Matar ballenas importa más que salvar a personas: William Pesek
COMPARTIR
TEMAS
Japón gastó unos 2,280 millones de yenes en expediciones de cacería de ballenas de los fondos asignados a la recuperación del terremoto y el tsunami.
Nueva York, EU.- ¿Quiere saber por qué los esfuerzos de recuperación después del terremoto de Japón avanzan en cámara lenta? Pregúnteselo a las ballenas.
Desde que la tierra se sacudió y el océano creció, los habitantes de Tokio han ido acostumbrándose a las informaciones impactantes: la fusión nuclear resultó ser mucho peor de lo que admitió el gobierno; el cesio radiactivo llegó hasta la comida para bebés; se hallaron más filtraciones en el reactor de Fukushima averiado; las advertencias de los expertos en sismología siguen siendo desoídas.
Sin embargo, el relato de las ballenas y los 30 millones de dólares terminó siendo lo más perturbador -y arrojó nueva luz sobre el motivo por el cual Japón no puede o no quiere emprender las amplias reformas necesarias para evitar las rebajas de su calificación crediticia y revertir la deflación que se ahonda.
Japón gastó unos 2,280 millones de yenes en expediciones de cacería de ballenas de los fondos asignados a la recuperación del terremoto y el tsunami. Es una gota en el balde proverbial, teniendo en cuenta que el gobierno proyecta gastar por lo menos 300,000 millones de dólares reconstruyendo la región de Tohoku. Sin embargo, se trata de un gasto muy elocuente, con una significación que va más allá del costo.
Los programas relativos a las ballenas que se implementan todos los años desobedecen las convenciones internacionales y mellan la reputación de Japón, y por muy poco. La demanda de carne de ballena es desdeñable: el sector sobrevive gracias a enormes subsidios públicos. Japón sostiene que usar fondos del terremoto para aumentar la seguridad en los barcos ayudará a éstos a eludir a los activistas que protegen a las ballenas. Se considera que una caza exitosa revitalizará las comunidades locales costeras.
Pensamiento nuevo
¿Sabe qué sería más útil? Algo de pensamiento nuevo. La devastación del 11 de marzo requería nuevas formas de ver y resolver el modelo económico decrépito de Japón, el envejecimiento de la población y la competitividad menguante. Hacía falta una reconfiguración de la política, del rol del Estado en la economía y la mentalidad japonesa resistente al cambio y obsesionada con el consenso. Lo que estamos viendo, por el contrario, es una incapacidad para adaptarse a nivel nacional.
Hace nueve meses, el suelo se movió bajo los pies de Japón no sólo literalmente sino de una manera figurada. Hubo un destello fugaz de cambio, una esperanza en que el desastre hubiera acabado con la inmovilidad política y económica que ha dominado a Japón durante más de dos décadas. Por el contrario, dar dinero ante cualquier problema sin una reflexión crítica indica que Japón está volviendo a los hábitos de derroche que crearon una deuda nacional enorme y poco crecimiento para justificarla.
Un gran interrogante que no ha sido abordado: si vale la pena reconstruir partes del nordeste de Japón -dado que estaban sufriendo una muerte demográfica lenta y constante de todas maneras- o trasladar a las comunidades lejos del mar. En vez de enfrentar la cuestión, Japón se dedica a la caza de ballenas. Cabe preguntarse, sin embargo: ¿Cuántos jóvenes que hace mucho tiempo huyeron a ciudades como Tokio van a volver precipitadamente a sus hogares ancestrales para ser balleneros?
S&P
Veamos qué están haciendo los grupos de expertos en Tokio. El mes pasado, Standard Poor's dio a entender que se está gestando otra rebaja crediticia conforme la deuda pública de Japón, ya la más grande del mundo desarrollado, aumenta sin ser controlada por legisladores distraídos. ¿Cómo pasan ellos, entonces, su tiempo? Sacándose ventaja unos a otros y vengándose.
En noviembre, un colaborador del ministro de Defensa, Yasuo Ichikawa, fue despedido por comparar el traslado de una base aérea estadounidense en la isla de Okinawa con una violación. En vez de seguir adelante y ocuparse de los numerosos dilemas que enfrenta Japón, los legisladores pasaron la semana pasada elaborando mociones de censura para los jefes del funcionario destituido. Es una semana que no se utilizará para desarrollar estrategias destinadas a resolver el crecimiento anémico, la deflación, una fuerza de trabajo cada vez menos numerosa, la competencia china o las necesidades de reconstrucción.
Ambos temas, apoyar a los balleneros y la pose política inútil, son microcosmos que explican por qué Japón no reacciona a los retos de este año. Estamos ante una incapacidad para adaptarse a un conjunto dinámico de problemas que hacen peligrar el bienestar económico.
Deficiencias de Tepco
Tomemos Tokyo Electric Power Co., un modelo de mala gestión que hace parecer inofensivos los chanchullos de Olympus Corp. Las deficiencias de Tepco relativas a la seguridad son responsables de la radiación que todavía continúa filtrándose a la atmósfera y el agua a 135
millas (217 kilómetros) de Tokio. Sin embargo, Tepco todavía no ha sido nacionalizada ni retirada de la bolsa. En vez de reforma, se habla de rescates.
Japón es una sociedad verticalista. En este momento, los alcaldes en el noreste necesitan una cifra: cuánto recibirán para reparar los aeropuertos, las estaciones de trenes, las rutas, los puentes, las escuelas, los hospitales, las telecomunicaciones y los puertos. Es difícil contratar arquitectos, reunir equipos de construcción y adquirir materiales desconociendo el presupuesto. Tokio, en cambio, está obsesionado con la lucha política interna y los viejos remedios para dilemas muy nuevos.
La burocracia está fuera de control. Hay una gran confusión respecto de quién maneja qué fase de la reconstrucción -¿el gobierno central o los locales? Los dirigentes rurales hartos del retraso están viendo que no es fácil avanzar solos. Son interminables las historias de ciudades que quieren reconstruir escuelas u hospitales en terrenos más elevados para evitar tsunamis sólo para descubrir que las regulaciones establecen que deben levantarse en el mismo lugar.
El resultado es que se está desintegrando la confianza en demasiados niveles. Las empresas son reacias a contratar, las comunidades están divididas entre quienes quieren quedarse y quienes se sienten tentados de irse, los ciudadanos no creen las declaraciones del sector nuclear en materia de seguridad, y el cinismo hacia el oficialismo en Tokio pocas veces ha sido mayor.
No es un entorno fantástico para una reactivación económica, ni hablar de alguna apariencia de confianza en momentos en que la crisis de Europa presagia una recesión económica global. Eso es lo que sucede en un país que da mayor prioridad a matar ballenas que a tranquilizar a una población traumatizada.