La Noria, el pueblo mágico escondido en Mazatlán

Círculo
/ 28 septiembre 2015

En las faldas de la Sierra Madre Occidental, el sitio se recorre entre un paisaje alfombrado de verde y camino al corazón de La Noria se encuentra la Vinatería Los Osuna, donde se produce un tequila artesanalmente desde el siglo XIX

La Noria es una localidad ubicada a poco más de 30 kilómetros de Mazatlán, Sinaloa, alejado del bullicio turístico, la arena y los grandes hoteles. La Noria es el pueblo mágico del Pacífico.

En las faldas de la Sierra Madre Occidental, el sitio se recorre entre un paisaje alfombrado de verde y camino al corazón de La Noria se encuentra la Vinatería Los Osuna, donde se produce un tequila artesanalmente desde el siglo XIX.

Cinco generaciones han producido este tequila hecho con el agave azul, planta natural de Sinaloa. El lugar presenta aún las formas rudimentarias con las que destilaban el agave, incluidos los hornos viejos y una especie de enorme rodillo que era movido por un animal. Aunque se ha modernizado la producción, se sigue realizando de forma artesanal.  El vino es almacenado en barricas de madera de roble americano.

El tequila Los Osuna es exportado a países como Australia, Estados Unidos y Canadá y recientemente uno de sus productos ganó doble medalla de oro como el mejor tequila reposado.

Más delante de la vinatería está el pueblo de La Noria, un lugar con menos de 800 habitantes. Este lugar fue alguna vez paso de los españoles y arrieros para las minas y por eso, cuentan los lugareños, nació la localidad.

El sitio es el hogar de varios artesanos especialistas en la talabartería: el arte de hacer objetos de piel, tales como huaraches, cinturones, bolsas o sillas de montar. Aquí todos aprenden de todos y la enseñanza de transmite de generación en generación. Tal es el caso de Juan Antonio Salas Lizárraga, dueño del local Johnny, su padre le enseñó el arte y a él su propio padre y así respectivamente. Juan Antonio tiene 32 años en el oficio y dice que empezó desde los 15 años. A esa edad mi padre me dijo, te vienes para acá y aquí he seguido.

El taller es esencialmente un local de uno 40 metros cuadrados donde abunda la piel, misma que llega desde León, Guanajuato. Juan se ha especializado en hacer huaraches y cinturones, aunque también elabora máscaras bajo pedido.

A 10 metros está Roberto Morán Osorno. Él aprendió del papá de Juan y después se independizo. Ahora enseña a su hijo cuando este sale de clases. Roberto se ha especializado en hacer sillas de montar, misma que le compran desde Chihuahua y Culiacán.

Yo hago unas 15 sillas al mes y unos 20 cinturones, comenta. Su padre también le enseñó y dice que él era el mejor para hacer maletas de piel. No me alcanza el tiempo, también hago máscaras, menciona. Una silla la vende en dos mil 500 pesos en mayoreo y también suele elaborar las llamadas carrilleras, que son unas especies de cinturones que van colgados al hombre y donde se coloca la botella de tequila y los llamados caballitos.

Los principales clientes de estos negocios son los mismo turistas que llegan hasta acá, alejados de las playas y las olas.

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