Desahogo, pasión y dinero: tres ingredientes presentes en la cara más picante del amor
¿Qué hay en la vida de quienes ofrecen compañía, caricias o sexo como parte de su trabajo? Nancy y Enrique cuentan cómo se vive en este oficio.
Bajas del auto, arreglas tu ropa, te diriges tímidamente a la entrada del motel Corona y, antes de que puedas decir algo, una de las chicas con falda y tacones te dicta: “dos mil el servicio”.
La de la voz es Nancy. La primera persona que me encuentro al momento de comenzar mi investigación sobre la vida de quienes ofrecen servicios sexuales. Le explico que solo quiero platicar, que soy reportero y estoy buscando historias para el 14 de febrero. Amablemente dice que sí, que me va a contar cómo es una sexo servidora transgénero en Saltillo y me invita a su casa.
Una semana después, ya en la dirección, luego de cruzar la puerta, me recibe una mezcla de olores entre mezcal, perfumes, limpia pisos y comida casera. Nancy me guía a su habitación. En el camino, atravesando los pasillos, hay fotos familiares, mucha ropa y productos de belleza.
–¿Cómo quieres que me refiera a ti al escribir la nota? –le pregunté previo a la entrevista.
–Vendedora de caricias... Sexo servidora... Aunque en realidad prefiero ‘puta’ es más cómodo –respondió sonriendo.
Micrófono instalado. Grabadora encendida. Sale la primera pregunta:
–¿Cómo es tu día a día?
–Empiezas como cualquier otra persona. Me levanto y llevo a mis hermanas a la escuela. Limpió la casa y hago la comida. Después me baño y voy al gimnasio. A eso de las 10 de la noche es cuando empiezo a prepararme para salir a trabajar –dijo Nancy con una voz ligeramente gruesa.
Lo que dice es importante porque sienta una imagen diferente a la perspectiva que muchos pueden o que ni siquiera contemplan sobre la cotidianidad en la vida de los y las trabajadoras sexuales.
El billete está en “las fantasías”
Con el micrófono enfrente, y sentada en la cama, Nancy explica con efusividad cómo tiene que producirse para venderse.
–Lo que ves es lo que compras. Por eso una tiene que echarle ganitas: vas al gimnasio, comes bien, te compras ropa y lencería, te arreglas y cuidas tu carita. Al final tú le das valor a tu trabajo –comenta.
Me explica que, desde su punto de vista, uno compra lo que no tiene. Por eso afirma que los hombres contratan a las personas de su gremio cuando están en búsqueda de la sensualidad y la pasión que no encuentran en casa.
Con naturalidad en sus palabras, dice que gran parte de su trabajo es la complacencia de fetiches.
–A mi me pagan por cosas muy simples: salir de cita con ellos, drogarnos tantito o que me lleven a pasear o cenar. Acceder a las lluvias doradas o baños marrones. Incluso interpretar roles de incesto.
–¿Incesto? –pregunto.
–Sí. Mis clientes me piden que sea su madre, tía e incluso a veces su hija –suelta Nancy como si nada.
Entre todo esto, algunos de sus clientes terminan por obsequiarle de forma indirecta consoladores, ropa, pelucas e incluso lencería. Cuenta también que los encuentros tienen todo tipo de... sorpresas.
–En algunas ocasiones entro a la habitación y me encuentro con el cliente vestido de mujer o en lencería. Incluso algunos traen dildos enormes metidos en el ano y pues como son hombres casados tienen que dejarlos ahí, entonces nos los quedamos nosotras.
En búsqueda del desestrés que deja la vida cotidiana
Enrique es un escort. Lo encuentro por medio de una página web en la que obtienes los contactos de personas que se dedican al sexo servicio. Le escribo y agendo una cita.
Estoy perdido entre las calles de la colonia Los Maestros, cuando un sujeto me hace señas con una mano desde un segundo piso. Supongo que es Enrique, así que me acerco en esa dirección.
El lugar es pequeño, acogedor y silencioso. Hablamos de generalidades para romper el hielo y una vez entrados en confianza comenzamos con la entrevista.
Con una sonrisa contagiosa y un tono de voz suave, Enrique dice que:
–Muchas veces los clientes vienen a desahogarse. Lo común es que los encuentros duren 20 minutos. Comienzan hablándome de sus problemas, vienen y se desahogan del estrés del trabajo, los problemas con la familia o cargas que traen encima –platica como si fuera un tema cualquiera.
Coincide con las palabras de Nancy. Quien durante la entrevista también dijo que:
–Hay muchos clientes que vienen solo a platicar o llorar –dijo la mujer–.Me ha pasado que en todo el servicio, ni siquiera me tocan.
En dice sigue por la misma línea diciendo que muchas veces asisten, se sientan y se ponen a platicar, y aunque a él no le ha tocado algún cliente que llore, si le han contado de varios casos.
El asunto de citas de llanto me llamó la atención, por lo que investigando me encontré que la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, en un estudio realizado, determinó que el 23,3 por ciento de los hombres, se ven afectados por la “Soledad No Deseada”. En México no hay datos disponibles en internet.
La mayoría son casados con hijos
¿Qué clientes asisten con un hombre escort?
–En su mayoría, yo atiendo hombres. Y de esos ocho de cada diez, son pasivos. Y de esos mismos diez, nueve están casados con una mujer. Incluso algunos hasta tienen hijos y familia conformada –confiesa Enrique.
Además de esos patrones generales, también hay casos especiales.
–Tengo un cliente con el que he trabajado desde hace mucho. Es de Texas y cuando va a venir me manda un mensaje: ‘Voy para Saltillo, ¿nos podemos ver?, no contestes’. Dicen eso por lo mismo de que no quieren tener problemas de familia.
Y aunque ya está acostumbrado al “mercado de Saltillo”, Enrique dice que no es de la capital, sino de Campeche, donde comenzó sus primeros años de servicio.
Pero lo relevante no es eso, sino que el cambio de ciudad lo que más lo impactó es que aquí podía trabajar por su cuenta.
La prostitución e Campeche se rige generalmente por un sistema de ganancias monetarias, de acuerdo con su testimonio. Es decir, alguien más les dice desde cómo vestirse, hasta ubicarlos estratégicamente por la ciudad.
–Allá es como en las películas, te paras en una esquina vestido de jeans azules y camisa blanca y así es como los clientes te identifican, pero el asunto es que no te puedes parar así como así, el dueño de la plaza te tiene que autorizar –platica.
En la tierra de Enrique una vez que los sexo servidores comienza a llamar la atención y atraer clientes, los dueños de la plaza quienes llaman “Padrotes”, se comunican con ellos y les ofrecen aumentar las ganancias a cambio de la mitad de la tarifa.
El último censo relacionado con la trata de personas en México tiene 10 años. Incluso el INEGI, dentro de su informe expresa que en promedio solo se judicializaron 2 casos relacionados con trata de personas por año.
Mientras que diferentes medios llaman a la red de prostitución de Campeche como “Invisible ante la ley”, diferentes periódicos locales muestran como la red de prostitución se divide or localidades, a los cuales puedes llegar bajo el código “4-14” que utilizan los taxistas.
Arrancando toda libertad sexual a las personas que se dedican a lo que periódicos de la zona llaman “el oficio más antiguo de la humanidad”, vendiendo su cuerpo por solo seis dólares, de los cuales solo les pertenecen tres, porque el resto “son para la cuota”.
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