Mercados de pulgas de París

Círculo
/ 29 septiembre 2015

    Bagatelas, quincalla, trastos inservibles y objetos de dudosa utilidad conviven junto a antigüedades de valor incalculable para aquellos que saben buscar.

    París, Francia.- Como una brújula incompleta que señala los puntos cardinales de la capital francesa, los  mercados de Saint-Ouen, el de Porte de Vanves y el de Porte de Montreuil marcan los confines de la ciudad, al norte, al sur y al este, respectivamente, ofreciendo no sólo el más amplio espectro de cachivaches imaginable, sino también una importante reserva de gangas para los buscadores de tesoros.

    Los "Marchés aux Puces" han existido desde hace siglos en París. Ya durante la Edad Media la gente sin recursos seleccionaba, reciclaba y salvaba todo objeto susceptible de ser revendido por unas pocas monedas.

    Esta tradición en su versión original subsiste hoy a duras penas, al igual que quienes la practican, a la entrada del mayor centro de antigüedades del mundo, el conocido como Mercado de Saint-Ouen.

    Bajo el puente de Puerta de Montmartre, con la "péripherique" (la circunvalación que rodea el área metropolitana de la capital) sobre sus cabezas, decenas de los apodados como "biffins" o traperos, se apelotonan tratando de vender por céntimos lo que han recogido durante la noche en las calles o en las basuras de la ciudad.

    Los llaman "pescadores de luna" por sus incursiones nocturnas aunque, a primera vista, la actividad de estos hombre y mujeres de bajos recursos no tiene poesía alguna.

    Nadie diría que se trata de los precursores de los mercados de pulgas y que, hasta el siglo XVII, disponían de una licencia especial como la de los taxistas hoy en día, concedida por la Prefectura de París, para ejercer su oficio.

    Posteriormente, las autoridades quisieron "limpiar" la ciudad de su poco elegante presencia y barrieron a estas personas fuera de la capital, por lo que en la actualidad sólo resiste dentro del área metropolitana de París el mercado de Vanves.

    CENTRO DE ANTIGÜEDADES MAS GRANDE DEL MUNDO

    Desde su pequeña tienda de arte, el presidente de la Asociación de Pulgas de París Saint-Ouen, Nicholas Moufflet, lucha por la supervivencia de este mercado de más de un siglo de historia que, reivindica, es el mayor centro de venta de arte y antigüedades del mundo.

    Siete hectáreas de terreno albergan una docena de mercados y 1.200 comercios que, pese a abrir sólo tres días por semana (de sábado a lunes), facturan 350 millones de euros al año (453 millones de dólares), gracias a los entre 120.000 y 150.000 visitantes que se pasean por allí cada fin de semana.

    "Nuestros comercios reportan el 50 % de los ingresos generados por esta actividad en la región de Ile-de-France y el 15 % de toda Francia", explica a Efe Moufflet, que cada día se bate por que este "verdadero centro económico" no se hunda bajo las presiones de la actividad inmobiliaria.

    Los esfuerzos de este comerciante nato, que salpica de saludos en todos los idiomas a los esporádicos clientes que curiosean entre los lienzos, se hacen palpables en la multitud de iniciativas que ha tomado para mantener a Saint-Ouen visibleentre el gran público.

    Desde la edición de una guía desplegable en tres dimensiones que se distribuye en los hoteles de cuatro y cinco estrellas hasta el publireportaje en forma de fotonovela que ha logrado colocar en una de las revistas femeninas más conocidas de Francia, Moufflet quiere que Saint-Ouen sea visita obligada para parisinos y turistas.

    Su mayor logro, hasta la fecha, ha sido cautivar al director de cine estadounidense Woody Allen para hacer aparecer el mercado en la película "Midnight in Paris".

    Hace 15 años, las pulgas de Saint-Ouen lograron el estatus legal de "Zona de Protección del Patrimonio Arquitectural, Urbano y Paisajístico", lo que de momento lo pone a salvo de las mandíbulas de las excavadoras.

    Mientras, el mercado de Vanves sigue intentando un reconocimiento similar, sin el mismo éxito.

    Bordeando la autopista se encuentra este otro mercado de pulgas, el único intramuros de París, donde decenas de pequeños puestos ofrecen muebles y objetos del siglo XVIII, XIX, o de los años 50 y 70, pero también muebles de jardín, cámaras de fotos y radios antiguas, y en general, curiosidades para todos los gustos.

    "Supongo que todos tenemos un trastero", dice encogiéndose de hombros Jean-Pierre, uno de los comerciantes, para explicar su variopinta mercancía.

    Poco después, otro invita a adquirir un sillón de Philippe Stark por 200 euros, que "en catálogo cuesta 2,000", asegura.

    La oferta de este último ilustra el raro milagro que se produce, de tanto en tanto, en este tipo de mercadillos: un encuentro fortuito como tantos otros se convierte en un hallazgo con mayúsculas, como el ocurrido al coleccionista Marc Pagneux, una mañana de sábado de 1989.

    Este experto en fotografía se llevó por 600 francos (algo más de 90 euros o 116 dólares) el primer retrato fotográfico conocido, una "instantánea" de dos minutos de exposición de un tal Huet, tomada en 1837, nada menos que por Louis Daguerre, lo que hizo retroceder de golpe toda la historia de la fotografía.

    PULGAS EN TODOS LOS IDIOMAS

    El bazar de Montreuil, en pie desde 1860, completa el trío de los mercados parisinos, pero su espíritu no se agota ni mucho menos en la capital francesa.

    De hecho, estos pintorescos lugares donde se puede encontrar lo inimaginable han proliferado por todo el mundo.

    El término acuñado para describir estos bazares que hoy podemos encontrar en Munich, Londres o Buenos Aires, tiene su propia historia.

    Cuenta la leyenda que hacia 1880 un buscador de gangas había subido a una de las fortalezas de la ciudad de París para divisar, desde lo alto, los muestrarios, escaparates de chatarra, viejos muebles y harapos que se extendían bajo la muralla cuando, entre extasiado y repugnado al contemplar tanta mugre, exclamó: "¡Caramba! ¡Esto es el mercado de las pulgas!".

    El vocablo hizo fortuna y se extendió rápidamente hasta oficializarse, a principios del siglo XX, en la leyenda de las postales que representaban la Puerta de Clignancourt o la avenida Michelet.

    Flea Market, Flohmarkt, Mercato delle Pulci... las pulgas campan por el mundo entero en estos rastrillos, y la expresión se traduce literalmente en muchos idiomas, entre ellos el inglés, el alemán y el italiano.

    El aura romántica que envuelve los estos mercadillos ha enamorado a propios y extraños.

    Con el inicio del buen tiempo, en las plazas parisinas nacen como setas nuevos puestos que ofrecen mercancía guiándose por un solo precepto: la armonía del desorden.

    Para encontrar el objeto soñado, sólo hay que armarse de un método expeditivo y conjugarlo con el don de la oportunidad. Después, dejarse llevar por lo que Moufflet denomina "el placer del azar".

    DESTACADOS:

    * Desde su pequeña tienda de arte, el presidente de la Asociación de Pulgas de París Saint-Ouen, Nicholas Moufflet, lucha por la supervivencia de este mercado de más de un siglo de historia que, reivindica, es el mayor centro de venta de arte y antigüedades del mundo.

    * Desde la edición de una guía desplegable en tres dimensiones que se distribuye en  hoteles hasta el publireportaje en forma de fotonovela que ha logrado colocar en una de las revistas femeninas más conocidas, Moufflet quiere que Saint-Ouen sea visita obligada para parisinos y turistas. Su mayor logro: cautivar a Woody Allen para hacer aparecer el mercado en la película "Midnight in Paris".

    * Bordeando la autopista se encuentra el mercado de Vanves, el único intramuros de París, donde decenas de pequeños puestos ofrecen muebles y objetos del siglo XVIII, XIX, o de los años 50 y 70, pero también muebles de jardín, cámaras de fotos y radios antiguas, y en general, curiosidades para todos los gustos.


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