúan las de sus mayores.
Los días santos sorprendieron a Saltillo con lluvias, granizo y frío. Quienes recordaban y esperaban que la temperatura se rebosara en grados Celsius y con ellas vinieran viento y polvos, quedaron en espera, pues una brisa húmeda prevaleció a lo largo de los días y esta noche de Viernes Santo fue el sello que la marcó.
Ello no impidió que el templo de San Juan, como otras muchas iglesias de la ciudad, no solamente continuara con la tradición, sino, además, que lograra captar muy buen número de fieles.
El Sábado de Gloria la luz iluminó más potente que los días inmediatos anteriores y el gorjeo de las aves se dejó escuchar más notablemente. ¿Menos contaminación, producto de menos población, hizo que las aves se atrevieran a salir mucho más temprano? Igual, la entrada de la primavera está haciendo sus efectos.
Si la noche anterior destacó el silencio, ahora la luz de las velas en la iglesia hizo lo propio en el Sábado de Gloria durante la vigilia pascual. Doscientas personas ofrendaron su tarde a esta vigilia que abrió el cortinaje morado para dar paso a la imagen de Jesús Resucitado.
La iglesia, a cargo del sacerdote Miguel Garza Zertuche tuvo su Viacrucis, la ceremonia del Jueves Santo, sus jornadas del Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección, con la asistencia del barrio y muchos saltillenses venidos de todas partes.
Saltillo continúa en una tradición que año con año se ve igualmente fortalecida. Ojalá los días de reflexión que ella conlleva sean también y sirvan para la convivencia en esta ciudad capital. Y que el regreso a las actividades sea una fuente en la que esa fe, que ahora se manifiesta, se multiplique en acciones en bien de la realidad cotidiana citadina.
Encuesta Vanguardia
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