El futuro que no queremos
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Hace muchos, pero muchos años, existió un mundo que se parecía al nuestro. Tenía vastos océanos y una atmósfera potencialmente amigable para que la vida se desarrollara. Así se mantuvo por casi mil millones de años hasta que un mal día las cosas empezaron a salir terriblemente mal. Sus volcanes empezaron a emitir inmensas cantidades de dióxido de carbono y todo se empezó a cubrir de gruesas nubes de ácido sulfúrico. Su atmósfera contaminada impidió que la luz del Sol escapara, pero el sol continuaba emitiendo radiación que llegaba a su superficie.
El suelo al calentarse emite radiación hacia arriba, sin embargo, el CO2, que dejó pasar la radiación del Sol, no es transparente a la luz infrarroja y por lo tanto la refleja de regreso a la superficie. Entonces esa energía ya no pudo escapar y el resultado fue el infierno. Ese planeta es Venus, nuestro vecino, el segundo desde el Sol y nombrado así en honor de la diosa de la mitología romana del amor, de la belleza y la fertilidad.
Esta misma ciencia fundamental se aplica a la Tierra y lo estamos viendo en el denso velo gris que ahoga las grandes urbes del mundo, concentrando ozono, un gas que se forma en la atmósfera inferior de la Tierra cerca del nivel del suelo como resultado de una reacción química en presencia de la luz solar y a causa de la contaminación.
Pero a diferencia de Venus, donde la naturaleza destruyó todo, en la tierra somos los humanos. La gran culpable hasta ahora es la producción excesiva de CO2 que, como usted sabe, es un resultante de la quema de combustibles fósiles como petróleo, gas natural, carbón y de algunos procesos industriales. El CO2 es la causa principal del gas de invernadero y es lo que mató a Venus.
Esta mala calidad del aire ocurre en grandes ciudades como la de México, Beijing, Nueva Delhi, El Cairo, Manila y Peshawar, en donde el ambiente se ha tornado peligroso e irrespirable.
Así que nuestro querido planeta azul va sobre la misma ruta de Venus, un mundo en donde el cambio climático fue causado por la naturaleza, pero en el caso de la Tierra, además de la naturaleza estamos los humanos, una especie que se adaptó para poder sobrevivir y que ahora no logra la solución a este, el más grave de sus problemas.
Y es que ignorando las reglas básicas de la naturaleza y poniendo en duda la siempre cuestionable “inteligencia humana”, hemos dejado de lado la evidencia de alertas tan graves como el calentamiento de la Tierra o la concentración de CO2 como el que volvió un infierno a Venus. Hoy los humanos van en la ruta de enfrentar y dar respuesta a esta crisis, haciendo lo que mejor sabemos hacer: empeorar las cosas.
Esto se comprobó la semana pasada en un informe publicado en la revista “Scientific American”, que revela un estudio aplicado en 500 ciudades de todo el mundo donde ya están sintiendo los efectos del cambio climático. Con el nombre de “El futuro que no queremos”, la organización ambiental CDP descubrió que el 85 por ciento de las ciudades encuestadas informaron inundaciones en Londres, inviernos extremos en la ciudad de Nueva York e incendios forestales y calor extremo en Quito, Ecuador.
Kyra Appleby, directora del programa, dijo que las ciudades deben equilibrar las soluciones políticas con las inversiones en proyectos de infraestructura para prepararse para los efectos del cambio climático. Estima que 70 millones de personas se mudarán a áreas metropolitanas cada año durante las próximas décadas. Para 2050, dos tercios de la población mundial vivirán en ciudades que estarán expuestas a altas temperaturas. Asegura que si no nos alineamos con los Acuerdos sobre el Cambio Climático, los impactos futuros serán más severos de lo que se sienten en este momento.
Las advertencias están por todos lados, pero como siempre estamos listos para ignorarlas, desobedecer las reglas básicas de la naturaleza y reaccionar mal y en forma tardía, lo que pone en duda la siempre cuestionable “inteligencia humana”, una inteligencia que deja de lado la evidencia de alertas tan graves como el calentamiento de la Tierra o la concentración de CO2, como el que volvió un infierno a Venus. Hoy los humanos van en la ruta de enfrentar una sola cosa: el futuro que no queremos, pero del cual no podremos escapar.
@marcosduranf