Javier Marín, el que habla con las manos
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El artista plástico es uno de los expositores cancelados en el Año de México en Francia; no obstante, su obra se ha presentado en varios lugares de Europa.
México, D.F..- Moldea con sus manos y con ayuda de herramientas la figura producto de su imaginación. Desde hace 26 años le dedica las primeras horas de la mañana a sus obras, las cuales han sido expuestas 50 veces de manera individual y en 200 ocasiones en forma colectiva, desde galerías ubicadas en el interior de la República mexicana hasta reconocidos museos de arte en el mundo.
Michoacano, Javier Marín, a sus 9 años viaja junto con su familia a la Ciudad de México. En 1980 descubre la carrera de artes plásticas y visuales en la Escuela Nacional de San Carlos (UNAM). Recibe apoyo por parte de su padre, quien es arquitecto, a diferencia de su madre, quien en un principio le dice que "morirá de hambre por dedicarse al arte".
De joven es tímido e introvertido, prefiere pasar desapercibido; ahora afirma que "si quiero entrar en este mundo, tengo que jugar con todas sus reglas... Tengo que aprender a hablar". Le cuesta expresar en palabras lo que su obra representa.
En 1983 presenta su primera exposición escolar, dos años más tarde, mientras vive "un mar de nervios", concreta su primera exposición individual. Eran sólo piezas de pintura y pese a que vende varias decide dejar de hacer "chambitas", como él las cataloga -como trabajar en el departamento de vestuario en Televisa San Angel, contratado por su destreza en el dibujo.
En tal exposición recibe una fuerte crítica del historiador de arte, Luis Carlos Emerich. Cuando Marín ha madurado como artista es entonces que Emerich escribe textos positivos de su obra, la cual comienza a trabajar con barro por parecerse, según sus propias palabras, a la textura de la piel humana. Al experimentar descubre el bronce como material útil para su obra. Busca elementos como lo orgánico, la carne, el tabaco, la tierra, semillas de amaranto, para contraponerlos con lo industrial y frío, como la resina.
Su obra es antropocéntrica porque es lo único que le llega a la mente de manera constante. Desde que imagina sus piezas piensa ya en qué material usar y el tamaño, él no cataloga su creación aunque le encanta que le atribuyan características de diferentes corrientes, y le gustan todas sus composiciones.
El proyecto que más le agrada, pese a que en un principio le provocaba un conflicto ideológico -pues él no quiere hacer santos-, es la creación del Retablo de la Catedral de Zacatecas, al que fue invitado por parte de la Secretaría de Turismo.
Javier Marín ama los perros, la fotografía, la naturaleza y caminar por las calles; pasiones de este hombre de 49 años, quien asegura que cada año en su vida es mejor, "si muero ahora, será feliz, tranquilo y bien pagado".
El artista plástico es uno de los expositores cancelados en el Año de México en Francia; no obstante, su obra se ha presentado en varios lugares de Europa: dos años en Milán, donde le dieron más recintos que a ningún otro artista; en Holanda el entonces primer ministro Jan-Peter Balkenende inauguró su exposición.
Su obra puede ser vista en la galería de Piedra Santa, Italia, y en México se encuentra la pieza de Francisco I. Madero, a un costado del Palacio de Bellas Artes en el Distrito Federal.
Entre sus proyectos a futuro está el de crear una escuela de arte, donde proporcione becas a artistas emergentes, pues considera que hay mucho talento en México que necesita recursos.