Eliseo Alberto, un cubano que nunca se fue de Cuba

COMPARTIR
TEMAS
Eliseo Alberto de Diego nació el 10 de septiembre de 1951 en Arroyo Naranja, una localidad ubicada en los suburbios de la capital cubana, donde entre otras atracciones se erigen el Jardín Botánico y la famosa Expocuba
Ciudad de México.- El escritor cubano Eliseo Alberto tuvo una relación sin matices, de amor-amor, con su país natal. No vivía en Cuba desde hace más de dos décadas y estaba exiliado en México, pero el autor, hijo del poeta Eliseo Diego, nunca la abandonó.
Eliseo Alberto de Diego nació el 10 de septiembre de 1951 en Arroyo Naranja, una localidad ubicada en los suburbios de la capital cubana, donde entre otras atracciones se erigen el Jardín Botánico y la famosa Expocuba.
Uno de sus libros más resonados fue "Informe contra mí mismo", de 1978, donde narra cómo la seguridad del Estado cubano le pidió que hiciera un informe contra su propia familia.
"Escribir el 'Informe contra mí mismo' fue una liberación. Me vacié allí por completo, saqué fuera todo lo que tenía que decir sobre Cuba, la política, la revolución. Así que pude empezar con otras cosas y no me quedé enredado con las cuestiones políticas que tanto daño terminan por hacer a otros escritores", relató.
Atravesado por dos circunstancias de enorme trascendencia, el amor por la patria lejana y el haber sido hijo de uno de los poetas más importantes del siglo XX, el autor de "Caracol Beach", la novela con que en 1998 ganó el premio Alfaguara y resonancia mundial, decía que se comía su país todos los días.
"La patria es un plato de comida. Yo me como mi país todos los días. Sus frijolitos negros, su yuca con mojo y una cosa que se come San Pedro en el cielo todos los domingos. Está comprobado: tamal en cazuela", contó en 2008 en una entrevista al diario "El País". El escritor era un cocinero incansable a quien le gustaba organizar grandes comilonas en su casa para homenajear a sus amigos.
Conversador entusiasta, aficionado al ajedrez, amaba a su famoso padre y a él le dedicó su primera novela, "La eternidad por fin comienza un lunes", título que alude a un poema de Eliseo Diego.
"De ella se puede decir que presenta a un novelista con profundo arraigo histórico y vigoroso instinto crítico, que sabe mantener el equilibrio entre un lenguaje expresivo y una narración precisa", escribió el autor mexicano Alvaro Enrigue en la revista "Letras Libres".
Vivía en México desde 1990 y en 2000 había adoptado la nacionalidad de ese país, a pesar de que a menudo decía: "Más allá de la enorme cordialidad que profesan, los mexicanos nunca te dejarán entrar en su República de las letras".
Padecía una grave enfermedad renal desde hacía tres años, dolencia que descubrió por el síntoma de quedarse dormido en cualquier lado y contra la que luchó a brazo partido. Recibió un trasplante de riñón a mediados de julio de 2011 en el Hospital General de México.
Estaba agradecido al sistema sanitario mexicano y a la Fundación Ale, una organización sin fines de lucro que propició la donación del riñón que fue transplantado.
"México es un país magnánimo, no solamente un territorio acosado por la violencia y el crimen", escribió en su columna del diario"Milenio" antes de la operación.
Eliseo Alberto vivía en un departamento de la colonia del Valle, en el sur de Ciudad de México con su hija María José, quien lo acompañó en sus últimos momentos junto a su madre y ex esposa del destacado escritor, María del Carmen Alvaro Díaz.
Licenciado en periodismo en la Universidad de La Habana, fue jefe de redacción de la gaceta literaria "El Caimán Barbudo" y subdirector de la revista "Cine Cubano". Dio clases y talleres de cine en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba, en el Centro de Capacitación Cinematográfica de México y el Sundace Institute de Estados Unidos.
Entre sus obras figuran "La fogata roja", "La fábula de José" y "El retablo del conde Eros", además de que escribió guiones de cine y televisión, entre ellos el de la película "Guantanamera", con Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.
Le decían "Lichi", medía casi dos metros de altura, tenía una manos inmensas, una hermana melliza también escritora y un único pecado mortal confesado: "Nadie ha querido más a Cuba que yo".