Hablemos de Dios 85
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Aunque lo mío es la sombra, buscar en los escondrijos más secretos de mi atribulada alma y bucear en las aguas siempre pantanosas de la miseria humana, perpetuamente busco la luz. No por algo fui por cinco o seis años al Instituto Seglar de Estudios Religiosos “Fray Juan de Larios”, del maestro Antonio Usabiaga a tomar clases de Teología. Y siempre, siempre he seguido leyendo, preparándome en base a libros, tratados, ensayos, literatura la cual pueda ayudarme a encontrar al innombrable, a ese inasible Dios (YHWH). Lo busco desde mi condición humana, limitada y torpe por lo demás. Y usted lo sabe, con fe. Tal vez siempre rota y en cuestionamiento, pero fe al final de cuentas.
Rebelde todo el tiempo, lo busco desde mi desobediencia siempre insatisfecha. Compro las ediciones anotadas las cuales creo, me van ayudar en mi lectura y comprensión. Libros de teología y hermenéutica tengo una buena cantidad. Diccionarios, mapas, batallas, en fin, lo colecciono todo y trato de leerlo todo. Pero, también leo “El Zhoar”, he comprado una excelente edición de “El Corán” y realizo un estudio comparado de libros sagrados. Caray, qué pretencioso me vi, sólo aspiro a estudiar. Así de sencillo.
Por ello y en un viaje no tan reciente a mi ciudad adoptiva, Zacatecas, mientras hojeaba el periódico y observaba el bello desierto a ambos lados de la carretera –flora nostálgica y llorona–, en las pantallas del bus inició una película la cual empezó a llamar mi atención. Era sobre “hechos reales”. Se llamaba “El cielo es real”. De factura no tan reciente.
En tramos de la carretera fue captando mi curiosidad hasta que de plano, largué los periódicos del día de lado y vi la película. Imagino estaba un tanto editada, porque había saltos en ella los cuales no seguían una secuencia lógica, pero bueno, se dejaba ver al final de cuentas y comenzó a interesarme. ¿Argumento? De tres años, un niño gringo, Colton Burpo, sufre una apendicitis grave. Su padre, Todd Burpo, es pastor de una pequeña congregación en el pueblo de Imperial, Nebraska.
La madre apoya en todas las labores. Es decir, una típica familia norteamericana, como miles. Pero, debido a la gravedad de la operación del niño, éste al parecer y cuando se desarrolla la cirugía... va al cielo y regresa. Regresa para contarlo a cuenta gotas en el lapso de tres o cuatro años a su padre y madre. Un deslumbramiento. ¿Verdad o alucinación por el suministro de anestesia?
La película fue entretenida, repito. Llegué a Zacatecas y cumplí compromisos de trabajo mientras se posicionaba en la ciudad un agradecible frío y ola de invierno las cuales ya son casi sólo recuerdos ante el siempre bochornoso eterno y perpetuo verano. Luego, en mi recorrido de librerías y cafeterías, fui a otear libros, Biblias y artículos en una tienda cristiana... y allí estaba el libro, “El cielo es real”. Caray, no pude resistir el adquirirlo. Estaba caro, pero ha valido la pena.
Esquina-bajan
Y contra lo que pueda pensarse, el libro está muy bien redactado; claro, con la ayuda de una escritora profesional, Lynn Vincent. Son 185 páginas del periplo del infante Colton Burpo y de sus padres e incluso, de parte de la comunidad a la cual pertenecen cuando se empezó a saber que el niño había ido al cielo y había regresado para contarlo. Cuando su papá le pregunta “¿Cómo lucía Jesús?”, el infante de entre tres y cuatro años le espeta que éste tiene cabello castaño, “pelo en el rostro” (barba), unos increíbles ojos “hermosos” y que Jesús tenía “marcadores”.
¿Dónde están los marcadores de Jesús? Le pregunta un demudado Todd Burpo a su hijo, cuenta: “Extendió la mano derecha con la palma hacia arriba, y con la izquierda señaló el centro. Luego extendió la mano izquierda y la señaló con la derecha. Finalmente, se inclinó y señaló el empeine de los dos pies”. ¿Quién no quiere tener un frente a frente con Jesús? Lejos del estereotipo de Hollywood y su fenotipo edulcorado, la descripción del infante de cómo es físicamente el carpintero clavado en la cruz, deja una imagen más, digamos, terrenal. Y lo anterior lo emparento cuando en una de las clases de teología, con su acostumbrada voz de trueno, don Antonio Usabiaga nos puso a describir, a deletrear el físico de Jesús.
Al ser “Nazireo” (En Números 6. 1-21 se encuentran todas sus normas), éste tenía el cabello largo, rebelde y una barba hirsuta, retorcida, desaliñada (los nazireos más famosos son Sansón y Samuel), propia del hombre de carácter recio y con pocas dudas. Recuerde usted que Jesucristo era carpintero, como su padre. Tenían que tener un oficio de vida digno. Cejas tupidas y pelo en pecho.
En el libro del cual hoy le cuento, “El cielo es real”. Aparece, se edita una pintura que el niño Colton Burpo reconoció como la “fotografía” de ÉL. Al que vio en el cielo. Es la pintura de una niña, Akiane Kramarik, de seis años, la cual es autodidacta y pinta... lo que ve en el cielo. Hay un documental al respecto, “Akiane: her life, her art, her poetry”, transmitido en CNN.
Letras minúsculas
¿Cómo es el cielo, a dónde van los niños cuando mueren? Y aquella famosa pregunta a Jesús, ¿cómo seremos ya muertos? Aquí tienen respuesta. La respuesta de un niño.