Los ‘pocitos’, otra maldita vez
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Desde el miércoles pasado los medios de comunicación han dado cuenta de cómo una auténtica avalancha de servidores públicos, de todos los órdenes de gobierno, se han hecho presentes en las inmediaciones del “pocito” ubicado en la comunidad de Agujita, del municipio de Sabinas, donde se ha registrado la enésima tragedia relacionada con la explotación del carbón.
Integrantes del gabinete estatal, legisladores, funcionarios municipales, un destacamento de las fuerzas armadas, representantes de instancias federales y un largo etcétera se apresuraron a llegar al lugar para “mostrar” su preocupación y solidaridad a las familias y compañeros de los 10 mineros atrapados tras la inundación de dicha explotación.
Quienes no han tenido oportunidad de aparecerse en el lugar se manifiestan en redes sociales. Lamentan la tragedia, envían mensajes de apoyo y manifiestan su deseo por que los mineros sean rescatados con vida aunque, por desgracia, eso es menos probable conforme avanza el tiempo.
Y si acudimos a cualquier hemeroteca, o hacemos una búsqueda en internet, para consultar las notas de la primera semana de junio del año pasado, cuando un accidente similar cobró la vida de siete mineros; o las de 2012, cuando dos siniestros en una mina de la empresa Minerales del Norte provocó la muerte de nueve trabajadores del carbón; o las de cualquier suceso similar, encontraremos exactamente lo mismo.
Porque la historia, por desgracia, se repite de manera puntual: tras difundirse la noticia de un percance, todo mundo acude al lugar para “hacerse presente” y dejar constancia de su empatía... solo para olvidarse del tema en cuanto los ecos de la noticia se disipan en el ambiente.
Porque para nuestros políticos lo importante es quedar inmortalizados en la foto, dejar registro de su empatía con la comunidad angustiada, ser percibidos como individuos sensibles capaces de abandonarlo todo para correr a abrazar a las viudas, a los huérfanos, a las madres cuyo único deseo es ver nuevamente a sus hijos con vida.
Señalar esta actitud de nuestra clase política es importante porque forma parte del problema. Porque los mineros de la carbonífera seguirán muriendo -ahogados tras una inundación o sepultados luego de un derrumbe- mientras no se implemente la única solución capaz de poner alto a la cuenta macabra de víctimas de esta actividad: prohibir la práctica de explotación carbonífera mediante la técnica de los denominados “pocitos”.
Porque los “pocitos” son auténticas trampas mortales en las cuales los mineros se juegan la vida en cada ocasión en la cual ingresan. Lo saben ellos, lo saben sus familias, lo saben las autoridades de todos los órdenes. Lo verdaderamente trágico es cómo, aun cuando esta realidad es evidente para todos, nadie, absolutamente nadie, parece interesado en hacer algo para prohibir de una buena vez esta práctica.
Aristas
Hace casi una década hubo un intento de erradicar los “pocitos” mediante una reforma a la Ley Federal del Trabajo. La propuesta de texto del artículo 343-A de dicha Ley prohibía de forma expresa este tipo de explotaciones. La reforma fue aprobada en ambas cámaras del Congreso de la Unión, pero en el último tramo del proceso legislativo, misteriosamente el texto referido “desapareció”.
Quienes participaron de aquel episodio forman parte del contingente a quienes debe atribuírseles responsabilidad por las víctimas fatales producidas en la última década y para cuyas familias sobran manifestaciones de solidaridad ante una tragedia, pero prima el olvido en cuanto ésta deja de ser noticia.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx