Torcedoras, mimo y pasión por el cigarro
El oficio artesanal de torcedora implica un amor y pasión especial por el tabaco. La cubana Lidia Álvarez Quiñones, de gira por España, explica cómo se debe fabricar un buen cigarro puro, aunque confiesa que “nunca he fumado habanos”.
La cubana Lidia Álvarez Quiñones es una de los 62 torcedores que trabajan actualmente en la fábrica de habanos Alberto Mansito Dobles de Taguasco, en la provincia de Sancti Spiritus, en la zona centro-oriental de la isla de Cuba.
En esta tabaquería se dedican a elaborar cigarros para la exportación, todos elaborados a mano, para marcas legendarias como Romeo y Julieta, Cohiba y San Luis Rey.
De "gira" por España para mostrar curiosidades sobre su tradicional oficio, ha recalado en un céntrico estanco de la ciudad de Logroño (330 kilómetros al norte de la capital), gestionado por Julio de Miguel, quien cuenta con cava propia en su establecimiento para añejar cigarros.
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Mientras explica el proceso de elaboración de cada puro, esta torcedora manipula con precisión quirúrgica cada hoja de la planta que, según indica a Efe, “se dividen por tercios, en función de sus características y tamaño”.
“Así, la capa de arriba es la más fuerte, tiene mucho cuerpo y se denomina capote; la media es el seco, que le da el aroma; y la capa inferior es la ligera, concede al cigarro la combustibilidad y el sabor y se llama volado”, indica Álvarez.
Tras elegir minuciosamente las mejores hojas de capote, guardadas herméticamente para evitar que se sequen, esta artesana retira las venas o pequeños filamentos de la planta y las estira bien sobre una tabla de madera redonda.
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Lidia recuerda que un torcedor debe distinguir la parte izquierda de la hoja (de color más oscuro) de la derecha, que es la que se pone para afuera por su tonalidad más clara. “Esas primeras hojas se han dejado secar previamente durante siete días, antes de poder utilizarlo para elaborar un cigarro”, añade.
Después, las pliega, corta y rellena con mimo y con la destreza obtenida tras 28 años de trabajo en la fábrica de habanos.
UN OFICIO CASI DE MUJERES
Esta artesana del cigarro recuerda que siempre hay que enrollarlo todo “con mucha atención para que la hoja quede bien derecha, no se tuerza todo, ni se ahueque su contenido, con el fin de lograr que "tire bien" el puro”.
“A veces, hay que cortar media hoja de capote para completar el trabajo, que se coloca intercalada o escalonada con la anterior, bien apretada para que quede uniforme”, añade la experta.
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La última capa del puro se elige con rigurosa atención, ya que es la que le otorga la "presencia" al cigarro, según indica.
Con gran seguridad, Lidia corta esta hoja de tabaco para darle la forma precisa, después la estira de vena a vena y va retirando con sumo cuidado los restos que puedan sobrar, mientras enrolla la última capa prensando con firmeza el contenido.
El proceso completo de elaboración de un cigarro puro se puede llegar a prolongar entre cinco y diez minutos, "depende del amor con que se haga", relata con soltura mientras continúa con tarea.
Todos los restos de hojas de tabaco que se recortan durante el proceso de elaboración de cada cigarro se aprovechan en la fábrica para tabaco de picadura.
“El oficio de torcedera se aprende en la tabaquería, tras un curso de nueve meses de formación con un profesor que guía cada uno de los pequeños, pero complejos, pasos que hay que dar para componer un cigarro”, informa Lidia, quien también informa que en su fábrica actualmente quince personas se preparan para ser torcederos.
No hay máquina ni utensilio capaz de reemplazar con tanta precisión a la mano humana en la elaboración de este producto artesanal, cuyos precios dependen mucho de la marca.
Después de casi tres décadas de oficio, reconoce que no hay ninguna tarea difícil pero, en sus inicios, “lo complicado era realizar de forma "bonita" la cabeza del cigarro”.
Como ocurre también con los vinos de calidad, algunos puros ganan con los años, de modo que últimamente se ha puesto de moda la costumbre de "añejar" los cigarros, se perfeccionan y se hacen "más redondos".
El estanquero Julio de Miguel recomienda dejar reposar los puros entre siete y nueve años, que, según los "gurús", es el tiempo suficiente para que se limpien las asperezas que pudieran tener procedentes del tabaco joven y, así, los puros consiguen más aroma y fortaleza.
“El perfil del fumador de puros es muy variopinto, hay muchos aficionados a los cigarros "premium" que solo compran cigarros elaborados a mano”, indica De Miguel.
Hace años, eran los hombres los que se encargaban de esta artesanal tarea, pero en la actualidad la mayoría son mujeres, quizás porque sus manos son más adecuadas para trabajos minuciosos como este.
Después de años manipulando tabaco, Lidia reconoce que "nunca he fumado habanos, aunque mis compatriotas cubanos sí son aficionados a los puros”.
Este viaje a España ha supuesto para esta torcedera una oportunidad magnífica para enseñar su tradicional oficio, a pesar de haber pasado "un poco de frío", según bromea.
DESTACADOS:
+++ Mientras explica el proceso de elaboración de cada puro, esta torcedora manipula con precisión quirúrgica cada hoja de la planta que, según indica a Efe, “se dividen por tercios, en función de sus características y tamaño”.
+++ Esta artesana del cigarro recuerda que siempre hay que enrollarlo todo “con mucha atención para que la hoja quede bien derecha, no se tuerza todo, ni se ahueque su contenido, con el fin de lograr que "tire bien" el puro”.
+++ Hace años, eran los hombres los que se encargaban de esta artesanal tarea, pero en la actualidad la mayoría son mujeres, quizás porque sus manos son más adecuadas para trabajos minuciosos como este.
Por Rebeca Palacios Ibeas EFE/Reportajes