Encaje, el arte de mover los hilos

Círculo
/ 28 septiembre 2015

Puntada a puntada. Así se ganaban el pan las mujeres de Brujas (Bélgica) en el siglo XIX, lo que convirtió a esta pequeña y turística ciudad en la cuna del encaje.

Madrid, España.- Ninguno supera los ocho años pero todos saben coser. Las madres de un grupo de niños nacidos en la ciudad de Brujas, a 100 kilómetros al noroeste de la capital de Blgica, los han apuntado a un taller para transmitirles su pasión por el encaje, una actividad que dio de comer a sus abuelas en una ciudad donde las mujeres estaban condenadas a la pobreza.

"La Brujas del siglo XIX era una ciudad de mujeres que intentaban sobrevivir tejiendo, mientras los maridos se desplazaban a otras regiones para trabajar en la industria", explica a Efe el fundador de Kantcentrum o centro del encaje, Rudy de Nolf.

La ausencia de actividad industrial en la capital de Flandes condenó a sus vecinas a buscarse la vida entre husos y agujas. "En otras regiones como Gante no existía el encaje porque las mujeres tenían alternativas como la industria textil", relata De Nolf.

Así nació la popularidad del encaje belga, una tradición que atrae, sobre todo, a turistas japoneses, estadounidenses, rusos y de otras naciones de Europa.

"Las monjas llevaron el encaje de bolillos a España cuando los Países Bajos estaban bajo la corona española", explica el fundador de un museo que, hasta 1970, era una escuela de encaje dirigida por religiosas.

Aunque no se sabe a ciencia cierta, los expertos consideran que el encaje de bolillos nació en Brujas mientras que el encaje de aguja es originario de la italiana Venecia.

"Los turistas de Estados Unidos son los que más gastan, porque compran muchos regalos", confiesa a Efe la propietaria de la tienda de encaje Apostelientje, Ann Thys.

Esta artesana asegura que las prendas con encajes últimamente se están poniendo tan de moda como la ropa "vintage".

"Puedes llevar un collar de encaje como si fuera una joya: te lo pones alrededor del cuello o lo enganchas a tu ropa", sugiere.

MODA PARA RICOS

Ser "fashion" ya no cuesta tanto como antes de la Revolución Francesa (1789-1799), cuando la ropa de encaje era un privilegio reservado exclusivamente a los ricos.

Las clases pudientes exhibían sus prendas con orgullo "para demostrar que tenían dinero", pues éstas eran un fiel reflejo de su estatus social.

Mientras las mujeres adineradas lucían bordados espectaculares en sus vestidos o velos, los religiosos los portaban en su hábito.

Pero el encaje de hoy es útil, sobre todo, como elemento decorativo o como regalo. "En realidad no puede ser usado como tal porque es demasiado frágil, demasiado bien hecho y demasiado caro. Es puro arte", opina Rudy de Nolf.

Y es que completar a mano los acabados de un mantel de mesa puede requerir más de un año de trabajo.

"Lo primero que se necesita para bordar es paciencia", añade el fundador de Kantcentrum.

La propietaria de Apostelientje regenta una de las pocas tiendas donde solo se venden encajes elaborados a mano. "Antes esta actividad era una forma de vivir, pero ahora es un hobby. Por eso el 80 % de nuestros productos son anteriores a los años cuarenta", precisa.

La aparición de las primeras máquinas de coser, en las primeras décadas del siglo XX, acabó prácticamente con el trabajo de las bordadoras, lo que a su vez supuso el fin de esta gran industria doméstica en Brujas.

Kantcentrum fue concebido para mantener una tradición que suele estar asociada a octogenarias, señala su fundador, al tiempo que subraya que "el encaje no debe desaparecer (...) intentamos mostrar que ésta no es una actividad solo para mujeres mayores, sino una posibilidad de arte moderno".

Detrás del típico encaje blanco de los escaparates se esconden productos de todos los colores, formas y tamaños, como los que preparan los niños que acuden cada miércoles al taller de Kantcentrum.

"No es difícil. ¡Es divertido!", exclama una de las pequeñas bordadoras mientras termina un encaje con forma de pez.

En la habitación de al lado, una treintena de adultos, entre los que también hay algún hombre, se congregan cada tarde en este museo para poner a prueba la agilidad de sus dedos.

"Cuando me casé, me dió por aprender a hacer encaje con una amiga y nos apuntamos a este taller para aprender. Ahora soy profesora desde 1991", relata Geneviève Grenier-Leplat, de 87 años y con una decena de alumnos a su cargo. 

"Lo primero es aprender a hacer punto de base con veinte husos y dos movimientos: cruzado y torcido", explica.

Según Geneviève, hace falta un mínimo de veinte horas para aprender a hacer encaje simple. "No es muy difícil pero hace falta estar concentrado".

LA COMPETENCIA VIENE DE CHINA

Con precios mucho más asequibles y mano de obra barata, algunos consideran que el encaje asiático se ha convertido en el gran rival del encaje belga, pero... ¿acaso pueden competir al mismo nivel?.

Para Ann Thys, los productos asiáticos no representan una amenaza porque no tienen nada que ver con los belgas: "Puedo ver desde la distancia cuando un encaje es chino o no. Ellos utilizan materiales distintos y nosotros siempre usamos algodón, lino o seda".

Por eso está convencida de que no tiene sentido comparar dos artículos "completamente diferentes".

"Es producción en masa, un "souvenir" barato. Si vas a usarlo y meterlo en la lavadora todos los días, no hay nada de malo en los manteles chinos", añade la experta, que subraya que, si lo que el cliente busca es una pieza de arte, debe descartar los encajes hechos a máquina. En su tienda especializada, la pieza más cara es un impresionante mantel valorado en 7, 500 dólares.

"El verdadero encaje es raro, difícil de encontrar y caro. Producir una sola unidad cuesta mucho dinero. No puedes tener una bonita pieza de encaje por 10 ó 15 dólares y pensar que está hecha a mano", concluye De Nolf.

DESTACADOS:

+++Aunque no se sabe a ciencia cierta, los expertos consideran que el encaje de bolillos nació en Brujas mientras que el encaje de aguja es originario de la italiana Venecia.

+++ "El encaje no debe desaparecer. Intentamos mostrar que ésta no es una actividad solo para mujeres mayores, sino una posibilidad de arte moderno", indica el fundador de Kantcentrum o centro del encaje, Rudy de Nolf.

+++ Para la experta Ann Thys, los productos asiáticos no representan una amenaza porque no tienen nada que ver con los belgas: "Puedo ver desde la distancia cuando un encaje es chino o no. Ellos utilizan materiales distintos y nosotros siempre usamos algodón, lino o seda".

Por Marina Valero/EFE-Reportajes

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