¡Están despedidos! Hay que exigir más a los servidores públicos
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La palabra “desempleo” es muy conocida en México. Al igual que hablamos de crisis, de inseguridad y de corrupción, hablamos del desempleo como uno de los problemas más grandes en nuestro país. Todas las empresas, por exitosas que sean, en ocasiones se ven obligadas a despedir trabajadores. Unas veces lo hacen por razones económicas. Otras, por la negación del Gobierno a cumplir con los incentivos prometidos antes de la instalación de la empresa.
En mi opinión no hay cosa más triste que ver sin trabajo a una mujer o a un hombre capaz de ofrecer mucho, pero no hay nada que me dé más coraje que ver en un trabajo a una mujer o a un hombre que no esté capacitado para tal. Esto es difícil que se presente en una empresa, pues las contrataciones están sumamente cuidadas por el bien y rentabilidad de la compañía; sin embargo, en el Gobierno ocurre todo lo contrario.
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Si reflexionamos un poco, es casi imposible encontrar un gabinete presidencial en el que todas las personas seleccionadas sean capaces de desempeñar sus cargos. Para encontrar un trabajo en el Gobierno muchas veces no vale la preparación de la persona ni mucho menos su capacidad para trabajar. En el Gobierno actual tenemos como secretaria de Educación a una señora que no sabía ni de los programas de matemáticas para segundo de primaria luego de estar en su puesto más de una semana. El director general de PEMEX, Octavio Romero Oropeza, es agrónomo de formación. Manuel Bartlett, director de CFE, es licenciado en Derecho y Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad Pública, es licenciada en Periodismo. Para no ir más lejos, Andrés Manuel López Obrador se tardó 14 años en graduarse de la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, obteniendo un promedio total de 7.8.
Para encontrar trabajo en la administración pública muchas veces pesan más los contactos y, sobre todo, los compromisos adquiridos en tiempos pasados.
“Señor presidente, aquí está el hijo de su gran amigo de la infancia. Quiere trabajar con nosotros”. “Sí, sabía que vendría hoy. Mándalo a la secretaría de Turismo y dile que se haga cargo de ella, que va a ganar 120 mil pesos libres de impuestos”.
Quizás suene muy fácil la forma en que se otorgan muchos de los trabajos en el Gobierno, pero seguramente esta es una práctica común tomando en cuenta la gente que desempeña algunos cargos importantes. Ahí la influencia muchas veces pesa más que la preparación. Ahí debe cumplirse con los compromisos adquiridos en tiempos pasados para no tener deudas en el futuro.
Me llama la atención que jamás se habla del cese de un secretario incompetente. No he sabido yo que un servidor público de mediana importancia sea destituido de su cargo por no haber cumplido con las metas propuestas o por haber desatendido una necesidad del pueblo. Si un trabajador del Gobierno se mete en un lío muy gordo, lo peor que puede pasarle es ser reubicado a otra secretaría en donde podrá hacer gala de su formación en la excelente universidad de los políticos mexicanos, en la cual son educados para ocupar cualquier puesto, ya sea en la secretaría de Salud, como en la de Economía.
Mientras tanto, los simples mortales sufrimos cada vez que se anuncia en un recorte de personal; sufrimos cuando buscamos empleo y no encontramos; sufrimos cuando el sueldo no nos alcanza para mantener dignamente a nuestras familias.
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Quienes tienen un empleo se ven obligados a entregarse diariamente a éste para poder encontrar sustento y, a la vez, para contribuir al desarrollo de la comunidad. A todas horas podemos ver a alguien trabajando. Vemos al panadero, al taxista, al obrero, al cajero del banco, y, sin embargo, desde hace unos meses tengo una enorme preocupación: ¿los funcionarios públicos realmente trabajan igual que un ciudadano común y corriente? Yo conozco a muchos que sí, aunque también sé de múltiples ejemplos de burócratas que sólo asisten al trabajo para socializar. Para los Gobiernos la carga de trabajadores sindicales es muy pesada, y muchas veces es imposible despedir a un funcionario ineficaz e inepto.
Muchos afirman que el presidente López, cuando no tiene una visita programada a algún municipio, da por terminada su diaria labor al concluir su conferencia mañanera. Eso me parece exagerado, pero es innegable que muchos empleados de Gobierno se dedican a la difícil y ardua labor de no hacer absolutamente nada. Y ante estos “servidores públicos”, por más encumbrados que se encuentren, los ciudadanos tendremos que alzar la voz diciendo al unísono: ¡Están despedidos! Si cualquier trabajador de empresa puede ser corrido por incompetente, ¿por qué no despedir por la misma razón a un secretario, a un delegado o incluso al hombre en el que está depositado todo el poder?
Los ciudadanos contratamos con el voto a nuestros gobernantes. Es obligación nuestra también exigir la renuncia de los servidores públicos que sirven sólo a sus propias causas.
aquientrenosvanguardia@gmail.com
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