Mirador 03/01/24

Opinión
/ 3 enero 2024
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Hay vidas sencillas que son vidas grandiosas. Una de esas vidas se apagó el mismo día que se extinguió el año 23: la de René Molina, cuyo nombre está indisolublemente unido al del Café “Viena”, sin duda alguna el restorán más emblemático de mi ciudad, Saltillo.

Estar en el Viena es como estar en tu casa. (“Mejor” –mascullaba, hosco, un cierto amigo mío). Fundado por don René Molina, padre, es una de las mejores tradiciones saltillenses. Disfrutar un lonche de ternera del Viena es gozar anticipadamente el paraíso. Pienso que la ventura de los santos que moran en el Cielo no es completa, pues no han probado esa delicia, ni otra de las muchas que ofrece el popular café.

Los clientes del Viena –amigos más que clientes– extrañaremos a René Molina. Siempre amable, afable siempre y generoso, hacía que quien llegara a ese entrañable establecimiento se sintiera la persona más importante del mundo. No acabará con él la tradición paterna: la historia del Viena seguirá junto con la historia de Saltillo.

Expreso mi sentimiento de pesar a todos los familiares de René. Comparten su misma bondad, su misma dedicación a la labor de bien que les ha ganado el aprecio y el agradecimiento de la comunidad. Siempre recordaremos a René Molina. Eso quiere decir que no habrá muerte para él.

¡Hasta mañana!...

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