Mirador 15/05/2024

La del maestro es la única profesión que permite a quien la ejerce actuar sobre el futuro. Al paso de los años quienes fueron sus alumnos pondrán en práctica lo que de sus maestros aprendieron, de modo que ellos estarán presentes en el porvenir.

Yo soy lo que mis padres me hicieron ser, pero soy también obra de mis maestros. Pocos tuve –los demás fueron sólo profesores-, y van conmigo todavía. Sus enseñanzas y su ejemplo me siguen acompañando. En buena parte soy lo que ellos fueron.

Recuerdo hoy especialmente a aquellos cuya sapiente cátedra escuché en la entrañable Escuela de Leyes de Saltillo. En la noche del 14 al 15 de mayo les llevábamos serenata. Nos hacían pasar a su casa y nos obsequiaban bocadillos y una copita de licor. No eran pocos nuestros maestros. Al despuntar el día el sol nos encontraba con la panza llena y el corazón más que contento.

Tiempo después tuve el honor de ser docente en esa querida escuela. El salón donde di clases tiene una placa con mi nombre, y me fue otorgado el título de Maestro Ad Vitam de la institución, que recibí junto con Jorge Carpizo y Sergio García Ramírez. Hoy, sin embargo, lo que más he recordado son nuestras serenatas de estudiantes, con aquellos bocadillos y aquellas copitas de licor.

¡Hasta mañana!...