Lo importante... (3)
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“El Kempis”. Así se conoce el libro. Fue escrito o bien, se le conoce fecha de terminación de obra hacia 1418. Es decir, siglo XV. Su fama ha trascendido milenios bajo un solo palio: es menester leerlo al menos una vez en la vida y su fama es de boca en boca, de recomendación en recomendación y si acaso se tiene el libro y uno lo quiere compartir, es menester entregarlo de mano en mano. Es un libro el cual circula poco en sus mejores y antiguas ediciones (es lujo tenerlas), aunque ya recientemente hay ediciones comerciales las cuales se dejan leer, así a secas.
Es “Imitación de Cristo” del monje Tomás de Kempis. Libro el cual forma parte de nuestro abecedario personal, se sea o no católico o cristiano. Es intrascendente lo anterior. Lo trascendente es precisamente el buscar la perfección, el seguir las huellas y costumbres y vida del maestro Jesucristo en su tránsito terreno. El monje alemán quiso hacer lo anterior con su tratado, sus lecciones de vida: imitar a Cristo. El resultado ha sido una obra de porciones y proposiciones místicas la cual tiene ya más de cinco siglos. Es de tal tamaño su influencia aún hoy, que recuerdo en una novela del Nobel Mario Vargas Llosa, hay un personaje perfilado por el esteta peruano el cual todo el tiempo cita al “Kempis”.
Leo entonces “mi Kempis”, tengo a saber dos ediciones. Una antigua, papel cebolla, encuadernado en piel de becerro con costillas y separador de listón y encaje blanco incluido (aunque ya casi una hilacha, por el paso del imbatible tiempo), tengo otra edición comercial con algunas erratas lamentables. Pero tamaño de bolsillo la cual se deja leer en los viajes cortos. Leo “mi Kempis”: “¿Crees tú poder escapar de lo que ningún mortal ha podido?...”. Nadie, nadie va a escapar de la muerte. Y la parca va a llegar hoy o mañana o dentro de un año o diez. Pero va a llegar. Con la nueva mutación del virus de laboratorio (bautizada ahora como “Ómicron”), nuestra vida cotidiana se ha reducido dramáticamente a dos alternativas: vivir o morir.
Entonces habitamos nuestro propio calvario personal. Asistimos a nuestro muy personal Apocalipsis. Si llega nuestro final, es el final de los tiempos, como bien lo escribió el viejo Juan en la Isla de Patmos. “Es el Apocalipsis personal según san Juan, de cada muerto que se contagió. Es el fin del mundo para y por cada muerto por el virus...”. El puntilloso y anterior entrecomillado no es mío, son líneas textuales del hidalgo y melómano saltillense y gran, gran lector, don Javier Salinas.
Le doy la razón y coincido con su análisis al respecto. Leamos a Tomás de Kempis, leamos “el Kempis”: “...hay que ver todas las cosas de la tierra como quien va de paso. Todas las cosas van de paso; tú también vas de paso con ellas”. Somos finitos señor lector, y estamos de paso aquí en la tierra. Tierra la cual ya nos acabamos, por cierto. Entonces, ¿si usted tiene tantos años como, 56 para ser exactos, deambulando en el asfalto cotidiano, qué es hoy y ahora lo importante en su vida antes de unirse a la eternidad y tener su propio y único Apocalipsis?
ESQUINA-BAJAN
Punto uno: hay una cita bíblica la cual todo mundo repite. De tanto repetirla, está tan gastada que a mí en lo personal, ni me gusta y no me dice nada. Absolutamente nada. Es aquello (cito de memoria): de qué le sirve ganar al hombre el mundo entero, si se pierde a sí mismo. O algo así. La idea no es mala. Pero, en la vida real no sirve de nada hoy en día. ¿Lo duda? Pues pregúnteselo al hombre más rico de México y Latinoamérica y el número 16 del mundo, Carlos Slim.
Punto dos: ¿Al tener tantos y tantos millones, se ha perdido a sí mismo cuando ya es dueño de una buena porción del pastel que es el mundo? No. Es feliz y sigue abultando su cartera... merced a su amistad con Andrés Manuel López Obrador. En este mes de diciembre, se le autorizará a Slim Helú que una de sus empresas, Claro Video, entre de lleno a la televisión de paga. Cuando usted lo sabe, estaba prohibido por aquello de la Ley que no funciona en México (con AMLO o sin él): prohibidos los monopolios.
Punto tres: en días pasados el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme presentó su 4º Informe de Gobierno. Lo hace, lo hizo en tiempos de oscura y letal pandemia. Su gestión ha sido bien aprobada. De mano dura y fuerte, el tener el control político en la entidad lo ha catapultado todo el año y el año pasado, a ser uno de los gobernadores del país mejor calificados. Según la casa encuestadora a escoger, pero Riquelme Solís aparece siempre como el primero o segundo mejor calificado. De este tamaño es su presencia en el ajedrez político nacional.
Punto cuatro: se avecinan los cambios de mando en las Alcaldías de Coahuila. Deja la Alcaldía de Saltillo el “Cowboy urbano”, Manolo Jiménez. Deja la Alcaldía de mi ciudad, bien posicionado, pero sobre todo, deja una administración disciplinada y trabajando. Su estilo huracanado de emprenderlo todo y andar cada camino de la brega, así fuese un camino escarpado, lo llevó a estar siempre en el “Top Five” de los mejores Alcaldes del país. Su futuro político es ilimitado. El alto, ejecutivo y garboso Alcalde de Ramos Arizpe, José María Morales, “Chema” Morales, repite en el cargo luego de una aplastante victoria en las urnas.
LETRAS MINÚSCULAS
Leo “el Kempis”: “Si ahora no te preocupas tú por ti mismo, ¿quién se preocupará por ti?”. Viva señor lector y sólo realice ya lo importante en su vida.