De vuelta a Haití: un viaje a la esperanza
COMPARTIR
TEMAS
El terremoto que sacudió en 2010 Haití destruyó sus casas, puso a temblar sus vidas y les echó de su patria. Dieciséis meses después de aquella tragedia, más de un millar de haitianos cargados de esperanza han regresado a su tierra.
Madrid, España.- El seísmo de Haití destrozó la vivienda de Braveus Castro y mutiló su vida sin contemplaciones. Ahora se ha acogido a un programa de retornos voluntarios asistidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que le permitirá volver a Haití con un proyecto de trabajo.
"Tenía mi casa en Puerto Príncipe, pero el terremoto la destruyó y se acabó todo. Dentro estaban un hijo mío de casi dos años y un hermano, que murieron. Entonces decidí marcharme a la República Dominicana, pero veo que las cosas no están muy bien y, gracias a esta organización, regreso a mi país", relata a Efe el fornido haitiano de 33 años.
Acompañado por su esposa y dos hijos, la ilusión brilla en el rostro de Braveus, quien planea dedicarse al comercio con la ayuda económica que le brinda la OIM. "Quiero multiplicar este dinero que me entregan, que no se me vaya", explica nervioso.
El programa, financiado con dos millones de dólares por la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de los Estados Unidos, ofrece a los migrantes el regreso asistido y 300 dólares para poner en marcha pequeños negocios que les permitan empezar una nueva vida.
Un equipo de ocho personas de la oficina de la OIM en República Dominicana se encarga de coordinar los viajes de retorno. Entre los que vuelven a casa está un grupo de ciento cincuenta personas que habitaban en la zona de Santiago, la segunda ciudad del país, en el norte.
REGISTRO BIOMÉTRICO
Los preparativos incluyen largas jornadas de trabajo dedicadas a planificar y entrevistar personalmente a los haitianos para elaborar un registro biométrico de los beneficiarios de la iniciativa.
Algunos migrantes que no cumplen el requisito de ser damnificado del terremoto, indispensable para inscribirse, relatan falsas historias para ser aceptados en el grupo o muestran al personal de la organización intergubernamental cicatrices de heridas pretendidamente sufridas en el seísmo. Pero los técnicos no suelen caer en la trampa y detectan con facilidad las contradicciones.
Tras completar los trabajos previos y coordinar al equipo, todo está dispuesto para emprender la marcha. Los ciento cincuenta viajeros se congregan a las 4.00 de la madrugada en la Iglesia Adventista Central Haitiana, en el barrio de Bella Vista, donde el pastor Theodàs Gilbert recita unas oraciones y les aconseja precauciones para el viaje.
Caras somnolientas, maletas, nervios...En plena madrugada y en medio del lógico ajetreo, los migrantes suben poco a poco a los autobuses, deseosos de iniciar el trayecto. Para atemperar los ánimos, los empleados de la OIM les entregan sándwiches y caramelos para los niños.
"Se han levantado muy temprano, por eso les damos un desayuno y les ofrecemos bebida. También llevamos galletas dulces y saladas y pañales de diferentes tallas para los bebés. Lo que se pretende es que el viaje no sea traumático", explicala coordinadora de campo María Paredes. El equipo ha cargado en los vehículos 800 botellas de agua y 200 raciones de comida que serán distribuidas a la hora del almuerzo.
TRATO DIGNO
Para la OIM es muy importante que los migrantes reciban un trato digno durante la ruta. "Estas personas están deseando retornar a Haití, pero hasta ahora no han podido. Muchos no saben si sus familiares están vivos o muertos. La mayoría están desesperados", advierte a los conductores del convoy el oficial de proyectos Jean Philippe Antolín, responsable del operativo.
Para evitar problemas y tensiones, Antolín pide a los chóferes de los nueve autobuses y el camión que forman la caravana que no se alteren si se produce alguna situación inesperada y que den un "trato especial" a los pasajeros, todos ellos en una situación muy vulnerable.
Entre los que aguardan nerviosamente la partida están Kati y Henri Cadet, hermanos de 18 y 23 años, respectivamente, que llegaron a la República Dominicana en busca de su padre, Astrel, desaparecido tras el terremoto. Dos días después de la catástrofe, un vecino les dijo que vio cómo lo subían a una ambulancia, herido, y lo llevaban rumbo al país vecino, y no dudaron en seguir su rastro, que les llevó a la norteña ciudad dominicana.
Aunque no han conseguido localizar a Astrel, la OIM se ha comprometido a hacer gestiones para tratar de averiguar su paradero, indica María Paredes.
Cada uno de estos haitianos es una historia por contar, un testimonio de sufrimiento y desesperación y un ejemplo de ilusión y de lucha por salir adelante.
Es el caso de Kristela Jean, quien llegó a Santiago para buscar "una vida mejor". Pero "no hay trabajo, no hay nada" -explica-. Por eso ha decidido regresar a la ciudad de Gonaïves con sus dos hijos de 7 y 2 años, a quienes quiere llevar de nuevo a la escuela, a la que no asisten desde hace meses.
También está Wilny Paúl, quien tampoco ha conseguido mejorar su situación en la República Dominicana y regresa a Cabo Haitiano, en el norte del país, para hacerse cargo de dos sobrinos, hijos de una hermana fallecida en el temblor de tierra.
ALGUNAS QUEJAS DE LOS VECINOS
Varios vecinos observan a los haitianos subir a los autobuses en espera de la partida. En una esquina cercana, Valentín Apichardo admite que está ansioso por ver marcharse al grupo.
"Estamos locos porque se vayan, para no verlos nunca más. Nadie puede dormir con ellos aquí. A las cuatro o las cinco de la mañana se levantan a rezar, a brincar y a hacer vudú", explica a Efe.
Como Valentín, muchos vecinos de Santiago se han quejado desde hace tiempo a la Dirección General de Migración dominicana de la presencia de los haitianos y de las condiciones de hacinamiento y degradación en que viven.
Por eso las autoridades del país pidieron a la OIM que pusiera en marcharetornos desde esta ciudad ante la tensión creada, que ha derivado incluso en amenazas de echar a los haitianos por la fuerza.
La caravana arranca por fin y pone lentamente rumbo a Ouanaminthe, la localidad fronteriza haitiana desde donde los acogidos al programa serán llevados, con la ayuda de las Hermanas de San Juan Evangelista, a su destino final en los departamentos haitianos de Artibonite, Norte, Noreste y Noroeste.
Las religiosas disponen de una red de promotores que actuarán como enlaces con los migrantes y se encargarán de supervisar el desarrollo de sus micro empresas durante tres meses.
El trayecto se hace largo y dificultoso debido a las numerosas incidencias. Un pasajero con náuseas, un conductor que ha olvidado la documentación y detiene su vehículo hasta que un familiar se la lleva, un neumático que se pincha...Los técnicos de la OIM saben que hay que tener toda la paciencia del mundo, porque el objetivo es llegar en buenas condiciones al otro lado de la frontera y hay que dominar los nervios.
La labor de la organización intergubernamental ha permitido regresar a su país desde febrero a 1.300 haitianos, un número escaso si se tiene en cuenta que desde que ocurrió el terremoto pasaron a la República Dominicana unos 200.000 y que sólo en Santiago, cuya población ronda los 600,000 habitantes, puede haber unos 50.000 migrantes, según cálculos estimativos.
En todo el país, cifras no oficiales sitúan en cerca de un millón el número de personas procedentes de Haití en situación irregular.
INVOLUCRAR AL GOBIERNO
Por eso, el objetivo de la OIM es involucrar en acciones como éstas a las autoridades dominicanas, que el pasado mes de enero reiniciaron las repatriaciones de haitianos indocumentados, paralizadas a raíz del terremoto de enero de 2010.
En opinión de Jean Philippe Antolín, lo que las autoridades dominicanas están haciendo "ni siquiera son repatriaciones en condiciones", ya que los migrantes son simplemente trasladados al otro lado de la frontera y dejados allí, sin ofrecerles unas mínimas expectativas.
Lo que se pretende es, pues, "que el Gobierno dominicano se apropie de estas actuaciones" y ponga en marcha iniciativas parecidas, basadas "en un manejo más digno de la emigración, que dé opciones a los haitianos, ya que sabemos que muchos de ellos quieren regresar si disponen de apoyo para ello", expone el oficial de proyectos de la OIM.
El viaje llega por fin a su punto de destino en Ouanaminthe, pero los pasajeros todavía deben esperar, ya que el programa del retorno incluye la asistencia a una breve charla en la que los técnicos les advierten sobre los riesgos de la epidemia de cólera que castiga a su país y les dan consejos para prevenir la enfermedad.
Antes de seguir el viaje, la OIM les suministra pastillas potabilizadoras de agua, sales de hidratación oral y fichas con dibujos sobre cómo purificar el agua y consejos para evitar infectarse.
Ya en territorio haitiano, los cansados viajeros reciben los primeros 50 dólares de ayuda para sus pequeños negocios y montan de nuevo en autobuses.
La labor de la OIM ha finalizado y su personal se despide de los migrantes, que parten rumbo a diferentes ciudades haitianas, el destino final de este viaje a la esperanza.
DESTACADOS:
* Cada uno de estos haitianos es una historia por contar, un testimonio de sufrimiento y desesperación y un ejemplo de ilusión y de lucha por salir adelante.
* Un equipo de ocho personas de la oficina de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en República Dominicana se encarga de coordinar los viajes de retorno. Entre los que vuelven a casa está un grupo de ciento cincuenta personas que habitaban en la zona de Santiago, la segunda ciudad de República Dominicana, en el norte.
* Algunos migrantes que no cumplen el requisito de ser damnificado del terremoto, indispensable para inscribirse, relatan falsas historias para ser aceptados en el grupo o muestran al personal de la organización intergubernamental cicatrices de heridas pretendidamente sufridas en el seísmo. Pero los técnicos no suelen caer en la trampa y detectan con facilidad las contradicciones.