El arte de la escritura sí se puede aprender

Círculo
/ 29 septiembre 2015

Muchas veces se ha mencionado la ausencia de fórmulas, pero hay herramientas que ayudan. Opinan sobre el tema varios autores.

México.- Durante mucho tiempo la idea de que no existen recetas ni fórmulas para enseñar a escribir poesía o narrativa prevaleció en los ámbitos literarios y universitarios, pero en los últimos años se produjo un movimiento que impulsa las posibilidades del modelo enseñanza-aprendizaje, con perspectivas muy diferentes.

Uno de los creadores que a lo largo del tiempo había defendido la idea de que las escuelas para escritores no sirven es Vicente Quirarte, quien con el paso de los años se dio cuenta de que el oficio de escritor, como cualquier otro oficio, se aprende.

Si bien estudió una carrera de letras, desde la licenciatura hasta el doctorado, se dio cuenta que una escuela de letras no garantiza que se vaya a ser escritor y, por el contrario, la proliferación de escuelas de escritores resulta positivo, "porque es un oficio que se debe perfeccionar".

"Sí es algo que se aprende, pero la única manera de escribir es escribiendo. Y creo en la frase de Robert Graves cuando un maestro suyo le dijo: "Recuerde que el mejor amigo del escritor es el cesto de papeles". Otro de mis maestros, José Emilio Pacheco, recomienda: "Hay que escribir mucho, leer mucho y publicar poco", y esa se mantiene como una fórmula infalible".

En ese camino, Armando González Torres reconoce que la enseñanza de la escritura debería enfocarse como un magisterio eminentemente artesanal, en el que resultan fundamentales, entre otros aspectos, el conocimiento de la tradición, en especial "el estudio y la emulación consciente (que no el plagio) de los maestros, además de la asimilación, mediante la práctica, de diversas fórmulas creativas.

Desde la perspectiva del poeta y ensayista, uno de los elementos fundamentales es construir un sentimiento simultáneo de reverencia e irreverencia que permita al aspirante a escritor conectarse con el pasado y con el oficio, sin ser su esclavo.

"Creo en la existencia de ese impulso denominado inspiración que imprime motivación, espontaneidad y originalidad a una obra y la distingue del sentimiento tópico y el lugar común. No creo, sin embargo, que la inspiración esté desvinculada del oficio y del trabajo duro. De hecho, creo que en el oficio literario la inspiración más profunda surge a la par que avanza la obra negra".

Camino acortado

El éxito de las series recientes de televisión en Estados Unidos se debe a que se busca a los escritores creativos en las escuelas, incluso ya empieza a impartirse en algunas universidades mexicanas la carrera de escritura creativa, como en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Para Ethel Krauze resulta indispensable democratizar la escritura, todo el mundo debe tener acceso a la escritura de un segundo nivel, con sentido, expresión propia y brillantez, "una escritura que forme parte de la cultura y de la historia de todos nosotros".

"El proceso enseñanza-aprendizaje debe tomar en cuenta que no nada más escribes para copiar, para repetir un machote, un memorando o el resumen de lo que dijo otra persona, sino que también expresas tus emociones, tus ideas, con una serie de recursos retóricos, más amplios y mayor complejidad, con metáforas y analogía, vas a aprender a hacerlo. Sí lo vas a poder hacer".

El resultado ya es otra cosa, asegura la autora del libro Desnudando a la musa: ¿qué hay detrás del talento literario?, porque nada garantiza que el estudiante se convierta en el nuevo Shakespeare.

"Si te llamas Vicente Godínez vas a lograr escribir lo mejor que ese Vicente Godínez sea capaz de escribir y a lo mejor es el nuevo Shakespeare del siglo XXI, pero eso no lo sabemos ahora. Mal haríamos en cancelar la posibilidad de ser el Vicente Godínez más apto para escribir, si desde este momento le decimos que escribir literariamente no se enseña y no se aprende".

Por su lado, Silvia Molina está convencida de que los talleres ofrecen distintas herramientas para acortar el camino hacia la escritura literaria, pero el dilema estriba en que si el participante no tiene potencial para escribir, así estudié a lo largo de 10 años, no "te puedes graduar".

"Lo que hace un taller, por ejemplo, es acortar un camino que necesariamente vas a llevar cuando eres escritor, porque quien lo dirige te hace visibles las muletillas o los vicios, lo que puedes encontrar con la misma lectura y escritura, pero ellos facilitan el recorrido. Lo cierto es que no puedes hacer un milagro donde no hay tela de donde cortar".


Maestros legendarios

tHay talleres que parecían más encuentros familiares: en la memoria de muchos de los escritores consagrados de nuestro tiempo aún se encuentran los diálogos en la casa de Juan José Arreola, donde lo mismo se revisaban textos que se hablaba de los clásicos.

En un tono un tanto más didáctico estaban los talleres de Miguel Donoso Pareja o Tito Monterroso, aunque sin perder el rigor ni la erudición, a los que podría sumarse los de Daniel Sada o Elena Poniatowska, por mencionar solo a algunos autores que han intentado compartir su gusto por la literatura.

En ellos se refleja lo que Armando González Torres define como un conjunto de técnicas probadas y de autores ejemplares que constituyen una tradición y que resultan indispensables como acervo para cualquiera que aspire a escribir.

Sin embargo, "la gestación de un escritor es mucho más azarosa y prodigiosa que el hecho de acudir a un curso: se pueden transmitir herramientas prácticas, lecturas reveladoras, ejemplos éticos y estéticos, pero no se pueden crear escritores por diseño".

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