Lo que pasa en China
se queda en China
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Evergrande, el coloso de la construcción internacional que opera en China, estuvo al borde de crear un cataclismo financiero internacional, o al menos eso parecía. Para los analistas financieros, la potencial quiebra de la empresa constructora significaría el inicio de otra crisis como la Lehman Brothers en 2008. Sin embargo, gran parte del mundo, aunque nervioso, comprendía que el daño potencial que podría generarse por esa empresa en el mundo, no era para tanto. Finalmente, la empresa recibió ayuda de “autoridades” chinas y el problema se esfumó dejando varias enseñanzas económicas y financieras que ameritan comentarse para entender mejor cómo funcionan los mercados, pero sobre todo, cómo funcionan las autoridades gubernamentales que rigen esos mercados.
Evergrande es una constructora china que ha vendido poco más de 12 millones de viviendas en China (como referencia la Ciudad de México tiene 4 millones de viviendas solamente). Tiene más de 200 mil empleados, pero genera casi 4 millones de empleos directos por su actividad. Entre las empresas del ranking “Fortune 500” está en el número 43 y tiene 1,300 proyectos en cartera. Sin embargo, debe 305 mil millones de dólares. De esta manera se puede ilustrar el tamaño de la empresa y sus capacidades, pero aclarando que sólo opera en China.
La preocupación mundial por la empresa y sus potenciales efectos negativos derivan de que su deuda está en las raíces de los principales bancos globales, como Deutsche Bank, BBVA, Santander, Bankinter, HSBC y el Royal Bank of Canada. Además, los fondos de inversión multinacionales como Black Rock y Ashmore Group poseen más del 20% de la deuda, más lo que suman los bancos que es alrededor de un 30%, se puede empezar a percibir lo que representa esta empresa para los sistemas financieros internacionales.
El nerviosismo de los entes financieros mundiales se origina por el efecto contagio que se pudo dar en su momento si Evergrande no hubiera tenido un rescate por parte de las autoridades chinas. En primer lugar, los principales tenedores de deuda son los bancos, que casi todos ellos como coincidencia tienen representación en México. Si la empresa no pagaba, los bancos hubieran tenido que ajustar sus activos de manera negativa, hubieran tenido que ajustar pérdidas inmensas que hubieran generado una pérdida de confianza en las bolsas de valores de todo el mundo, borrando cantidades importantes de activos y disminuyendo la riqueza de un “plumazo” de los libros contables de muchos países. También hubiera obligado a los bancos a aumentar las tasas de interés por dos razones; la primera es que como habría aumentado el riesgo, sería necesario cobrar más intereses por todos los préstamos, situación que con la contingencia sanitaria sería terrible. Ahora que es más necesario el dinero barato para poder tener una recuperación económica rápida para salir de la crisis actual, se tendrían intereses altos, generando mayor lentitud en la recuperación mundial.
En segundo lugar, el volumen de negocio de Evergrande es tal, que de acuerdo a los bancos acreedores, su quiebra hubiera representado la pérdida de 0.5% del PIB mundial. También hubiera ocasionado una disminución importante del empleo chino, lo que a su vez habría reducido el consumo mundial. Los bancos internacionales habrían afectado las capacidades de recuperación de otros países por el aumento de las tasas de interés. Al final, el mecanismo de contagio habría sido el sistema bancario y financiero mundial.
La interconectividad mundial ha quedado nuevamente evidenciada, pero lo sucedido con la empresa Evergrande no es ni por mucho algo similar al potencial destructivo financiero de lo sucedido en 2008. Este evento fue algo que se quedó en China, aunque puso los “pelos de punta” a una parte importante del mundo. Desde un principio se tenía en cuenta la potencial intervención de autoridades del coloso asiático. No podrían haber dejado a la empresa zozobrar por una ley que ellos mismos impusieron y que cambió las reglas del juego. La preventa en China era permitida, pero a las autoridades de repente no les agradó una forma de capitalismo más agresivo y decidieron que era mejor prohibirlo, así nada más. Este “susto” financiero fue ocasionado por una ocurrencia en contra de una práctica que facilitaba el financiamiento de la empresa (que pidió dinero prestado a bancos internacionales porque el dinero chino ya no alcanzaba). Todos ganaban con el esquema anterior, pero al gobierno lo le gustó. Se cambió la ley con consecuencias funestas para el mundo, aunque se reconoció el error y la empresa fue ayudada.
Capitalizar a las empresas siempre será un buen negocio, hasta en China, sobre todo cuando la contingencia sanitaria obliga a las personas a buscar casas y departamentos más grandes para soportar mejor el encierro. Al inicio de la semana el dólar subió ante la potencial quiebra de la empresa, las bolsas de valores del mundo bajaron de precio. Hoy todo ha vuelto a la normalidad y con mejores perspectivas porque los presagios de un desastre económico mundial se han desvanecido. A lo largo del tiempo se irán presentando nuevas amenazas, pero habrá que entender que no siempre serán éstas de niveles apocalípticos como muchos anunciaron. El sistema financiero mundial está sujeto a ciclos, altibajos, que se tienen que aprender a leer correctamente para evitar miedos infundados.
Gracias a la disponibilidad de información actual se pueden tomar mejores decisiones, hacer simulaciones numéricas que dan cuenta de las potenciales pérdidas. No se trata de adivinar el futuro, eso nunca se podrá hacer. Se trata de adelantarse a posibles escenarios o sucesos mediante acciones específicas para que se puedan contrarrestar por adelantado los daños de las ocurrencias gubernamentales. Pudo verse ahora, que no sólo en México se gobierna por ocurrencias o caprichos, también en China.