María Fernanda Ampuero escribe al borde del abismo
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En entrevista, la escritora ecuatoriana habla de sus intereses literarios y de la sacudida que representa su libro ‘Sacrificios Humanos’
María Fernanda Ampuero escribe desde la furia. Para la ecuatoriana no hay medias tintas, para ella la literatura es un proceso que la sacude por completo y al que entrega toda su energía y emoción. Ya en su primer libro de cuentos, “Pelea de Gallos” (Páginas de Espuma, 2018) el lector se vio sumergido en un mundo violento y cruel, descrito con una prosa espléndida. “Me preguntan por qué hablo de horrores y estoy segura de que ni siquiera toco la superficie del horror”, plantea sobre su trabajo narrativo.
Ahora, “Sacrificios Humanos” (Páginas de Espuma, 2021) regresa a ese universo, donde el horror se da a puertas cerradas y las víctimas son migrantes, mujeres, marginales y los seres que se vuelven invisibles en las urbes del primer mundo.
“En nuestros países la violencia siempre está ahí. En México la violencia contra las mujeres es una cosa de locos, frecuente e intensa. Pero en España, por ejemplo, hay casi 40 asesinadas por sus parejas en 2021, en un supuesto país europeo donde creemos que no pasan estas cosas.
“Realmente eso es lo que me obsesiona, la omnipresencia de la crueldad contra las mujeres, contra lxs niñxs y no creo que sea algo que me va a dejar de interesar, de ser el leit motiv de mi trabajo. El día que yo sienta que me estoy repitiendo, que no tengo nuevas historias, que no siente la furia que siento cuando escribo, no voy a escribir más. Creo que hay mucha gente que escribe mucho mejor que yo, que tiene una intención de obra literaria y de atreverse, de experimentar, crear canon. Eso a mí no me interesa en lo más mínimo. No me avergüenza ni me molesta cuando hablan de mi activismo”, refiere en entrevista, vía Zoom, desde Madrid, donde radica actualmente.
El libro abre con “Biografía”, un cuento protagonizado por una mujer migrante que apenas está tramitando su permiso de residencia, por lo que se ve obligada a aceptar el trabajo que le ofrece un hombre, en una oscura cabaña lejos de la ciudad y donde no hay señal para los teléfonos celulares. Una especie de mazmorra a lo Barba Azul.
“En ‘Pelea de Gallos’ todo el libro y el título, y casi creo que la furia, venía del cuento ‘Subasta’. En ‘Sacrificios humanos’ la furia que recorre el libro, este alarido de todas las páginas, viene de este primer cuento. No es que la gente tenga que abandonar su país, sino que no se puede quedar, ese es el verdadero dolor del migrante.
“En nuestros países no podemos quedarnos porque, ad infinitum, nuestra familia, hijos, los hijos de nuestros hijos, y así sucesivamente, van a estar confinados, reducidos a una clase social explotada, en la que no se permite soñar. Y entonces viene uno, que es probablemente el más valiente, el más emprendedor, que más garra tiene, que dice yo me voy. Y eso me parece un sacrificio humano. Hay alguien del pueblo que decide dar un paso adelante a la piedra de sacrificio que es cruzar la frontera, cualquier frontera, la de un país jodido a uno menos jodido, pero que no te quiere allí, no te acepta. Para mí siempre cruzar la puerta, que está vallada y sellada, es el principio de la pesadilla, no el final”, reflexiona la narradora.
María Fernanda considera que, si bien los migrantes son invisibles, el sistema tiene plena conciencia de su existencia, pues hacen el trabajo que nadie quiere realizar y mueven un mercado que sólo puede generar jugosas ganancias gracias a la explotación de personas que tienen miedo de ir a la policía o denunciar sus pésimas condiciones laborales.
En el 2021 publiqué un libro. pic.twitter.com/5Wyy6ygCEW
— María Fernanda (@mariafernandamp) December 31, 2021
“Lo que hay es el interés de que esas personas vivan con miedo, porque quien vive con miedo acepta lo que le dan y no se queja, no denuncia. A mí me parecía importante hablar de eso en calidad de sacrificios humanos, sobre todo de las mujeres migrantes que, mientras tú y yo estamos hablando, están en un prostíbulo, drogadas, obligadas a acostarse con treinta hombres al día, sin pasaporte, probablemente con su familia amenazada en su país de origen”.
En “Silba” una niña describe que su madre nunca contaba historias de terror, prefería narrar episodios de su infancia, más horribles que cualquier relato de fantasmas. En algunos de los cuentos de “Pelea de Gallos” existe un tinte sobrenatural, que agrega una tensión que tiene al lector en ascuas.
“La gente me pregunta sobre la parte sobrenatural, el ‘unheimlich’, lo siniestro que hay en los cuentos. Me parece que lo ‘unheimlich’ es que tu marido regrese borracho y te estrelle contra la pared, no una sombra en el espejo. Escuché que para los alemanes ‘unheimlich’ no es sólo lo siniestro, que algo en la palabra tiene que ver con un hogar poseído, que pierde su condición. Y eso le pasa a cualquier mujer cuyo marido es violento o a cualquier niño cuyos padres son violentos. Lo siniestro aparece mucho antes de que se revele algo sobrenatural. A mí me gusta explorar lo sobrenatural porque me gusta el género del terror, pero siento que en la vida cotidiana no se necesita recurrir a la presencia del inframundo para hablar del horror”.
Los personajes de “Sacrificios Humanos” son seres marginales. En “Elegidas” un grupo de chicas sabe que jamás serán besadas por los chicos guapos del barrio, pero eso no impiden que los busquen, aunque sea en el cementerio. En “Hermanita”, una niña sufre el maltrato de los suyos, que la llaman “cerda” y la minimizan. La autora, apunta, se identifica con los outsiders.
Mi hija muy amada, mi libro. pic.twitter.com/FfUlCyUkpi
— María Fernanda (@mariafernandamp) June 10, 2019
“Siempre me he considerado outsider desde muy pequeña, eso también es macabro y también las cosas que hace la gente, el mundo, el sistema, el marketing, llámalo como quieras, contra las personas que tienen alguna diferencia física o cognitiva. Es un género dentro del terror, las cosas que les hacemos a los que no son normativos.
“A mí es una cosa que me interesa mucho reparar de mi historia personal y de la de muchas personas, esa importancia que se le da a ser guapa, atlética, delgada, bella o rubia, en el caso de nuestros países con el racismo tan grande, tener dinero o ser popular. Todas las que no entramos en ese esquema, qué quién sabe quien creó, porque es imposible poner a las latinoamericanas en un esquema de belleza estadounidense o nórdico. Si te han condicionado desde niña que al mirarte al espejo tienes que odiar algo de ti, que lo único que ves es el grano, la mancha, la arruga, la cana, y no todo lo demás, todo lo bueno, es un condicionamiento que es un triunfo de la mente macabra y maquiavélica del patriarcado. Si tienes a una mujer odiándose frente al espejo, ¿cómo vas a lograr la revolución?”.
María Fernanda ha escrito artículos, crónicas y cuentos. Textos breves, crudos e intensos que han marcado su carrera literaria. Por el momento, ella prefiere quedarse ahí y no pasar a la novela, porque es en las historias cortas donde encuentra el espacio ideal para sacudir al lector.
“Me siento súper bien con el cuento, no creo que sea un género menor al de una novela. Hay algo valioso y único del cuento que es que, en muy poquito tiempo, tienes que hacer redondo un personaje, involucrar a los lectores, hacerlos vivir -en mi caso una historia de terror-, lograr que se sienten al borde de la silla y crear un suspenso tan insoportable que pasen las páginas súper rápido para saber qué pasa. La novela tiene otras orografías, sube y baja como las montañas, a veces tiene valles, y yo estoy siempre en el pico, sobre el abismo. Es lo que me gusta hacer, una literatura al borde del abismo y por ahora, quién sabe si para siempre, es lo que me interesa hacer. Lo mío no es tener una carrera literaria, lo mío es pegar alaridos con las palabras y quemarme viva para que la gente no pueda mirar hacia otro lado”, concluye.