Prostitución tenía una finalidad distinta al del lucro en el México prehispánico
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"Las prostitutas rituales eran públicamente aceptadas, no así las que se ofrecían en las calles", contó Nicolás
México, D.F..- La prostitución, uno de los oficios más antiguos de la humanidad, tenía dos finalidades muy distintas en la época precolombina en México, afirman documentos históricos analizados por especialistas.
La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Claudia Nicolás afirma que en la época prehispánica la prostitución no estaba ligada a la explotación de las personas.
Los aztecas, un imperio que habitó el centro de México, distinguían entre prostitutas civiles o públicas, mujeres que se prostituían como parte de un intercambio económico, y las "ahuianime", que cumplían un rol ritual como acompañantes de los guerreros.
Los testimonios de esa época que sobreviven hoy en día provienen de cronistas como fray Bernardino de Sahagún, quien relató en el "Códice Florentino" que las mujeres nacidas bajo el signo de "Xochiquetzal" (diosa azteca del amor, la belleza y el placer amoroso) tenían dos vías: ser devotas y jefas de familia o prostitutas.
"Las prostitutas rituales eran públicamente aceptadas, no así las que se ofrecían en las calles. Se distinguían por pintar su cuerpo de amarillo y los dientes de rojo. Las rituales participaban en fiestas y acompañaban a los guerreros más valientes, ellos eran los únicos que podían tocarlas", contó Nicolás.
Estas mujeres "eran muy respetadas en la sociedad prehispánica y tenían la posibilidad, llegando a su edad adulta, de casarse con los guerreros que habían acompañado", agregó la especialista.
La Conquista también impuso su ideología. Con ella cambió el concepto sobre la prostitución y la prostituta ritual desapareció, lo mismo que el respeto que se les profesó antaño, siendo vistas a partir de entonces como "mujeres sucias" o "mujeres del diablo".
En su honor, el fallecido artista mexicano Diego Rivera (1886-1957) incluyó a una mujer que se levanta ligeramente el vestido para mostrar sus piernas en el mural "La gran ciudad de Tenochtitlán", el cual pintó en 1945 en el edificio del Ministerio de Educación de México, ubicado sobre lo que fue la capital azteca.
Durante el Virreinato, dijo la arqueóloga Lucía Sánchez de Bustamante, hubo sólo dos tipos de mujeres: la ideal y la descarriada. La primera es la que cumpliría el rol de conformar una familia o se dedicaba al monasterio. La segunda vendía su cuerpo.
"En el siglo XVI se abrió el primer prostíbulo por ordenanza real. Es decir, se pretendía reglamentar la prostitución. No se puede hablar de un comercio sexual, pero era un prostíbulo autorizado por el rey y administrado por el ayuntamiento, aunque también había clandestinos y las prostitutas callejeras, que eran perseguidas", contó la investigadora del INAH.
Con la instauración de los prostíbulos en la Nueva España, se comenzó a configurar un negocio de mucho dinero en el que la protagonista, la trabajadora sexual, era la menos beneficiada, tal como siglos después sigue sucediendo, según plantean informes, testimonios y organizaciones en todo el orbe.
Estimaciones de la asociación civil Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer indican que los hoteles de la Calzada de Tlalpan, una avenida de la capital mexicana que mide 17 kilómetros, obtienen los fines de semana de cada mes cerca de ocho millones de pesos (más de 622,000 dólares) por ganancias de la prostitución de unas 1.500 personas.
Este es un legado que data del siglo XVII, cuando se crearon las casas de citas, donde se vendían clandestinamente servicios de mujeres y de hombres, con el fin de normar este oficio, continuó Lucía Sánchez, quien acaba de impartir la charla "Ahuianime, alegradora, buscona, coscolina, perdida, piruja, güila, cusca: prostitución durante la época prehispánica y el virreinato".
Con el tiempo, libros como "Los bandidos del río frío", de Manuel Payno, junto a películas como "Santa" comenzaron a perfilar los primeros trazos de un oficio que en la actualidad deja cuantiosas ganancias a los tratantes de personas, hoteleros, policías, funcionarios y proxenetas o "padrotes", como se les llama en México.
Calles de lugares de la capital mexicana como Sullivan, Tlalpan, La Merced o la Zona Rosa, por las que en siglos atrás vivieron las "ahuianime", dignas y respetadas por la sociedad de su tiempo, son el centro de operaciones de mujeres, homosexuales y transexuales que se prostituyen y hacen perpetuar uno de los oficios más antiguos del mundo.
Por Itzel Zúñiga/AP