Leyendas de Coahuila: La compañera inesperada

Coahuila
/ 30 octubre 2021

Esta es la segunda entrega de una serie de historias coahuilenses que se cuentan de boca en boca, que se registran en algunos archivos o que son ya estandartes por crímenes legendarios, presencias de fantasmas e incluso fenómenos difíciles de explicar

La compañera inesperada

Siempre sucede en las noches, cuando Selene baña con su luz el lugar donde su ánima se aparece a los vivos en busca de paz, allá por la carretera a Santa Isabel, en la salida de la carretera Parras-Paila, en la barranca de los franceses donde el 1º de marzo de 1866 ocurrió la batalla entre franceses y mexicanos comandados por el General Andrés S. Viesca.

En las madrugadas se ve a la mujer con grandes trenzas erizadas por la luz de la luna y su vestido flotando al aire, aún cuando no hay brisa, parada a un lado del camino que hoy ya es carretera, haciendo señas y moviendo los brazos como pidiendo auxilio; por su actitud y gestos se aprecia la gran angustia, aflicción y desconsuelo que la embarga.

En el afán de ayudar a la mujer que parece estar en apuros, que parece con el aire entrecortado, la cara desencajada, sus manos yendo de un lado a otro, en señal de alto, los viajantes que transitan por el lugar suelen detenerse para ayudarla, entre las cerca pareciera que la angustia de la mujer aumenta y su desesperación la lleva a refugiarse entre aquellos pinabetes que marcan el límite de la carretera, entre los que desaparece como por encanto.

Aunque los conductores que se detienen, descienden del carro para buscarla y ofrecer llevarla a su destino, no logran por ningún lado ver de nuevo a la preocupada mujer por más atención que se preste al camino y a los árboles que marcan el límite de la carretera.

Luego de ello los viajeros continúan su marcha, intrigados y con miedo intentando ignorar lo sucedido, pero como es común que el conductor en un intento de saciar su curiosidad y venciendo el miedo que le embarga, voltee hacia atrás para comprobar si en verdad desapareció... solo para darse cuenta al segundo vistazo que viaja en el asiento de atrás.

Para más de uno ha sido una sorpresa encontrarla sentada en el asiento posterior del vehículo, con una sonrisa macabra que ya no es de angustia, sino que no insinúa venganza, con sus ojos ausentes, ¿o cuencas? con el único objetivo de que sus acompañantes no tengan paz, igual que ella.

Dicen los que saben de estas cosas, que a estas alturas la mujer puede estar acompañada de uno o dos individuos ataviados con el uniforme de los soldados franceses, cuyo rostro no es este mundo, seres ansiosos de encontrar el descanso eterno.

Cuentan que la mujer, o lo que sea que es, no es otra cosa que la “China Apolinares”,esa célebre mujer que poseída del espíritu conservador de sus familiares y adolorida por la muerte de su esposo, se había convertido en un bravo enemigo de los liberales.

Ella es la visión que inquieta, reconoce y asedia a los viajeros que vacilan entrar por la madrugada a Parras de la Fuente, como invadiendo la tierra por la que peleó y perdió a su amor.

(Con información de la Cronista de Parras,
Elvia Moralez García)

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