En busca de un milagro
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En busca de un milagroMal juzgado, lapidado y crucificado, Jesús el Nazareno, el hijo de María y de José el Carpintero, el que nació pobre entre los pobres en Belén de Judá, el que anunciaron los profetas como señor y salvador, el que expulsó a los mercaderes del templo y quien según las escrituras resucitó al tercer día, ha sido la persona que más influencia ha tenido en vida de millones de hombres y mujeres atraídos por su predicación. El hombre al que muchos reconocen como el hijo de Dios, Jesús, el Cristo, palabra derivada del griego jristós, que significa el Mesías o Salvador, es el mismo que partió en dos el curso de la historia desde hace 2 mil años con dos hechos sobresalientes: su nacimiento y muerte. Estos hechos cambiaron para siempre la historia de la humanidad, incluso, desde su nacimiento, Jesús ha sido el punto de referencia para ubicar cualquier acontecimiento antes o después de su llegada, lo que sucede aun entre naciones no cristianas: AC o DC (antes de Cristo o después de Cristo). Hoy día, nuestra vida se rige por muchos de sus actos transformados en costumbres y más tarde en leyes y normas.
Lo hacen a pesar de los yerros de algunos apócrifos representantes de Jesús en la tierra, esos (no todos) que secuestran y administran nuestra comunicación con Dios y que creen tener la exclusividad de nuestro paso hacia la vida eterna y que son los mismos que han mantenido un vergonzoso silencio en actos deleznables de algunos de sus miembros. Pero no por ello confundamos a Jesús, el maestro de Galilea con esos pobres hombres que le han seguido de muy lejos y a quienes su inconsecuencia no les podrá servir de excusa eterna. Finalmente, recordemos que Jesús, el Carpintero de Nazaret, enseñó a comunicarse con su Dios, en línea directa, sin intermediarios, por medio del sentimiento puro y sin necesidad de la Iglesia que nunca entendió que el principal objetivo de la religión jamás fue llevar el hombre al cielo sino introducir el cielo en el hombre.
Por eso, en estos días de Semana Santa recordemos la pasión y muerte del hombre que fue señalado como anarquista, el que incitaba a los pobres, a los excluidos y a los pecadores a contradecir el orden dominante, acciones que lo terminaron llevando a la cruz, fue el mismo que murió tal como vivió, tal como enseñó y que podría resumirse en una palabra: reconciliación.
Ese es el milagro que buscamos para México, el de la reconciliación entre hermanos para detener el baño de sangre causante de la muerte de 250 mil mexicanos, decimos un ¡Ya Basta! a una guerra absurda en donde todos los días aumentan las bajas de manera exponencial. Detengamos la división y el odio, busquemos la paz, pero no una paz hipócrita, ficticia, porque esa paz solo estaría destinada a fracasar, porque si todos nos miramos desconfiadamente como extraños, si cada quien ve solamente para su propia conveniencia la paz naufragará. La paz debemos de aprender a descubrirla. Necesitamos de un tiempo de tregua, de poner un alto a la violencia, de poner fin a los secuestros, de que paren los crímenes que nos amenazan y avergüenzan como la matanza de niños inocentes, de hijos, hermanos y de jóvenes. No nos importa ya quien inició esta guerra, pero sí quien habrá de terminarla.
Se necesita de un milagro para acabar con la violencia. Pero no uno como el que se atribuye a Jesús cuando caminó sobre las aguas del mar de Galilea. El milagro de verdad sorprendente, el milagro que necesita hoy México, sería simplemente el poder caminar en paz sobre nuestra tierra.
@marcosduranf
DOGMA DE FE