- 12 agosto 2024
Proemio
![true](http://vanguardia.com.mx/binrepository/1235x648/43c0/1152d648/down-right/11604/MWNY/copia-de-fichas-de-autores-2022-1_1-4897483_20230220153221.jpg)
COMPARTIR
“Estoy y estuve en muchos ojos, yo solo soy la memoria y la memoria que de mí se tenga”.- Elena Garro
El narrador supremo y ubicuo presente en la novela de Elena Garro, inspira de cierta forma y guardando las debidas proporciones a esta columna que hoy da inicio. Al observar los sucesos que se reproducen en las ciudades desde la historia, que se manifiestan en el presente y se desprenden hacia un futuro que se construye día a día, es necesaria la reflexión acerca de lo que nos identifica como ciudadanos de un territorio.
Este cúmulo de reflexiones que hoy ofrezco, proponen la visibilización de nuestro patrimonio en este territorio que es la ciudad. Se propone además, como un espacio donde se confabulen y desemboquen meditaciones en torno a un concepto tan complejo como es el centro histórico y los símbolos que lo conforman, en todas sus facetas y presentaciones, la unión del espacio público y el privado: eso son las ciudades, pero también sus intersticios, el espacio que habitamos, el elemento unificador entre lo material y lo etéreo, ese puente, camino, senda o nodo que atravesamos día a día -conscientes o inconscientes- son testigos vivos de nuestra historia; cambiantes, caóticos, la representación de quienes fuimos, quienes somos y una proyección de nuestro porvenir. La ciudades y sus centros históricos comunican nuestra forma de ser en el mundo.
¿Qué pasa con la memoria construida y que representa la parte de una época determinada? ¿Qué pasará con la memoria que se construye hoy en el futuro? ¿Serán espacios que nos recuerden como seres preocupados por conservarla? O serán simplemente objetos tridimensionales sujetos a lo efímero de nuestra existencia, incapaces de evocar a la memoria que nos identifica.
Texto proviene del latín textere que significa tejido, esta urdimbre de ideas y conceptos entramados que se presentan a partir de hoy, pretenden ser un vehículo que nos lleve a la reflexión acerca de lo que hoy nos preocupa y nos ocupa: nuestra ciudad, su identidad, su tradición: su patrimonio. La decisión de fomentar y transmitir nuestras tradiciones, nuestra historia y nuestras costumbres, es de usted y es mía también; es de todos. No solamente de las instituciones, sino de cada uno de los habitantes de un lugar que, según Córdova Aguilar es un espacio donde se identifican experiencias de personas que nos antecedieron, que dejaron huellas en la estructura de su territorio, es el resultado de una sucesión de acontecimientos que convergen en la historia, la tradición y la cultura.
Esta necesidad de apego con nuestras costumbres y tradiciones, se ven reflejadas en nuestros espacios geográficos, con la arquitectura como medio, forman parte de nuestra identidad que se construye a nivel individual desde nuestras familias y nuestra relación con la comunidad a través de experiencias, de símbolos que se graban en nuestro imaginario y que se expresan de forma tangible o intangible en lo colectivo, en lo público. Sin esta sucesión de historias y de símbolos trasladados de generación a generación, en espacio y tiempo, sin este “amor al terruño” como lo llama Córdova, es muy poco probable que lo que nos identifica subsista, que lo que nos hace ser lo que somos y que debemos a nuestra historia trascienda más allá de nosotros. La conformación de las ciudades con sus culturas y tradiciones, están basadas en elementos históricos que se vuelven significativos y que se quedan plasmados en la mente de sus pobladores.
Como dice Heidegger cuando explica que la evolución va de construir a habitar, del habitar al ser y del ser al cuidar. Define el estrecho vínculo entre el ser humano y la construcción. Y cuando habla del ser incluye la existencia y la temporalidad, lo cual nos lleva a pensar que no solamente se habla de materiales y métodos, sino también de apropiación y domesticación del espacio, de costumbres y tradiciones, de la memoria y el porvenir.
Nuestro patrimonio es un símbolo de nuestra memoria. Sin ella, estamos condenados a desaparecer, o como dice Aldo Rossi: la ciudad es en su historia. ¿Qué elementos de nuestra historia debemos conservar? ¿Qué piezas de nuestro pasado son necesarios para recordarnos quienes somos y hacia donde vamos? ¿Cómo podemos adaptar los rastros de nuestra memoria en los aspectos de nuestro habitar a nuestro porvenir? Este espacio cuenta con más preguntas que respuestas, sin embargo, es imprescindible hacerlas.
Encuesta Vanguardia
https://vanguardia.com.mx/binrepository/1235x648/43c0/1152d648/down-right/11604/MWNY/copia-de-fichas-de-autores-2022-1_1-4897483_20230220153221.jpg