La ley de la montaña: subir, caer y volver a soñar...
COMPARTIR
TEMAS
A Yolita, luna que eclipsa mis sombras
Hace seis años, Yolita y yo fuimos a esquiar a menos 30 grados. No sabíamos nada. Rentamos el equipo. Bajamos la montaña, sin instructor. Se nos hizo fácil. Nos caímos, nos levantamos. Ella fue más exitosa: tuvo mayor control, seguridad y equilibrio. Yo no podía, pero bajé porque no me rendí.
Fuimos, obviamente, muy temerarios. Pero lo logramos. No pasó ningún accidente. Nos divertimos. Tiempo después lo volvimos hacer otra vez. Pero ahora mejor, más preparados, más veces y con una gran montaña.
Desde entonces –y más ahora– me quedó claro que mi hija tiene madera para grandes cosas. Ya su destino le marca sus caminos. Pero tiene mejores condiciones para ir por ellos. De eso se trata, creo, el ser padre: que tus seres queridos tengan mejores condiciones y experiencias, para que desarrollen mejor las oportunidades que les brinda la vida. Yolita sabe todos mis errores y defectos: me los reclama. Pero siempre sabe que estaré a su lado para darle seguridad.
Ella, sin duda, está –y estará– más preparada que yo. Es más sensible. Más prudente. Es más decidida. Es más bella e inteligente. Es mi mejor versión. Espero que su camino lo disfrute. Se va caer, va tener miedo, va llorar y se va tener que levantar. Yo sólo puedo compartirle mi experiencia, mis aciertos y errores y acompañarla, por supuesto, hasta donde me alcance. Espero que sean muchos años más.
Ella siempre me ve deslizándome: con montañas, nubes y sueños. Siempre desafiando la ley de la montaña, pero aceptando de antemano todos los riesgos, obstáculos y tropezones. Los caminos de la vida asustan, generan dudas y, como a todos, hacen sufrir. Pero no hay que rendirse. Me puedo arrepentir por hacer, pero nunca por dejar de hacer lo que quiero tener. Siempre lo intento hasta conseguirlo.
Esquiar en la nieve ha sido una de las experiencias más significativas en mi vida: sentir el frío, las colinas, el miedo, la adrenalina y, sobre todo, la tranquilidad que te deja bajar la montaña, vivo y salvo. Es como la vida: uno quiere volver a subir, volver a vivir los misterios de los caminos que tienes que descifrar en tu andar. Sólo así se sueña en la realidad.
Bajar la montaña no es fácil. Necesitas fuerza, control, equilibrio y aprender a deslizarte para evitar caídas, para evitar accidentes. Yolita sabe esquiar mejor que yo. Lo único que le pude dar fueron lecciones de seguridad: dominar el miedo para enfrentar su camino. No quería bajar. Le dieron mucho miedo las colinas. Lloró. Pero lo logró a mi lado.
La vida es una permanente bajada: puedes caerte, pero debes levantarte; puedes quedar en el camino, pero debes intentarlo de nuevo. Sólo los que no entienden la ley de la montaña, no llegan a la meta que siempre te espera. Terminan truncando su camino. No terminan por conseguir lo que la vida les ofrecía. Llegan a sus límites, después de haber hecho de todo, pero sin tener la seguridad de obtenerlo.
Cuando uno baja debe decidir el camino. Debe estar seguro de que lo logrará. En la montaña escoges la ruta: si por una colina verde, azul o negra. Como en la vida: tú escoges la ruta. Eso depende de ti. Pero te debes preparar. No puedes soltarte con pasión o simple arrojo. Debes concentrarte bien. Pero cuando te sueltas comienzas a vivir la experiencia como en la vida: a esquivar los obstáculos, a disfrutarlos y a superarlos.
Lo más significativo de estas travesías es lo que dejas atrás para tener mayor paz, mayor seguridad; menor necesidad, menor complicación en tu futuro personal.
Uno se debe preguntar: “Si no hubiera tomado ese camino, ¿qué sería de mí vida?”. No tendrías lo que hoy tienes, no hubieras vivido la experiencia, pero sobre todo no estarías preparado para tu futuro. Si uno no lo entiende, aun cuando bajes la montaña, no entenderás que lo que pasaste fue fundamental para tu destino que sólo tú vas a aceptar, a decidir y a disfrutar. Si no, claudicarás en el camino, con nuevos destinos que podrán ser (mejores o peores). Eso ya será tu suerte, no tu decisión.
LA TEORÍA CAUSAL DE LA VIDA
En Derecho Penal, existe una fórmula básica del nexo causal: es causa de lo causado todo aquello que si suprimiendo hipotéticamente la conducta, con ello desaparece el resultado.
Pues bien: ¿qué sería de mi vida si no hubiera hecho una tesis en la licenciatura para graduarme?, ¿qué hubiera sido de mi vida sin mi experiencia profesional?, ¿qué hubiera sido sin mi doctorado?, ¿qué hubiera sido sin la AIDH, ¿qué hubiera sido sin mi carrera judicial? Sería muy difícil ver lo que hoy soy. Sería muy difícil ver a los que me rodean. Sería muy difícil soñar mi futuro. Sería muy difícil vivir con lo que no fue, con lo que no logré.
Mi vida es así: con subidas y bajadas. Así lo decidí. Así lo acepto. A veces me gusta, a veces no. Pero Yolita, como parte de mi ser, es la que me ayuda a ir por mis caminos, a darme sombra para conectarme conmigo, para relajarme y enfocarme, pero sobre todo para desaparecer, como la última luna, todo lo que algún día me nubló por subirme a la montaña por temerario. Yolita eclipsa mi vida.
Espero subir de nuevo a la montaña, con más fuerza y control, para volver a soñar lo que me espera vivir como destino. No es suerte. Es mi decisión.