Prensa amarillista, el difícil equilibrio entre transgresión e inmoralidad
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Las principales características de esta prensa son la exageración con titulares atractivos y escandalosos para llamar la atención, la información detallada de crímenes, accidentes y de la vida privada de personajes públicos.
Madrid, España.- La prensa sensacionalista o amarilla -o al menos su definición moderna- surgió a fines del siglo XIX en Estados Unidos, con la batalla por el público entre los diarios de Joseph Pulitzer y William Randoph Hearst, y vuelve a estar estos días en el centro del debate por el imperio de otro "zar" de los medios, Rupert Murdoch.
Probablemente no sea casual la coincidencia entre este tipo de prensa y la presencia de magnates que dan su impronta a un periodismo también llamado "popular" o "tabloide" (un término que en verdad alude al tamaño de los periódicos, más pequeños que el formato sábana de los diarios "serios" tradicionales, pero que al popularizarse en Reino Unido se convirtió en sinónimo de amarillista).
También el amarillo surgió de una anécdota: la presencia de una historieta en los periódicos de Pulitzer y Hearst llamada "The Yellow Kid" (El chico amarillo), que tuvo enorme éxito, y el hecho de que "yellow", en inglés, también signifique "cobarde", por lo que fue aprovechado por la competencia de estos dos medios para criticarlos.
Las principales características de esta prensa son la exageración con titulares atractivos y escandalosos para llamar la atención, la información detallada de crímenes, accidentes y de la vida privada de personajes públicos, con mucha fotografía a todo color de los hechos -y de atractivas jóvenes a menudo en contraportada-, o imágenes chocantes en el caso de la televisión.
Han sido acusados de magnificar y deformar hechos para vender más, y, como en el caso que ahora afecta a Murdoch, de prácticas muy poco o nada éticas para conseguir sus exclusivas, desde el pago a implicados, policías y testigos, hasta la extorsión y, en el caso del ahora cerrado medio británico "News of the World" propiedad de Murdoch, de escuchas telefónicas ilegales.
Se trata de una prensa que en cualquier caso se mueve en arenas movedizas. Pero que, lejos de desaparecer, ha ido ganando terreno también en los medios considerados "serios", que incluyen en ciertas secciones este tipo de temas, diluyendo además así la frontera entre unos y otros, como constataba ya hace unos años el semiólogo argentino Oscar Steimberg.
En su opinión, gran parte de la definición de las diferencias se basa más en el modo de contar una noticia que en su veracidad o falsedad.
El periodista y analista peruano Sandro Macassi coincide en un texto sobre este tipo de prensa en América Latina en que es un estilo que ha permeado también la televisión y la radio (y actualmente Internet).
Pero también destaca una de las claves de su éxito: el protagonismo de los pequeños personajes anónimos en muchas de las historias: un obrero, un vendedor, un profesor, con los que el lector se siente identificado.
Llevado a la televisión, lo encarnan el sinnúmero de personajes que tienen sus cinco minutos de fama por ejemplo por haberse acostado con un famoso de verdad o por participar en programas de dudoso gusto y a menudo con situaciones vergonzantes.
Porque otra clave del amarillismo es su transgresión, como también apunta Macassi. Que interpela "a los agujeros de una moral que no quiere tapar del todo lo que está por debajo de ella", en palabras de Steimberg. La fascinación por lo escatológico, el "morbo" (como lo llaman en España), por lo prohibido pero que se sabe que existe y ocurre, y con la división cada vez más tenue entre lo público y lo privado.
Los ejemplos van desde el caso del político que debe renunciar al revelarse un escándalo sexual como ocurrió hace poco con un congresista estadounidense casado que flirteaba por Twitter (y que en un sorprendente ejercicio de inconsciencia e ingenuidad mandaba fotos de sí mismo en calzoncillos), al extremo más terrible de un ex diputado brasileño que ordenaba asesinatos para subir los índices de audiencia de su programa de TV, en el que luego tenía -claro está- las exclusivas de los crímenes.
El hecho de que la realidad supere a la ficción es una de las armas de esta prensa, presente en todos los países del mundo aunque sea el Reino Unido donde más auge ha tenido a nivel escrito, mientras que en América Latina y España campe más bien en la televisión y las revistas.
Pero aunque los políticos puedan temerles, como comentaba este mes "The Economist" en un análisis, los medios sensacionalistas se ven a sí mismos sobre todo como entretenimiento. Incluso aunque su influencia no sea poca, como también demuestra el caso de Murdoch y sus relaciones con el actual gobierno conservador británico.
Mezcla de transgresión, horizontalidad social pero también ansias de lucro de sus dueños, los medios sensacionalistas son consumidos por amplias capas de la sociedad y no solo por las clases populares. Algunos lectores compran estos rotativos y también los "serios" y distinguen entre ambos formatos a la hora de informarse, según los estudios de mercado.
En la lista de los más grandes periódicos sensacionalistas elaborada por "The Economist" el número uno es el "Bild" de Alemania, con una circulación de 2.9 millones de ejemplares, seguido de los británicos "The Sun" (2.8), "The Daily Mail" (2.1), los deportivos japoneses "Nikkon Sports" (2.0) y "Tokyo Sports" (1.8) y el británico "The Daily Mirror" (1.2). El desaparecido "News of the World" llegaba a los 2.6 millones de circulación.