Con Gignac es tener ventaja
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Tigres es un conjunto de muy buenos jugadores, más Gignac. El equipo tiene la medida exacta de atributos individuales que lo distancian de lo ordinario. No son virtudes que hoy se descubran, pero sí son detalles que se sostienen y que ayudan a entender más su juego.
Tigres tiene todo lo que necesita en función de un dibujo sobrio que se hace elástico por las circuntancias. Difícilmente lo tomen distraído y rara vez acuse un síntoma por estar dominado. Sabe disimular los momentos complejos, pero es tremendamente notorio cuando algún pasaje del partido le favorece. Casi siempre los capitaliza.
Como equipo es todo un fenómeno. Es un oportuno cazador de oportunidades porque posee la facultad de soltar el gancho demoledor cuando el desarrollo le abre una ventana. Es capaz de hacerse el “muerto” y ¡zas!, mete la puñalada.
Tigres no traiciona a los adversarios, los envuelve. Simplemente maneja los tiempos y le saca jugo a las ventajas que pueden surgir de la nada.
Para lograr esta determinante combustión colectiva, Tigres ocupa entendimiento y de decisiones sobre la marcha en el campo. Lo consigue porque en la automatización de su sistema tiene jugadores que se rebelan al molde por la naturaleza de su perfil y técnica, lo que es, en definitiva, el hándicap o el plus que ofrece este equipo.
Lo de Tigres no pasa por las variantes que pueda experimentar en cuanto al estilo. De hecho, tácticamente no las tiene. Ferretti no le mueve un ápice al esquema, un patrón que pasa desapercibido en la prosperidad, pero que es notable y reprobado en la adversidad.
Por inversión, calidad y nivel, a este Tigres lo puede manejar quien sea desde un helicóptero (dixit La Volpe), incluso, Ferretti. Depende mucho de la inspiración y del humor futbolístico de sus ejecutores para resolver partidos. Acelera de 0 a 100 en cuestión de minutos. Es un equipo dotado de tiempiestas, velocistas, encaradores y goleadores. Juega más por instinto que por un mandato.
Su poder está en la contundencia de ese ataque indescifrable. Ese control con el que suele marear a los rivales no es tan concluyente como sí lo son sus intervenciones cuando pisa el área adversaria. Tiene garantía de gol y eso es suficiente.
Y en ese sentido, Tigres cuenta con el letal y exquisito Gignac, un delantero irresistible para cualquier defensa cuando trae completamente abierto el grifo de su talento.
El francés es hoy a Tigres lo que en su momento fue Suazo a Rayados: un “matón” que sólo se obedece a sí mismo porque todo el contexto que necesita para llegar al gol está en su propio envase.
Gignac es un estupendo calculador. Combina las virtudes de centro delantero tradicional con la inteligencia y la técnica de un volante ofensivo. Son varios jugadores en uno mismo y todos son muy buenos.
El francés le da a Tigres esa diferencia y, si se quiere, cierta dependencia. El un delantero distinto para el equipo y para la Liga. Ya está lo suficientemente comprobado que no tira a portería, sino que tira a gol. Es un estupendo definidor.
Por lo tanto, contar con un goleador de la categoría de Gignac es competir con ventaja. Tigres devoró al León gracias a un hat-trick del delantero galo.
Esto confirma que si bien la marcha de todo equipo debe sostenerse por un todo, Tigres no es un cuadro ordinario porque tiene la fortuna de poder echar mano del indispensable y decisivo aporte de alguna de sus partes.