Ola "vintage", una nostalgia que nos inunda

Círculo
/ 29 septiembre 2015

Una lata de chocolate Negrocao, que se compraba en las tiendas de abarrotes de los años cuarenta, emprendió un viaje que le ha llevado a la vitrina de un museo

Madrid, España.- Es una lata de chocolate Negrocao, pero podría ser cualquier objeto de mediados del siglo pasado. La nostalgia que genera tocarla, abrirla y sentir el olor a cacao que aún guarda ha removido la fibra nostálgica de personas que llegan a pagar hasta 30 dólares en "mercados de pulgas" o en portales de internet.

Instalados en la segunda década del siglo XXI, los objetos de estética antigua invaden los mercados de la moda. Muebles, publicidad, televisión y cine se ha convertido en "una industria llamada nostalgia que se nutre de los cadáveres de nuestra memoria", explica Román Gubern, escritor, guionista y catedrático emérito de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Cada vez son más comunes los festivales "vintage", como el de Londres, el de Goodwood o el Jarama en Madrid, y los mercados de pulgas han ascendido de nivel y hasta sufrido remodelaciones por la demanda de objetos considerados "de culto", como es el caso de La Lagunilla en ciudad de México o el de Dorrego en Buenos Aires.

Aunque la mayoría de los museos del mundo guardan objetos de hace más de cien años, únicos en su clase por su hechura a mano, ahora, esos primeros productos industrializados y sus empaques son piezas cotizadas, reliquias dignas de estar, por ejemplo, en el Museo del Objeto del Objeto (MODO) o el Museo del Juguete Antiguo ambos en la ciudad de México.

El MODO, que este mes cumple dos años, guarda cerca de 30.000 objetos, entre ellos frascos de refrescos, polveras de los años veinte, envases de lámina para goma de mascar, cosas que generan suspiros, charlas y recuerdos entre todos los que asisten a ver las colecciones.

Cerca del Teatro Real en Madrid está el Anticafé. Los sillones de peluquería tapizados en vinilo rojo con los secadores de pelo, el teléfono de disco, un mueble de televisión, sillones estilo años setenta y una media luz con música de The Temptations conforman un viaje el tiempo, para sentirse como en casa... de los abuelos, dicen los clientes.

Marto, el chico que atiende el local, viste también al estilo "retro", para él, eso de refugiarse en el pasado es algo muy humano: "uno se siente más seguro con lo que conoce, el futuro es como más complicado y preferimos resguardarnos en la nostalgia". Desde hace años, él y el dueño buscan en mercados como El Rastro de Madrid esos artículos que ambientan su cafetería.

Otra prueba de esa ola nostálgica que invade el mercado está en el cine ¿quién iba a pensar que películas mudas y en blanco y negro causarían revuelo en pleno siglo XXI? "The artist" o "Blancanieves" lo han logrado e invitan a voltear al cine que se hacía hace cien años.

Ante la pregunta de ¿por qué nos inunda la nostalgia?, anticuarios como Pedro García opina que es "porque queremos ir para atrás, remover el pasado por medio de lo material, de objetos que nos transportan a aquellos años, que nos tocan los sentimientos. Yo vendo cosas que rompen el corazón: juguetitos, latas, envases, pura nostalgia", dice.

"Cualquier época (pasada) no es que fuera mejor o peor, pero siento que ahora vemos a estos objetos más entrañables. La gente echa pa'trás y dice ¡hostias!, esos tiempos eran más bonitos y, en tiempos duros, pues pensamos que con menos éramos más felices", piensa en voz alta Javier Sacristal, socio de García.

En apoyo a esta idea, Román Gubern, asegura que las personas tendemos a romantizar el pasado, a suprimir lo malo y a quedarnos con lo nostálgico. "El coleccionismo puede tener un valor sentimental, ser un símbolo de poder, a través de objetos intenta recuperar eso que ya no está. La crisis de ahora incita a refugiarse en esas épocas en las que eran felices", asegura el catedrático.

Y para la nostalgia de los adultos jóvenes, también hay. Después de vivir en Los Angeles y Nueva York, las españolas Jessica Abou, Andrea Delgado y Laura Vandall crearon "Ghetto Nailz", un negocio situado en un pequeño local en el corazón de Madrid,  que combina el arte en la manicura con la moda de los ochenta.

A forma de pequeños lienzos, decoran las uñas de sus clientes con hamburguesas, patatas fritas, palmeritas y puestas de sol, la mayoría de ellas inspiradas en el estilo playero de Los Angeles o Miami Beach de los ochenta y noventa.

Entrar a ese "ghetto" es ir veinte o treinta años atrás, ya que hay carteles y juguetitos que acompañan la línea diseñada por ellas que incluye chaquetas de plástico, riñoneras fluorescentes, jerséis tipo Vanilla Ice o "Back to the future".

Si cree que por no vestir ropa "vintage" o comprar antigüedades esta ajena a la ola de la nostalgia, voltee a ver su teléfono móvil y esos filtros de fotografía de Instagram o Instamatic, o busque en sus aplicaciones ese juego de Pac Man o Tetris que, por una extraña razón, resultan más entretenidos que cualquiera de realidad virtual.

DESTACADOS:

* Los objetos de estética antigua han creado una industria llamada nostalgia que "se nutre de los cadáveres de nuestra memoria", explica Román Gubern.

* Los museos de objetos antiguos y los mercados de pulgas ya no son solo sitios concurridos por coleccionistas, sino por todo tipo de visitantes.

* La moda, la música, los muebles o el cine inspirados en la nostalgia hacen revivir épocas más felices.


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