La lucha del pueblo wayuu
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Sus tejidos artesanales llegaron hasta la Casa Blanca cuando el cantante Juanes regaló una mochila a Barack Obama.
Madrid, España.- Sentada en un chinchorro o hamaca, una joven indígena wayuu entrelaza con dedicación y paciencia hilos de variados colores con los que teje una manta o una mochila, pero sobre todo la historia de su pueblo milenario.
Los wayuus viven en un gran territorio entre Colombia y Venezuela, allí la frontera es sólo imaginaria, donde pese a las amenazas del mundo moderno, los grupos armados ilegales, los narcotraficantes y la indiferencia del Estado, mantienen intactas sus costumbres.
Sus obras de arte tejidas son uno de los pilares sobre los que se cimienta la vida y existencia de este pueblo porque, más allá de su calidad, belleza y colorido, les permite proveerse de objetos de primera necesidad. Son un renglón clave dentro de la precaria economía de los desprotegidos wayuu.
"El tejido es la esencia de nuestra cultura, la mujer es la que maneja todos esos conocimientos y la que tiene que trasmitir esos conocimientos para que las otras mujeres que se van formando estén en capacidad de proporcionarles a sus familias los objetos que necesitan para su hogar", explica a Efe-Reportajes la tejedora y líder comunal Conchita Iguarán.
Esta artesana asegura que las tejedoras dan respuesta a las necesidades de su pueblo: "dormir cómodamente en el chinchorro, tener mochilas donde guardar nuestras cosas personales, saber confeccionar el vestuario tanto del hombre como de la mujer, hacer las múcuras para almacenar el agua, las vasijas de barro para cocer los alimentos".
"Cuando se está tejiendo, se está tejiendo una ilusión, un sueño, el anhelo, eso es lo que lleva el tejido, es parte de la persona", sintetiza Iguarán, quien anota que hoy día estas manualidades han traspasado fronteras y son objetos decorativos apetecidos por los "arijunas" (gentes no wayuu) en todo el mundo.
Pero el camino para que los tejidos wayuu hayan llegado hasta a la Casa Blanca, cuando en abril pasado el cantante colombiano Juanes le regaló una mochila a Barack Obama, no ha sido fácil, ya que a lo largo de los años estos aborígenes han librado batallas desequilibradas para asegurar la supervivencia de su comunidad.
Se estima que existen unos 150,000 wayuu, descendientes de la familia arawak y que llegaron hasta la Guajira, según los historiadores, desde la Amazonía a través de la Orinoquía. Hoy día su territorio abarca 17,000 kilómetros cuadrados.
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Al principio eran cazadores y recolectores, cuando llegan los españoles y con ellos otras formas de vida, caballos, rebaños, los wayuu apuestan por el pastoreo y la pesca, pero ya no rudimentaria, sino con anzuelos, explica Iguarán. Y son esas prácticas las que permanecen detenidas en el tiempo.
Aunque continúan pastoreando cabras o chivos, la base principal de su dieta alimenticia, los wayuu ahora viven en centros poblacionales, por lo que han sumado a su economía el comercio de productos de su canasta básica, así como el ilegal tráfico de gasolina que importan desde Venezuela como consecuencia del escaso trabajo que les proporciona el Estado.
Su estructura social es matriarcal y cuando una mujer se va a casar es su tío materno quien otorga el permiso y establece la dote que el futuro marido debe entregar a la novia. Este pago, que se hace efectivo en chivos, reses y piedras preciosas, se ha malinterpretado como una compra cuando se trata de un fondo que sirve de base económica para la nueva familia.
Las mujeres se casan cuando salen del encierro al que son sometidas tras su primera menstruación, y durante ese periodo, que puede durar varios años, sus tías y su madre las preparan para el matrimonio: aprenden a tejer, cocinar y cuidar a los hijos.
SUPERVIVENCIA SIN LIMITES
Los wayuu habitan en la Guajira, región caribeña del norte de Colombia y de Venezuela, desde aproximadamente el año 150 antes de Cristo. Allí enfrentan la rudeza del caluroso desierto, con fuertes e inclementes condiciones climáticas y con la ausencia de recursos esenciales como el agua para su consumo personal y el de sus animales.
También han combatido a los agentes externos que los han atropellado a lo largo de su historia, primero a los europeos que conquistaron y colonizaron América, luego a los colonos modernos que los han despojado de parte de sus tierras, y más recientemente a los paramilitares y narcotraficantes que usan su territorio para sacar la droga que se exporta a los mercados internacionales, además de empresas explotadoras de sus recursos naturales.
Pero quizá la guerra más dura que libran los wayuu es contra la indiferencia de los gobiernos de turno, que no les reconocen como nación indígena, ni les garantizan sus derechos pese a su vulnerabilidad, ni siquiera les aseguran la tenencia de su tierra.
"Para nosotros la tierra es parte de nuestra vida, es parte de nosotros porque en ella nacimos, en el territorio están los seres más queridos, en ese espacio es donde nosotros vamos a descansar cuando ya nos vayamos de este mundo y en este territorio está nuestra infancia, están nuestros recuerdos, somos muy apegados a la tierra", afirma Iguarán.
Y es que la tierra para los wayuu es sagrada porque en ella están sus cementerios. Â
Entre los acontecimientos más recientes que han marcado la vida de los wayuu está la explotación del Cerrejón, la mina de carbón a cielo abierto más grande de América Latina, propiedad de BHP Billiton, Anglo American y Xstrata, que ocupa un área 69.000 hectáreas y divide el territorio de este pueblo en dos con un ferrocarril que recorre 150 kilómetros desde la mina hasta su salida al Caribe, en puerto Bolívar.
Esta etnia no tiene libre tránsito, ya que en toda la vía férrea hay personal contratado por la mina que vigila que nadie cruce, algunos son wayuu que ocultan con pasamontañas sus rostros para no ser identificado; y si el tren atropella animales o personas "el Cerrejón no paga los muertos", explica a Efe-Reportajes el líder comunitario Joaquín Prince.
Esa invasión ocurrió en los años setenta del siglo pasado y ha traído más penas y pobreza que riqueza y bienestar. Así lo explica Iguarán: "al pueblo wayuu le tocó perder porque se nos violentó un proceso, un proyecto de vida, se nos aseguró que las condiciones de estas comunidades iban a ser mejores, cosa que no sucedió".
Muchas familias se vieron obligadas a ceder sus tierras y, aunque recibieron una compensación monetaria, ésta fue "insignificante" frente a lo que representa la tierra para el pueblo wayuu.
RECOMPENSA A LA CULTURA DE LA PALABRA
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Pero no todas las batallas se han perdido, ya que la Unesco declaró en 2010 la figura del palabrero wayuu como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en concreto a su sistema normativo, es decir, la manera en que estos personajes dirimen los conflictos surgidos al interior de la comunidad.
El palabrero goza de un amplio reconocimiento, respeto y sabiduría dentro de la comunidad pues es quien trasmite oralmente la palabra y con ella los saberes y las costumbres sobre las que se construyen las normas y leyes de convivencia, al tiempo que ejerce una función de mediador entre las familias o clanes cuando se producen conflictos.
La expresión oral y la espiritualidad fundamentan la existencia de los wayuu, quienes profesan gran respeto por los sueños, porque éstos sirven para comunicarse con sus espíritus, así como por sus muertos, a los que entierran dos veces: primero en el lugar del fallecimiento y años más tarde en el territorio de la familia materna del difunto.
Los wayuu, que están considerados entre los mejores mediadores y buscadores de la paz en el mundo, son, en definitiva, una fuerza social que educa a sus niños sobre bases ancestrales. Los wayuu se abren al mundo desde el respeto a la multiculturalidad y luchan a diario para que se les valore y reconozca como una gran nación. Y es que son la población indígena más numerosa de Colombia y de Venezuela.
DESTACADOS:
* Los wayuus viven en un gran territorio entre Colombia y Venezuela, donde pese a las amenazas del mundo moderno, los grupos armados ilegales, los narcotraficantes y la indiferencia del Estado, mantienen intactas sus costumbres.
* El camino para que los tejidos wayuu hayan llegado hasta a la Casa Blanca, cuando en abril pasado el cantante colombiano Juanes le regaló una mochila a Barack Obama, no ha sido fácil, ya que a lo largo de los años estos aborígenes han librado batallas desequilibradas para asegurar la supervivencia de su comunidad.
* Se estima que existen unos 150,000 wayuu, descendientes de la familia arawak y que llegaron hasta la Guajira, según los historiadores, desde la Amazonía a través de la Orinoquía. Hoy día su territorio abarca 17,000 kilómetros cuadrados.