La urgente deliberación pública
COMPARTIR
TEMAS
Lo político se nos da en virtud de la necesidad que tenemos de vivir juntos. Porque el ser humano sabe que necesita del otro para vivir una vida con más calidad, en ese sentido, es político porque posee racionalidad y posee la palabra como vehículo para equilibrar lo desequilibrado.
El concepto no tiene un significado único, es muy amplio, y abarca cualquier tipo de actividad autónoma. Política es la aspiración de participar en el poder o influir en la distribución del poder, de ahí que todos podemos realizar estas acciones. En el mundo griego la política era la acción que concernía a quienes eran ciudadanos. Por encima de los intereses individuales, estaban los intereses de todos, por eso en algunos momentos los ciudadanos debían abandonar los intereses particulares.
Durante mucho tiempo el político habitó en las Cortes a las que sólo los nobles tuvieron acceso. Por la Edad Media se movió al plano de lo representativo, olvidando su importancia como una acción colectiva, en tanto que se configura como defensa del bien común; pensemos en la Magna Carta Libertatum de 1215 o Bill of Rights de 1689 en Inglaterra, que a la postre fueron el soporte de las revoluciones norteamericanas y francesas, respectivamente. Lo deliberativo vendrá después.
Tiempo después, para Hobbes lo político queda caracterizado por la instauración de una autoridad legítima. El poder surge de la construcción misma de la comunalidad, actuar políticamente significa deliberar en común, pero ante todo la participación en una forma de vida comunitaria y la capacitación cívica para la deliberación pública. Aunque el leviatán sea un gigantesco monstruo marino, es decir, la analogía del Estado, la deliberación es fundamental para llegar a consensos. Aquí se da el retorno a las formas originales del concepto.
Max Weber, por el siglo 19, afirmó que “la política es el arte de razonar en común, con razones públicas, deliberadas intersubjetivamente, que orientan el curso de la interacción civil y aspiran en última instancia a incidir sobre la acción del gobierno”. En algunas latitudes caló profundo, entre nosotros no. Aquí resaltan tres elementos: razonar, deliberar y participar. Y no es que no podamos desplegarlos, en esencia todos razonamos, pero dificultamos deliberar, para esto se requieren argumentos y aún más participar.
Para redondear la idea, la política es la deliberación realizada por los ciudadanos de una comunidad sobre los asuntos comunes,
y el gobierno tiene que ver fundamentalmente con la toma de decisiones. La política moderna ha evolucionado hasta convertirse en política mediática, mientras que la esfera pública interactiva de las comunidades de ciudadanos se ha transformado en el mercado de la política,
ese es el problema.
En México, la deliberación sigue sin darse, a pesar de que temas no nos faltan. El problema es que la deliberación es de café, de carnes asadas y de redes sociales. Nuestros intereses van por otro lado: al mundo deportivo, religioso o a las condiciones climáticas, a la plática sin sentido y sin argumentos.
Deliberar y participar en la agenda pública en cualquiera de sus múltiples formas es parte de lo que desde hace un buen tiempo por esencia deberíamos de estar haciendo porque, como afirma James Bohman (1996, p. 25), es una práctica dialógica implicada en el proceso de formar una razón pública, es un mecanismo de control, como lo son otras prácticas democráticas que por múltiples razones –algunas inverosímiles– no hemos practicado y nos negamos a practicar, por supuesto, me refiero a los mexicanos.
Dirá Alejandro Monsiváis Carrillo, en un trabajo llamado “La deliberación como mecanismo de control democrático: precisiones analíticas y cuestiones emergentes”, que la deliberación es decisiva para difundir información, proporcionar voz, representar discursos o intereses, clarificar diferencias, construir razonamientos públicos, exigir justificaciones, generar compromisos y sostener pautas de coordinación que trasciendan la toma de decisiones concretas. Pero insisto, no hemos hecho de la deliberación una buena costumbre.
Deliberar es ponerse de acuerdo, con razones, con fundamentos, con argumentos y ese es uno de los grandes problemas por los que no nos ponemos de acuerdo. Muy probablemente por eso hoy algunos de los mecanismos de la democracia, como la revocación de mandato, el referéndum, las consultas y la rendición de cuentas, no tienen perspectiva en nuestro País. Lo contrario es la cerrazón, la intolerancia, el fundamentalismo y la división social.
La promulgación de la libertad se dio a partir de 1821, la democracia representativa a partir de 1824, sólo a partir del año 2000 comenzó la incipiente deliberación que nos llevó a acabar con el régimen de un sólo partido; sin embargo, dejamos al tiempo que los gobiernos en sus distintos colores la diluyeran o intencionalmente la cancelaran, es una obligación de todos impulsarla.
La práctica del diálogo, el consenso y la deliberación son las prácticas democráticas que los países con mejor calidad de vida, anticorrupción, mejor educación, mejores niveles de democracia, entre otras cosas, pusieron en práctica desde hace un buen tiempo. El debate y la discusión sobre los problemas torales que vive el País a partir de argumentos, hoy más que en otros tiempos, se convirtió en una urgencia. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx