El IEC y la ‘hiperinflación’ del proceso 2021
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Los procesos electorales en México, lo hemos sabido siempre, son caros. Y lo son, de manera fundamental, porque todos los partidos políticos se han encargado de encarecerlos históricamente mediante el establecimiento de mecanismos cada vez más complejos para que los ciudadanos ejerzamos nuestro derecho al voto.
Pero si las complejidades impuestas por los partidos a la organización de los comicios los han encarecido, las autoridades responsables de llevar a cabo dichas tareas no parecen tener mucho interés en reducir el impacto presupuestal de las elecciones.
Un buen ejemplo de ello es el reporte que publicamos en esta edición, relativo al fenómeno de “hiperinflación” que habrían sufrido los comicios coahuilenses de este año, en que se renovarán los 38 ayuntamientos de la entidad en una elección concurrente con la renovación de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
De acuerdo con un fallo emitido ayer, relativo a la licitación pública para la adquisición de los materiales electorales que se usarán en las casillas a instalarse el próximo 6 de junio, estos habrían triplicado su costo en apenas tres años.
Y es que en 2018, cuando se adquirieron esencialmente los mismos artículos para la instalación de 3 mil 764 casillas en el territorio estatal, el Instituto Electoral de Coahuila pagó 20.6 millones de pesos, mientras que este año se ha comprometido a pagar, al mismo proveedor, 65 millones.
Es cierto que el número de casillas se incrementará este año, pero será apenas un 2 por ciento. También es cierto que debe cargarse a los costos actuales la inflación acumulada de los últimos tres años. Pero con todo y eso no hay forma de que se entienda por qué los artículos adquiridos por el IEC a la empresa Formas Finas y Materiales sufrieron tal incremento en sus precios, de 2018 para acá.
La cifra suena escandalosa. Y si suena así es porque es una cifra escandalosa. Porque a menos que alguno de los materiales con los cuales se elaboran las bases porta urnas, las cajas paquete electoral, las urnas electorales, los separadores centrales y las bases para cancel –que constituyen el grueso de lo que se conoce como “materiales electorales”– hubiera sufrido un desproporcionado incremento en sus precios, resulta muy difícil comprender el crecimiento de 200 por ciento en el gasto de este año.
Cabe esperar, por supuesto, que quienes integran el Comité de Adquisiciones del IEC, así como todos los funcionarios que participaron en este proceso de licitación, ofrezcan una explicación puntual sobre este hecho concreto, pues de otra forma dejarán la mesa puesta para la especulación.
En términos del costo de las elecciones, no cabe duda de que los ciudadanos estamos dispuestos a pagarlo porque entendemos que la renovación periódica de los poderes públicos demanda un cierto gasto.
Pero ese gasto debe estar justificado y bajo ninguna circunstancia es admisible que los costos se disparen de forma irracional como parece haber ocurrido en esta ocasión.