Gabriel García Márquez, a 30 años del Nobel
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Se cumplen tres décadas de que la Academia sueca distinguió con el máximo galardón de las letras al colombiano.
CIUDAD DE MÉXICO.- Hoy hace exactamente 30 años, el 21 de octubre de 1982, el mundo de las letras, particularmente el de las hispanas, se cimbró ante la noticia de que la Academia Sueca concedía el Nobel de Literatura al colombiano radicado en México Gabriel García Márquez.
El autor del ya mítico libro Cien años de soledad (1967), considerado "el mayor best-seller en la historia de la novela en español", se convirtió así, a sus 55 años de edad, en el cuarto escritor latinoamericano en obtener el máximo galardón de las letras, antecedido sólo por Gabriela Mistral (1945), Miguel Angel Asturias (1967) y Pablo Neruda (1971).
La Academia hizo público que reconoció al novelista y cuentista nacido el 6 de marzo de 1927 en el pueblo colombiano de Aracataca debido a que "ha creado un universo propio -el mundo que rodea a Macondo, el pueblo por él inventado-. Desde finales de la década de los 50, sus novelas y cuentos nos arrastran a ese extraño lugar donde se dan cita lo milagroso y lo más puramente real -el espléndido vuelo de la propia fantasía-, fabulaciones desmedidas y hechos concretos que surgen del fondo del pueblo, alusiones literarias, gráficas descripciones, palpables y a veces opresivas, realizadas con la precisión de un reportaje".
México, país donde Gabo -como le dicen sus amigos y lectores- vive desde principios de los años 60 de la pasada centuria, donde ha escrito la mayor parte de su obra y crió a sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, celebró el Nobel con él. Ahora, para conmemorar las tres décadas de este suceso, el gobierno federal le entregará la Medalla Bellas Artes, en una fecha aún por definir, antes del 30 de noviembre.
Excélsior dio cuenta en su primera plana de la forma en que, ese jueves 21 de octubre de 1982, decenas de periodistas y amigos del galardonado prácticamente invadieron su casa del Pedregal desde las 6:05 de la mañana y cómo Gabo y su esposa Mercedes se las ingeniaron para atender la "tempestad telefónica de todo el mundo" que les cayó encima.
"Un día despertamos a la noticia del Nobel de Gabo y nos pareció que todos habíamos sido premiados por nuestra lectura", afirma el crítico literario Julio Ortega, catedrático de la Universidad de Brown, donde imparte clases sobre el autor de Memoria de mis putas tristes (2004), la más reciente novela que ha publicado hasta ahora.
"Su obra fue, desde sus comienzos, una saga del arte de leer latinoamericano. Nos había descubierto como ciudadanos de la lectura, porque lo debíamos todo a la interpretación. Su obra es un monumento a esa historia interna de América Latina, hecha por su capacidad de procesar y reapropiar el mundo en el lenguaje. Capaz, por eso, de grandes novelas que son maravillosas versiones del mundo contado otra vez por la cultura popular", agrega.
El escritor y estudioso peruano analiza a distancia lo que significó para la literatura latinoamericana ese reconocimiento internacional a García Márquez.
"Lo extraordinario es que nadie esperaba que el jurado del Nobel le premiaría, sobre todo, por una novela, adelantándose a su impacto internacional. Ninguna novela en español ha cambiado el paisaje literario mundial como lo hizo Cien años de soledad.
"Ha sido el mayor best-seller en la historia de la novela en español. Lo fue en Estados Unidos, pero también en Rusia, donde dice la leyenda que se taló un bosque para hacer más papel e imprimir nuevas ediciones. Y sigue leyéndose, ahora en la secundaria, en inglés como en español. Yo dicto una clase en Brown sobre la narrativa de Gabo cada dos años y es una de las más populares", agrega en entrevista vía correo electrónico desde Estados Unidos.
Legado y vigencia
En opinión de Julio Ortega, el Nobel al autor de El amor en los tiempos del cólera consolidó la propuesta del llamado realismo mágico y del boom latinoamericano, a los que pertenece. "Cada vez que alguien me pregunta qué nos queda del realismo mágico, respondo: `nos queda el realismo mágico'. Y cada vez que me preguntan qué nos queda del boom de la novela latinoamericana, digo: `nos quedas tú'. Gabo, como Onetti, Cortázar, Lezama Lima, José Donoso, Carlos Fuentes y Vargas Llosa, pusieron una demanda muy alta en la lectura, casi un acto de fe en nosotros, los lectores, para formar parte del horizonte abierto por sus libros. Nos debemos a ese espacio de libertad", añade.
El especialista señala que, sobre todo a partir del Nobel, la influencia de la obra de Gabo fue mundial.
"Tiene un gran linaje (Toni Morrison, Salman Rushdie, entre otros), pero también, inevitablemente, posee imitadores que simplifican la transgresión de lo natural. Mo Yan (el escritor chino recién nombrado Nobel de Literatura) lo ha dicho bien: leyó la primera página de Cien años de soledad y tuvo una revelación sobre su propia escritura. Esa fuerza de la inspiración revela que es una obra de arte sobre el arte mismo de escribir y leer".
Pero la estatura que ha alcanzado el autor de El general en su laberinto, admite, no ha sido garantía de un reconocimiento unánime. "No le han faltado detractores. El mismo Miguel Angel Asturias lo acusó de plagiar una novela de Balzac; con lo cual, como suele ocurrir con los intentos de descalificar la integridad de un escritor que nada vende y todo regala, el pobre Asturias redujo su tamaño intelectual.
"Como a Carlos Fuentes en México, a Gabo en su propio país no faltó quienes le negaran el pan y el agua. Siempre ha habido, en español más que en ninguna otra lengua, conjurados en negar la calidad literaria de los mejores para buscarse un puesto entre los peores", apunta.
Después de conformar una prolífica obra, tanto en los géneros de novela y cuento como en el periodismo, en especial la crónica, el estudioso no espera ya un nuevo título del colombiano a sus 85 años de edad.
"La última vez que hablé con él de sus memorias (publicó el primer volumen, Vivir para contarla, en 2002), deduje que no planeaba continuarlas. Pensé que, en verdad, él no ha escrito dos libros sobre lo mismo. Cada obra explora un episodio completo que ha cultivado en su imaginación casi toda la vida. Por eso, incluso sus memorias tienen la forma de una novela".
Por último, ante los recientes rumores de que García Márquez padece demencia senil, Ortega piensa que "no debemos ser intrusos del crepúsculo de un escritor al que debemos tanto".
Relanzan su obra cuentística
Este 2012, además de las tres décadas de la entrega del Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, se festejan sus 85 años de vida, que cumplió el pasado 6 de marzo. Razón por la cual editorial Diana, que tiene en su catálogo 25 títulos del colombiano, decidió relanzar en un solo volumen su obra cuentística, con la idea de "apreciar su evolución y la variedad de sus temas".
La editora Doris Bravo explica que el lector del colombiano podrá ahora revalorar sus relatos publicados en los libros Ojos de perro azul (1957), Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada (1972) y Doce cuentos peregrinos (1992). "Esta recopilación permitirá disfrutar el panorama completo de este aspecto de su literatura, que es rico e interesante".
Detalla que se trata de cuentos escritos entre 1947, el más antiguo, "prácticamente lo primero que publicara García Márquez en la prensa colombiana", y 1992, año en que se dieron a conocer los Doce cuentos peregrinos, "que alcanzó un enorme éxito en todo el mundo".
Agrega que esta edición se hizo "con el mayor cuidado, en algunos casos uniformando algunos criterios de redacción para presentar estas historias con el esplendor que merecen".
Respecto a las diferencias entre el cuentista y el novelista, dice: "Podrían estribar en la brevedad esperable en un cuento; lo que, sin embargo, no hace de ninguna manera que estos relatos sean apresurados o que carezcan del gusto de Gabo por crear un ambiente, tan vital en sus cuentos como en sus novelas.
"Otro detalle importante es un peso mayor del diálogo, el que el propio autor ha descrito como imposible de reflejar en toda su riqueza en la literatura española: si en sus novelas aparece un dicho de los personajes por cada página, o menos, en estos cuentos hay intercambios más extensos", señala.Â
Los Nobel para latinoamérica
Aunque en conjunto son 11 los hispanohablantes galardonados, sólo seis son de América Latina:
La poeta chilena Gabriela Mistral (1945)
El narrador y dramaturgo guatemalteco Miguel Angel Asturias (1967)
El poeta chileno Pablo Neruda (1971)
El novelista y cuentista colombiano Gabriel García Márquez (1982)
El poeta y ensayista mexicano Octavio Paz (1990)
El peruano-español Mario Vargas Llosa (2010)
Sólo desayunó con Excélsior
 "Una camisa y un pantalón café tabaco, y un saco beige", es lo que vestía el escritor Gabriel García Márquez la mañana del jueves 21de octubre de 1982, cuando recibió en su casa del Pedregal a decenas de periodistas que buscaban sus comentarios tras haber sido anunciado como  el Nobel de Literatura.
Excélsior le dedicó al día siguiente, 22 de octubre, tres notas en su portada: una con información de agencias, en la que explica las razones por las que la Academia Sueca le otorgó el premio y las reacciones internacionales ante la noticia; otra escrita por la reportera Martha Anaya, en la que narra cómo vivió Gabo ese momento, y una crónica de la escritora María Luisa La China Mendoza, quien visitó a su amigo en el momento de la euforia.
"A las seis de la mañana menos un minuto sonó el timbre del teléfono. A esta hora, pensé, no puede ser otra cosa más que el premio Nobel. Y entonces, me dije, ¡ya me jodieron!", apunta Anaya que contó el novelista en una rueda de prensa improvisada en la sala de su casa.
"Descolgué la bocina", seguía narrando. "Era Pierre Shoris, viceministro de Relaciones Exteriores de Suecia. Me soltó de pronto: ¡Tienes que venir a Estocolmo el día 11 con frac". Pero Gabo le respondió que él iba a ir de guayabera a recibir el premio, como realmente ocurrió.
La reportera de El periódico de la vida nacional, la única que fue invitada por el escritor a desayunar, cuando los demás colegas se fueron, cita cómo presumía ya hace 30 años el éxito de su novela Cien años de soledad: "Allá, en el primer anaquel, hay más de 30 traducciones", le señaló.
Cuenta que entre decenas de llamadas, Gabo prometió que su literatura no iba a ser alterada por el Nobel. "Seguiré escribiendo con la misma libertad. Lo que sigue será tan bueno como para ganar otro Nobel", dijo.
En ese entonces, asegura, el cuentista quería que el monto del galardón fuera "en beneficio del periodismo", pues adelantó que en marzo de 1983, unos cinco meses después, regresaría definitivamente a Colombia para lanzar su propio diario.
Crónica de un galardonado anunciado por la Academia
 ¡Gabo, Premio Nobel! En el teléfono la voz de mi hermana Chaneca. Grito. Gritamos. Son las 7 de la mañana. Corro a casa del inmenso escritor. Hay periodistas por todos lados; llegan uno tras otro ramos de rosas amarillas -la buena suerte-, de canastas con guayabas. Gabo está siendo entrevistado por las cámaras y los periodistas de la NBC. Trae un pantalón y la camisa café y un saco de piel de camello. Su hijo, altísimo, Rodrigo, trata de poner cierto orden. En el ojo pica la nublazón del octubre maravilloso que la vida nos ha regalado... Las dos muchachas traen café colombiano en tacitas. El hijo Gonzalo está en París y lo extrañamos con su hermosura. La Gaba, el más amado personaje de Gabriel García Márquez, mira todo con la naturalidad que da ser exactamente esa mujer única, de siempre.
Al fin, Gabo entra en la sala seguido por un camarógrafo y nos abrazamos. "Soy una cursi pueblerina, una paya", le digo y sollozo. "Yo también", dice él con la cara de bigotes y muchos dientes y los ojos acarbonados iluminada. ¡Premio Nobel! Es mi padrino de bodas esta persona sencilla, gentil, tratable, sin un ajonjolí de vanidad, sin un alpiste de pedantería; este trabajador de diario en su máquina Smith Corona que hoy no tiene papel en el rollo.
La fiebre del hogar de Gabo es intensa; sube, no baja. El teléfono alebresta la alegría: de Roma, de Milán, de Londres, de Estocolmo, de Nueva York, de Colombia, insistente; en la bocina, acercándomela, se cuela la voz de un periodista que lee a lejano periódico esta frase "Nunca se borrará la imagen de Macondo" (cuelgo). Estoy viviendo las primeras horas alborozadas de un Premio Nobel; jamás lo imaginé y mi provinciana brinca la cuerda.
-Extracto de la crónica  de María Luisa Mendoza