¿Irán los partidos por el partido abstencionista de México?
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En las elecciones del 5 de junio pasado, no ganó Morena y su coalición “Juntos Hacemos Historia” o la alianza “Va por México”, integrada por el PRI, PAN y PRD. Triunfó el abstencionismo, lo cual es ya un lugar común en nuestro país.
Ese día, en Tamaulipas la votación no alcanzó 50 por ciento del padrón. En Durango, votó sólo el 48 por ciento. En Aguascalientes, participó el 44.6 por ciento. En Hidalgo, sufragó el 43 por ciento. En Quintana Roo, llegó a 38.4 por ciento. Y en Oaxaca votó sólo 36.12 por ciento de votantes de la lista nominal.
Estos altos porcentajes de abstencionismo, desataron el pensamiento mágico de muchos mexicanos de clases medias, medias altas y altas, quienes de manera automática pensaron: “si los votantes –del partido abstencionista– salen a votar en 2024 derrotamos a Morena”.
Pero, ¿dónde están ubicados los integrantes del mayor partido de México –el de abstencionistas?
Carlos Hernández Torres, uno de los estudiosos del tema, precisa: “el mayor porcentaje de abstencionistas está en la población más educada y con más bienes económicos en su hogar”.
Irónicamente, apunta Héctor Aguilar Camín: “las decisiones fundamentales del gobierno de AMLO van en contra de esas franjas de la población, que podríamos llamar, en general, ‘clases medias’”. E insiste: “el gobierno (de la 4T) no es amigo, ni en el discurso ni en los hechos, de las clases medias, pero el mayor enemigo de estas lo llevan dentro: es su marcado abstencionismo electoral, bajo él uno puede oler el desprecio a la política y a los políticos que habrán de gobernarlos”.
¿Existe alguna otra razón del abstencionismo militante de las clases medias que miran, se quejan, despotrican y mentan madres contra la 4T pero, sin salir a votar contra ella? ¿Acaso los integrantes de esas clases medias obtienen algún tipo de placer metafísico al ser humillados, golpeados y atados por la 4T que busca congelar de por vida su aspiracionismo pequeño y burgués?
Los partidos políticos abonaron a ese abstencionismo al privilegiar el voto clientelar de las mayorías empobrecidas del país. Nunca, salvo contadas excepciones, buscaron el voto no clientelar de las clases medias. De esta manera, redujeron el valor de nuestra democracia a la capacidad partidista –con dinero legal o ilegal– para comprar el voto entre los más pobres del país.
Hoy que Morena les aventajó en ese territorio –mediante el medio billón de pesos destinado a programas sociales y transferencias económicas directas– entre la gente más necesitada, los partidos políticos de la oposición están obligados a desarrollar estrategias de inserción entre las clases medias para obtener su voto mediante tres competencias hasta hoy inéditas entre sus militantes: capacidad para dialogar, persuadir y contrastar la oferta política de su candidato con un sentido pedagógico que incluye por necesidad, inteligencia y respeto para su interlocutor; capacidad para formar multiplicadores de la oferta de su candidato y, finalmente, capacidad para armar redes de simpatizantes comprometidos a votar e inclusive participar como observadores del día de las elecciones.
Es la única manera de cómo los partidos políticos pueden iniciar entre las clases medias el camino de su redención para reducir “el desprecio a la política de –estas clases– y a los políticos que habrán de gobernarlos”. Es la única manera, también, de cómo pueden atraer a ese partido mayoritario abstencionista para ganar las elecciones en 2024.
¿Lo alcanzarán a entender esos partidos políticos de oposición más allá de su necesidad de salvarse a sí mismos a como de lugar? Y de ser así, ¿tendrán suficiente tiempo para ello?