Realidad a la carta
COMPARTIR
“La historia la escriben los vencedores”. “La historia será generosa conmigo, puesto que tengo la intención de escribirla”. Frases muy conocidas −y ciertas− atribuidas a George Orwell y Winston Churchill. Lo hemos visto a través de los años cuando se define a los héroes y villanos o a quien merece una calle a su nombre o una estatua en la rotonda. La historia mundial está plagada de ese tipo de sesgos y es así como millones y millones de personas crecemos rodeados de información que ha sido producida o al menos pulida y retocada por quienes ganaron, por quienes tuvieron el poder. En mi opinión, el saldo de la revolución y la forma que tomó el bando ganador (eventualmente se llegó a convertir en el PRI) le hizo mucho daño a México. Nos llenaron de una historia poco clara de por qué y para qué fue la Revolución y por qué la celebramos cada 20 de noviembre; pocos mexicanos podrían explicar si el millón de muertos que se dice dejó la Revolución valió la pena para sentar las bases políticas e ideológicas que aún −pero muy apenas− sostienen al País. Héroes y antihéroes con historias y perfiles llenos de huecos. Ideas reformadoras o fundacionales que probablemente son culpables de gran parte de la mentalidad del mexicano en el poder que, a su vez, debe ser señalado por gran parte de los vicios y problemas que México no se puede sacudir para aspirar a cosas más grandes. Los mexicanos tenemos una deuda
con México porque no hemos sido capaces de llevar este maravilloso País al nivel de desarrollo y progreso que merece y es mi opinión que gran parte de la causa raíz se encuentra en la forma en que quienes tuvieron el poder hace 100 o 150 años escribieron la historia de México.
La frase de que la historia la escriben los vencedores sigue aplicando hoy en día y, en el caso de México, los ganadores siguen cortados con la misma tijera que en la época de la Revolución. Generalmente hombres hechos en la cultura del “el que agandalla no batalla”, del “ser un político pobre es ser un pobre político”, del “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” o de la idea de que un país se hace y se reparte entre los cuates. Así, seguiremos perpetuando un país limitado en sus oportunidades porque tiene un sistema armado bajo la historia que cuentan esos que han monopolizado el poder −y su historia− y, aun cuando ha habido ciertos cambios de colores y sabores, se sigue ajustando a las reglas no escritas que se fijaron después de la Revolución. La mentalidad de las tribus políticas y de los grupos de cuates en la cúpula empresarial. (La falta de más mujeres involucradas en escribir la historia del País ha sido también una grave omisión que nos ha costado cara).
Ahora, en la época de la posverdad, además de escribir la historia, el que está arriba también define la realidad. Eso de “yo tengo otros datos”, popularizado por el Presidente actual, no es una ocurrencia reciente de un presidente ni una idea patentada por AMLO. De una u otra forma, los gobiernos han tratado de proyectar su propia realidad, sus otros datos. La propaganda siempre ha existido. Sin embargo, la forma y la profundidad con que se hace hoy en día, aquí y en otros países, no tiene precedente. Las redes sociales y la proliferación de “reporteros y opinadores” con internet a la mano 24/7, han hecho que la guerra por la realidad sea una de las batallas más importantes que libran los países. Todo se puede poner en duda. A todo se le puede dar un spin o ángulo según convenga. Las hordas de bots, orgánicos y pagados, libran batallas en ambos lados de “la verdad” que toca ese día esculpir. Y no son sólo los bots o los ciudadanos con alguna opinión, por más formada, técnica y preparada que esta sea. Son también los funcionarios de todos niveles quienes ahora estiran la liga de lo que es razonable, cierto o verdadero, y nos damos cuenta de que los zombis no sólo deambulan por las calles o las redes, sino que ahora tienen el micrófono y, tristemente, el poder.
¿A qué puede aspirar un País gobernado por gente que es capaz de decirte a la cara, en vivo y a todo color, que es razonable y correcto demandar a los expertos que preparan un reporte (que ellos pidieron) sobre un accidente del metro porque el reporte no le gustó? O cuando un funcionario, ligado al Presidente en turno por décadas, te dice sin parpadear que “ninguna obra se cae por falta de mantenimiento”. O un sistema y aparato de gobierno que tiran a la basura un proyecto existente, hace el suyo por capricho y acaba con que su nueva solución no resuelve el problema del tráfico aéreo y, además, por algún motivo, eleva el riesgo de accidentes, pero insiste en negar esa realidad y responder con la famosa risa que se interpreta como “me valen madres los datos técnicos y la ciencia, la historia y la realidad se escriben desde esta tribuna cada mañana”. Y las alternativas aparentes no dan motivos para relajarse.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com