Los sepultureros, testigos de dolor y anécdotas cómicas
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Muchas veces, los enterradores se convierten en testigos involuntarios de conflictos familiares, resalta el escritor "De cuerpo presente"
Madrid, España.- Los sepultureros, rodeados de cierto misterio, son testigos habituales del dolor de las familias de los difuntos, pero también de escenas surrealistas y anécdotas cómicas, como demuestra Jesús Pozo en su nuevo libro, "De cuerpo presente", a través de la experiencia de trece enterradores españoles.
Pozo, periodista y director de la revista Adiós, seleccionó historias sobre necrópolis británicas, enterramientos gitanos, exhumaciones o condiciones laborales, y las ha reunido en un libro que le resta misterio a la muerte, a los cementerios y a algunas de las leyendas que les rodean, como la Santa Compaña o los malos presagios del número 13.
Hay hilaridades totales, escenas propias de Berlanga y hay terribles situaciones, como los entierros de las víctimas de maltratadores, explica Pozo en una entrevista con Efe, con motivo de la presentación de su libro en las jornadas previas al Día de los Difuntos.
El autor recoge en su libro una de esas escenas reales que conjugan dolor, surrealismo y cierto humor negro cuando, en el momento de descender un féretro a su tumba, un pariente se amputa accidentalmente un dedo, que es enterrado junto al difunto, ante la incredulidad y sorpresa de la familia.
A veces, estas situaciones contribuyen a crear leyendas cuando se exhuman cadáveres, asegura Pozo, en referencia a un caso en el que junto con el féretro se enterró una cajetilla de tabaco con un cigarrillo menos: el que se fumó el sepulturero el día del entierro.
Recordados sólo cuando se requiere su ayuda o con motivo del Día de los Difuntos, estos profesionales pueden encontrar en el libro de Pozo cierto reconocimiento a su trabajo, que suelen echar en falta en los familiares de sus inevitables clientes, que nunca recuerdan su cara y ante los que se sienten invisibles.
Muchas veces, los enterradores se convierten en testigos involuntarios de conflictos familiares, de disputas por las herencias antes de finalizar la inhumación y de situaciones inesperadas, como cuando algún pariente se mete en un nicho y se niega a abandonarlo.
Sin embargo, son también los custodios y, en ocasiones, habitantes, de cementerios muy vivos: en algunos de ellos conviven varias familias, pasean curiosos por las lápidas y apasionados de las obras arquitectónicas, y se forman parejas entre los visitantes habituales.
Muchos se convirtieron en sepultureros tras perder su trabajo como albañil en crisis económicas anteriores a la actual, pero para otros fue una herencia de las generaciones anteriores, que les enseñaron el oficio y les inculcaron dedicación y respeto hacia los muertos.
Pese a las duras condiciones laborales (físicas, como los dolores musculares, y psicológicas, por el contacto directo y diario con la muerte), ésta es una profesión con plantillas muy fijas y muy duraderas, con trabajadores mucho más preparados que en el pasado.
Entre los momentos más duros, destacan las exhumaciones, porquelos cadáveres no han finalizado su proceso de descomposición, y las muertes ilógicas de niños y jóvenes, cuyas familias difícilmente pueden contenerse durante el entierro.
La absorción de este dolor de los parientes hace que algunos sepultureros recurran a ejercicios de autopsicología porque, como narra Pozo, enterrar gente todos los días es muy complicado...
Algunos están muy tocados y no quieren hablar porque lo han pasado muy mal. Los que lo aprendieron en la familia lo llevan mucho mejor.
Pero también es posible encontrar enterradores de edad avanzada que no han llegado a estrenarse en el oficio, como Ramón y Emérita, dos gallegos que velaban por el mantenimiento de un cementerio británico en Vilagarcía de Arousa (noroeste de España) y que, hasta la fecha, no han tenido que participar en ninguna inhumación.
La I+D también ha llegado a los cementerios, en forma de coches eléctricos para recorrer el recinto, mapas interactivos para facilitar la visita y tecnología bluetooth para que los turistas puedan descargar información a sus móviles sobre tumbas de personas célebres o la historia del lugar.
Innovaciones que acercan más los camposantos a los vivos, unos lugares que, aunque algunos prefieran ni pensar en ellos, no van a desaparecer nunca. Aparecerán otras formas como los columbarios en los campos de fútbol o en las criptas de las iglesias, pero los cementerios seguirán existiendo siempre, dice Pozo.