Otras formas de relación
COMPARTIR
Desde el inicio de los tiempos humanos, las relaciones entre personas se han expresado en mezclas que sobrepasan lo binario, ese dúo hombre-mujer en el sentido del género que se atribuye al momento de nacer y observar los órganos sexuales expuestos.
Dicho sea de paso que esta forma de clasificación es básica, necesaria y ayuda a construir el mundo en el que vivimos, como decir que un ave es hembra o macho, mucho se sabe por la vista en algunas especies, pero no en la mayoría que se alejan del orden homo.
Me atrevo a decir que esta clasificación inicial es imprecisa y no considera niveles hormonales y otras complejidades sistémicas, ni las preferencias de disfrute alterno a la clásica mezcla binaria, que se van expresando con en el desarrollo de la persona, y que importan a la hora en la que cada quien se define o de presenta ante otra.
Han sido las artes, sobre todo la literatura con su narrativa, las que dan cuenta de los encuentros entre hombres recopilados por los mismos pensadores y filósofos que veían en esto la normalidad, o de los encuentros entre mujeres y también de las preferencias pansexuales o asexuales.
Somos una especie que mucho tiene de imaginación y es la imaginación la que se manifiesta en las formas de relación, desde las más comunes y previsibles, hasta las más alucinadas que imitan en sus atavíos a ciertas aves, por su exuberancia.
Un mundo en el que cada uno pueda extriorizar lo que desea a través de su identidad sin represión y sin segregación, significa aplicar la tan llevada y traída categoría libertad individual.
En ciudades cosmopolitas es posible ver mezclas alternas de relación, en reuniones de familiares, considerando a la familia como esa figura que es el pegamento de la estructura sociocultural.
Quienes se resisten a integrar a todas las formas de familia, se enfrentan a un duro momento, tendrán qué refunfuñar, decir que se sienten agraviados y que la estructura familiar básica, ha sido vulnerada. Sin embargo, esto pasa y avanza, porque es y tiene su derecho a eso, a ser.
Recordemos que la familia nuclear tan defendida, es una práctica reciente, que viene muy bien a un sistema industrial que exige la compra de casa, auto y consumo. En otros momentos de la historia, la familia era un sistema extendido, cuyas fronteras se difuminaban mucho más allá de los parientes de sangre. Y ahora también ocurre esto, sin embargo no es reconocido por un sistema patriarcal que se niega a integrarlo.
De todas formas, perviven estas mezclas en la intimidad de hogares que para no provocar el ostracismo de los círculos sociales en los que se relacionan, deben guardar para sí, sus preferencias, y justo es que se protejan y apoyen. A nadie le gusta, salvo contados casos, ser el desterrado del pueblo.
Es interesante observar por ejemplo, cómo una relación entre dos, pasa de la objetivación a un campo en construcción, cuando una de las personas involucradas, deja de ser considerada propiedad de la otra o viceversa.
Los vientos de cambios se escuchan desde siempre; hay matrimonios conformados civil y religiosamente, que aceptan la imposibilidad de la práctica de la monogamia, estableciendo acuerdos o tiempos fuera de la relación en un ejercicio que si bien es complejo, da claridad a situaciones que en otros matrimonios se viven en el ocultamiento y el doble discurso.
Todas las formas de relación generan ansiedad cuando existe el deseo de posesión. Pero lo interesante de las relaciones no ortodoxas, es que permiten respirar a cada persona en su ejercicio de libertad individual. Y en estos ejercicios de la vida de cada persona, los otros, la religión organizada o la familia nuclear, bien harían en abstenerse de hacer pronunciamientos que abonen a una cultura del odio a lo distinto. No somos espejos. Tal vez alguien necesita un vino para digerir esto. Y por cierto, la palabra libertad proviene del latín antiguo loebesus, emparentada con Loebasios, uno de los sobrenombres del dios del vino, Baco.