Fin de año (1)
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Es un poeta, como siempre, y no un político quien nos ha definido para la posteridad. Nos definió, y definió y bautizó nuestra era: “Aquí está el tiempo de los asesinos”. Usted lo sabe, es el verso final del poema “Mañana de embriaguez” en el poderoso libro “Iluminaciones” de Arthur Rimbaud, ese eterno y maldito infante de la literatura mundial. En su carrera literaria que apenas duró tres años, fueron suficientes para que el poeta francés redefiniera los derroteros de la poesía contemporánea. Sin duda, es el tiempo de los asesinos. Para nuestra desgracia, siempre lo ha sido.
En este fin de año, estimado lector, no hay buenas intenciones, ni celebraciones, sino una preocupación harta y genuina por el rumbo fallido que tenemos como país. Este fin de año es raro, calamitoso, apocalíptico. No todo es terciopelo, regalos en el árbol navideño y buenos deseos. En este fin de año hay una coincidencia: el rojo de las esferas y el rojo sangre que tiñe las calles y avenidas de México todo. Coahuila no escapa tan bien librado a esta maldita serie sangrienta de crueldad, maldad y asesinatos. No escapamos del todo a ello, pero sin duda, estamos mucho mejor que los estados vecinos gracias a la labor de dos políticos de mano férrea: Miguel Ángel Riquelme y Manolo Jiménez. No lo dudo, José María Fraustro Siller, Alcalde de Saltillo, continuará esta línea de seguridad y protección ciudadana al hacerse cargo de la Alcaldía local en apenas días.
Es la hora, el tiempo de los asesinos y maleantes. En México, están a sus anchas y en total libertad e impunidad. La gente, los ciudadanos con al menos dos dedos de frente, opinan algo serio lo cual está en boca de todos: los poderosos narcotraficantes reciben protección a nivel federal. Si acaso no la reciben, sí los dejan operar y nadie los molesta. Menos los detienen. La política federal, usted lo sabe, de Andrés Manuel López Obrador, es una frase trivial y fútil: “abrazos y no balazos”.
Callarse equivale a ceder terreno al crimen organizado, callarse equivale a sembrar un clima de terror que a nadie conviene. Pero, advierto, la labor de su servidor, como la de todos los escritores y periodistas, no es la de ser juez y mucho menos verdugo. No voy a juzgar en estos textos a los protagonistas ni mucho menos voy a señalar culpables, lo anterior es la labor de un juez o fiscal de la justicia mexicana. Quien esto escribe sólo presenta los hechos, los cuales y casi todo el tiempo, están a la vista de todo mundo.
Y un hecho lamentable y el cual nos retrata de cuerpo entero (días 16, 17 y 18 de diciembre), fue el boletín del Gobierno norteamericano donde éste ofrece una recompensa de 5 millones de dólares a quien brinde información para lograr la captura de los hijos del tristemente célebre Joaquín “El Chapo” Guzmán. Y usted lo sabe también, uno de los hijos, Ovidio Guzmán, fue dejado en libertad tras ser capturado en octubre de 2019 en Culiacán. La orden vino directamente de López Obrador. ¿Se le ha fincado responsabilidad al Presidente? No. Es impune, igual que los narcotraficantes. La recompensa es generosa. Puede arreglar no una vida, sino varias vidas. La recompensa es jugosa. Pero, AMLO tiene ese dinero y más.
ESQUINA-BAJAN
Es tiempo de asesinos. La violencia sin brida ni bozal se ha recrudecido en el país. Lo peor: a nadie asusta ya. Es cosa cotidiana y brutal, pero ya cosa sorda. ¿Nos hemos perdido como sociedad? Estamos a punto de ser eso, una sociedad fallida. El gobierno fallido es lo que usted y yo padecemos. ¿Cómo definirnos entonces como sociedad ya casi putrefacta? El pensador Zygmunt Bauman nos definió como una “sociedad líquida”, para Gilles Lipovetsky somos una “sociedad narcisa”, para Ulrich Beck, esta es una “sociedad de riesgo” o de plano, perdida en el catastrofismo.
Todas las definiciones nos aplican. Todas nos quedan como traje a la medida de nuestra putrefacción y desidia compartida. El mal no es algo intangible ni una entelequia más, no; el mal y la maldad son algo tangible y de presencia cotidiana en nuestra sociedad convulsa y sí, enamorada por la fascinación de la violencia y la maldad. Otrora un paraíso para los turistas, tanto Zacatecas como Tamaulipas están en manos de la sevicia del narcotráfico. Zacatecas gobernado por un discípulo de AMLO; David Monreal, está perdido y muchos de sus municipios bellos y emblemáticos, son tierra de nadie.
Los asesinatos y ajusticiamientos en pleno día en la zona conurbada de Monterrey, hablan de otra tierra sin ley. Samuel García, el nuevo Gobernador de Nuevo León, es virtual. Los asesinatos y ajusticiamientos cotidianos son reales. ¿Por qué de tanta y tan extrema brutalidad y animalidad en la muerte de miles en este México rancio? Le recuerdo el análisis del mejor periodista del mundo, John Lee Anderson, cuando en año pretérito hizo la disección puntual de la violencia en el país: “Ustedes los periodistas tienen que averiguar qué es lo que enmascara a la sociedad mexicana para encerrar en su seno tanta violencia... no es posible que tanta violencia y que criminales tan sádicos, tan imaginativamente sádicos, hayan surgido de pronto en el panorama mexicano. Algo esconde la sociedad mexicana que lo fue incubando durante años y años”.
LETRAS MINÚSCULAS
El mal no es una ficción. El mal y la maldad han tomado residencia en México. El infierno, ante los casos extremos de brutalidad sádica en México, parece algo trivial y vacuo.